A través de la historia. los estudiosos del desarrollo económico de los países, entre ellos Douglass North y Mancur Olson, premios Nóbel en Economía, han logrado identificar los determinantes del desarrollo, aquellos factores que si se cumplen, ayudan a los países a salir de la pobreza y lograr el despegue económico. Entre los más importantes se ubican los siguientes:
- Valores culturales
- Institucionalidad
- Educación
- Tamaño del mercado
- Infraestructura
- Inversión
- Ahorro
- Tecnología
- Visión
- Actitud emprendedora
- Libertad económica
- Diversificación económica
¿Se encontraban esos determinantes disponibles en nuestro país, a partir de 1830? Si las élites ecuatorianas habían leído las grandes obras de expertos en temas constitucionales, políticos y económicos de Europa y Estados Unidos, ¿Por qué no intentaron implementar lo que los autores sostenían? Hay ciertos determinantes que fueron muy difícil de imponer, como los valores culturales heredados de España que no estaban orientados a la creación de riqueza. El escritor español Domingo Felipe Meza Zavala, en su obra, Hispanoamérica-angloamérica: Causas y factores de su diferente evolución, claramente hace algunas diferencias entre las dos regiones. Los que poblaron la América Inglesa eran personas que trabajaban arduamente y lo hacían a gusto, estaban orientadas a la producción, mientras que los colonos españoles tenían costumbres y actitudes diametralmente opuestas; eran inclinados a disputas y conflictos, no tenían interés por el trabajo creador, preferían depender del Estado y buscaban la comodidad sin pensar que para obtenerla se necesita del esfuerzo. Osvaldo Hurtado en su libro, Las costumbres de los ecuatorianos, también se refiere a este tema. En mi obra Análisis del Entorno, las fuerzas que afectan a las empresas y prosperidad del país, dedico un capítulo a analizar el tema cultural.
Leyendo la Constitución de 1830 se puede concluir que Ecuador estaba condenado a la pobreza, por contener el obsoleto pensamiento económico español que desde el siglo XVII había convertido al reino de España en uno de los más pobres y atrasados de Europa. Los fundadores de Ecuador no pudieron despojarse de la manera de pensar española: se heredó el mismo sistema tributario oprobioso (contribución indígena, diezmo, etc.) y las mismas leyes caducas, como el código de comercio. La Constitución de 1830 otorga trece atribuciones al Congreso, las primeras cuatro son las siguientes: 1) “ Decretar los gastos públicos…”;2) “Establecer derechos e impuestos…”;3) ”Crear tributos…”; 4) “Conceder premios y recompensas….”Es fácil darse cuenta que se estaba creando una nación fiscalista y burocrática, preocupada de incrementar las rentas públicas sin ningún plan sobre cómo invertirlas. Entre las trece atribuciones, la séptima y única, hace referencia al ciudadano: “Promover la educación pública “. Entre las quince atribuciones del poder Ejecutivo, sólo una hace referencia al manejo de la economía. La décimo tercera lee: “Cuidar de la exacta recaudación e inversión de las rentas públicas “. Ninguna cláusula de la citada constitución obliga al Estado a promover la actividad económica, impulsar las obras de infraestructura y desarrollar el conocimiento. Tampoco se refiere a los derechos de la propiedad.
El caos de las finanzas públicas se inició con la primera administración en la nueva república del Ecuador. Flores, Valdivieso y García del Río, seguramente conocieron la aritmética política creada por los ingleses William Petty y Gregory King pues ya tenía 200 años de vida, por lo que asombra el desorden de la contabilidad pública y estadísticas durante la primera administración de Flores. La administración pública era total caos. El propio Ministro de Hacienda admitía que los funcionarios de renta no presentaban cuentas, se despreocupaban de exigir fianzas en los casos que la ley ordenaba, no existía uniformidad, ni tampoco suficiente precisión en el modo de presentar las partidas contables. El estado ecuatoriano desconocía el monto del endeudamiento público interno y externo. En palabras del ministro de hacienda, en su secretaría “…no había estados de los productos agrícolas, de movimientos de comercio…no existían cuadros de terrenos baldíos y demás propiedades nacionales…se ignoraba la clase y número de contribuyentes…”.
Al analizar las partidas en que se gastaron los recursos públicos en el primer año de nuestra república, el 73% fue canalizado para el mantenimiento de las fuerzas armadas y apenas 5% para educación y 2% para obras públicas. La ausencia de una sociedad dinámica con visión de futuro, explica la tragedia vivida en Ecuador en palabras del Ministro de Hacienda:
“Con la elección del general Flores se habían satisfecho simplemente las exigencias políticas; pero no las necesidades existentes en la situación de la Hacienda Pública que era indispensable mejorar, pues de otro modo no podía subsistir el nuevo Gobierno sin exponerse a graves peligros. El general Flores, no era el hombre más a propósito para hacer frente a esa situación con buen éxito…el país atravesaba una crisis desastrosa. La agricultura y el comercio habían llegado a una completa ruina; las propiedades territoriales casi no tenían valor; se vendían por la tercera o cuarta parte de sus valores legítimos. La producción apenas bastaba para cubrir sus gastos, por lo que los propietarios se veían muchas veces obligados a abandonar el trabajo de sus fincas, que de ese modo, cubiertas de malezas, se deterioraban diariamente; y el interés del dinero llegó por consecuencia de la situación a elevarse a un dos por ciento mensuales…”
” Las rentas fiscales tuvieron que disminuir en la misma proporción que la riqueza pública, siendo insuficientes para cubrir aún los gastos ordinarios, resultando un déficit notable en ellas que aumentaba día por día sucesivamente y, que unido a los impuestos extraordinarios, a los empréstitos gravosos y a las exacciones en especie de toda clase hechas a los propietarios, agricultores y ganaderos en el curso de las diferentes guerras y revoluciones, formaban una enorme deuda, sin que hubieran encontrado arbitrios para amortizarla, y sin que hubiera sido posible, en tales circunstancias conocer siquiera su monto total”.
