El 30 de marzo de 2010 diario Expreso de Guayaquil publicó una nota titulada “El puente de las Monjas, a chequeo”. Según aquella información, la Dirección de Obras Públicas Municipales de Guayaquil realizó estudios estructurales en dicha construcción para detectar técnicamente los problemas de asentamiento que sufre la obra.
Este domingo 30 de mayo circulé por dicho puente y lo evidente es alarmante: la estructura cede aparatosa y peligrosamente, mientras que los conductores cruzan sobre él con sus vehículos preocupados por sus propios y personales problemas y ocupaciones. ¿Cuándo será este un problema real para el municipio de Guayaquil?
Es muy cierto que la refacción de ese puente no cuesta dos reales, pero puede que los daños que manifiesta con susto el puente ocasionen una catástrofe con heridos, contusos y ojalá no, muertes. Sólo así, entonces, se ejecutarán los estudios que se vienen haciendo hace años. Una carta de la señora Lastenia Garaicoa, publicada en diciembre de 2007 en El Universo, ya documenta la preocupación ciudadana que hoy pretendo revivir en esta columna.
Una de las viejas y rancias costumbres ecuatorianas es la de dejar todo asunto importante para resolver cuando éste ya se haya tornado en incontenible. Todo para el último. Patente esta colonial costumbre que ataca a todo nivel social, lamentaríamos que en la administración del ejecutor Nebot Saadi, se cierre su periodo con un puente caído y con ciudadanos (o votantes en la mente de un político tradicional) damnificados.
Urdesa es un tradicional barrio guayaquileño que todavía concentra actividad nocturna de calidad gastronómica, ocio urbano y de novedades noctámbulas. Si bien es cierto está regenerado urbanamente en su principal arteria, la Victor Emilio Estrada, el abandono en temas de seguridad ciudadana y ordenamiento del uso de la vía pública se ha vuelto notorio. Febres Cordero, fundador vecino de este barrio (digo este barrio porque desde Urdesa escribo y cumplo mis sueños compartidos de fundar un hogar con mi mujer) impuso el orden a los bullangueros borrachos que atestaban las aceras de la V. E. Estrada con su música altisonante y una que otra bala que mató por ahí a un inocente valentón. Así como se corretean a los vende colas en el casco urbano central del cantón, que Narváez y sus muchachos se den un paseo por otras calles y avenidas del cantón. Así podrán decir que la policía metropolitana sí da palo a todos.
Pero volviendo y cerrando el tema del puente sobre la avenida Las Monjas, espero que algún socialcristiano trashumado en guerrero de palo que esté leyendo estas líneas, le haga saber al alcalde Nebot que el tema del viaducto sobre un ramal de El Salado es urgente y que debería acometer lo más pronto que le permita su capacidad de decidir y hacer, que es probadamente eficaz cuando se lo propone.
Esperemos resoluciones y no justificaciones de por qué se cayó algo que ya estaba caído. Un puente caído con conductores y automóviles hundidos en el fango del estero restaría capital político que hoy se guarda en gran mayoría en chauchera verde…
Excelente articulo, gracias por preocuparse de lo que nadie parece ver. En vez de andar solicitando alzarce en armas, el municipio debería de preocuparse de la desmejorada infrastructura vial de mi ciudad