Buen análisis y estudio histórico con su apreciación de la situación, la que nos ha hecho llegar en cada una de sus valiosas entregas. De lo que leo pudo observar que cuando se nos presenta una crisis, sea esta por causa interna o externa no sabemos cómo resolverla o por lo menos paliar los efectos para que no sean catastróficos como nos ha ocurrido. Ahora sería algo destacable el poderse protegernos con anticipación de una crisis. Pienso que si las personas dedicadas al manejo de la nación en todos sus ámbitos tuvieran en mente estas ideas como prioridad para sacar adelante nuestro querido país, otro será nuestro destino.
Economista: luego de leer los siete artículos de su autoría sobre «Falta de visión de los fundadores de Ecuador»,que me parecen muy esclarecedores sobre nuestra realidad socio-política y económica desde antes de ser República.Qué lástima que la verdadera historia de nuestra Patria no nos halla sido enseñada apegada a la verdad,me agradaría que las nuevas generaciones conozcan de sus aportes, fines esclarecer los entretelones de nuestro triste derrotero en más de 150 años.Honestamente, considero que Guayaquil debería haber sido república independiente desde sus inicios.Seríamos grandes, prósperos,y no estaríamos cómo estamos en la actualidad, próximos a experimentar un socialismo decadente. Mis felicitaciones por sus letras.
En uno de los diarios digitales de Guayaquil se difunden los nuevos artículos del revisionismo histórico local sobre Simón Bolívar, la anexión de Guayaquil a la Gran Colombia y la vida de esta república, San Martín, Olmedo y otros episodios. La serie sigue con el ?estudio? del nacimiento de la República del Ecuador.
Las ideas expuestas son muy simples: Simón Bolívar no fue estadista, era un contumaz ?centralista?, combatió a los federalistas y autonomistas, se enfrentó a prestantes figuras de la época para imponer su voluntad, anexó arbitrariamente Guayaquil a la Gran Colombia, esta república fue un fracaso. Todo ello se ?prueba? con abundante documentación, lo cual seguramente impresiona a los lectores.
Pero el ?revisionismo histórico? guayaquileño viene de la mano de los intereses políticos de la actualidad. Y, desde luego, nada tiene que ver con la historia científica.
Expliquemos por lo menos algo. En el pasado las distintas posiciones y proyectos políticos no se originaron por perversidad o mala fe. Respondieron, como siempre ocurre en historia (incluido el presente), a distintos intereses sociales. A la época de la independencia y del inicio de las nacientes repúblicas latinoamericanas hubo centralistas, federalistas, presidencialistas, parlamentaristas, monárquicos constitucionales, autonomistas, regionalistas, etc. Así como a los comerciantes importadores, exportadores y a los empresarios ?gran cacao? guayaquileños interesaba su ?libertad? para que un Estado ?centralista? no estorbe con impuestos, regulaciones en el mercado, leyes sociales, etc. (tal como ocurre hoy), al ?centralista? Bolívar le interesó una nación poderosa y unitaria. No es cierto que en Guayaquil predominaron los ?autonomistas?. Allí también hubo colombianófilos y peruanófilos. Todo esto lo analizó el historiador guayaquileño Camilo Destruge hace décadas. Simón Bolívar fue combatido en su época y él atacó a sus detractores. Lo único que eso prueba es que hubo diferentes intereses sociales en juego, que todo historiador científico -y no aficionado- los pondría en evidencia.
Ningún país latinoamericano nació federal. Venezuela, México y Argentina lo fueron bien entrado el siglo XIX. Cuando en 1859 se formaron cuatro gobiernos autónomos, el Ecuador casi desaparece. Entonces se impuso el guayaquileño Gabriel García Moreno con autoridad y centralismo absolutos. El federalista Vicente Rocafuerte enfrentó a Bolívar, pero como presidente del Ecuador inauguró el centralismo. Igual de centralista fue el manabita Eloy Alfaro. Guste o disguste, el ?centralismo? hizo al Ecuador, porque fue la forma de mantenerlo unido contra las oligarquías regionales. Es distinto discutirlo hoy.
El revisionismo histórico de moda en Guayaquil apuntala los deseos autonomistas y hasta separatistas de la oligarquía local actual. Y utiliza ciertos datos históricos a conveniencia para supuestamente ?demostrar? que Guayaquil siempre fue ?autonomista? y Bolívar su ?enemigo?. Parafraseando al célebre Agustín Cueva, allí se abunda con kilómetros de datos, pero con un milímetro de profundidad histórica.