21 noviembre, 2024

¡Desarrollar la inteligencia!

Existen tantas definiciones de inteligencia como conceptos de los seres humanos acerca de la misma. Busco, a través del presente ensayo, compartir con mis lectores los puntos de vista de un educador fascinado como yo con las neurociencias y por tanto, listo con estos conocimientos para implicarme cabalmente en el tema del desarrollo de la inteligencia. Después de todo, el pensamiento, la inteligencia humana son herramientas indispensables si se trata de educar a los más jóvenes. Definir la inteligencia y luego explicarnos cómo se desarrolla en los seres humanos será importante así como relacionar los procesos educativos con los procesos operativos del cerebro para lograr como resultado “gente inteligente”.

¿Cuáles son las definiciones más conocidas del vocablo “inteligencia”?. Suelo escuchar a mis compatriotas cosas como éstas… “habla bonito, no se le entiende nada, debe ser muy inteligente”, “esta persona resuelve problemas con gran facilidad”, “admiro a quienes con pocos recursos pueden lograr grandes cosas”, “su verbo convence al pueblo, es inteligente”, y otros tantos más…

Discutir los diferentes puntos de vista puede ser estéril, sobre todo tratándose de un espacio tan reducido como el de este escrito. Lo cierto es que percibimos la inteligencia de un individuo, sobre todo cuando en medio de sus pares, sobresale por su léxico, por su forma de enfocar y determinar los problemas, por su capacidad de resolverlos o por su facilidad para hacer que las cosas se cumplan… todo lo anterior tomando en cuenta al ámbito en el cual esa persona se fortalece, por ejemplo, en el deporte –inteligencia deportiva-, en el arte –inteligencia artística-, en los negocios y empresas –inteligencia financiera-, en las Matemáticas, la Física o la Filosofía –inteligencia lógica o matemática-, etc, etc, si usted estimado lector lee a Howard Gardener complementará esta propuesta del autor norteamericano acerca del tema de las “inteligencias múltiples”. Si prefiere algo menos teórico y más cercano a la práctica tal vez prefiera leer a Robert Sternberg y su “inteligencia triádica” o a Edward De Bono y su “critical thinking” o al judío Reuven Fourstain y su “análisis instrumental”.

Hoy, más que nunca, aprovechar de los geniales y constantes descubrimientos de los neurocientíficos y de los psicólogos cognitivos nos va ayudando a “cerrar el círculo” sobre tan debatido tema. Cuando los científicos modernos investigan, por ejemplo, el cerebro de los grandes “genios” universales, llámense Einstein o Mozart, deducen que el tamaño no es una variable adecuada para explicarnos el por qué sobresalían en su medio social. Hoy, sus “habilidades geniales” se explican mejor identificando dos aspectos importantes. Uno de ellos tiene que ver con la calidad y la cantidad de las conexiones sinápticas entre las células nerviosas del cerebro de los “genios” y el otro factor sería la relación fundamental del personaje con el medio o ambiente en que se ha desarrollado su vida, pues dependiendo de su exposición al medio existirán más o menos, buenos o no tan buenos aprendizajes. Al parecer, de la unión sinérgica de estos factores pueden salir algunas explicaciones razonables.

Comencemos por afirmar que desde el inicio los educadores –padres, maestros, etc- que tienen bajo su responsabilidad a los niños y niñas, deben escoger los mejores ambientes para el aprendizaje, sea éste informal –en casa- o formal –escuela o colegio-. En ese “ambiente enriquecido” el equilibrio emocional, los procesos mejoradores como el uso de música, lectura, motivación y hasta deporte pueden establecer la diferencia. Por lo anterior es que un último estudio norteamericano alerta sobre “la necesidad de que los educadores sean excelentes si se quiere formar personas inteligentes y capaces para la vida”, lo contrario implica mediocridad y retroceso. La exposición a estos ambientes, los cuales, en lo físico, deben ser limpios y ordenados, son determinantes para que las sinapsis neuronales busquen más y mejores conexiones usando además las sustancias bioquímicas que como la adrenalina, la dopamina, la coenzima Q, etc, tienen presencia fundamental en la actitud y aptitud del cerebro que aprende, para su desarrollo.

¿Qué sucede con los que desgraciadamente no tienen estos avances por diferentes circunstancias?. Pues siempre hay forma de recuperar en algo el tiempo perdido, pues la alta “plasticidad” del cerebro y hasta la conversión de “neuronas madres” en neuronas adultas y operativas puede darse con estímulos tales como el ejercicio físico, la lectura, el trabajo intelectual de juegos didácticos y hasta temas al parecer insignificantes como la práctica de los crucigramas y el sudoku. Siempre y cuando exista claridad en la propuesta, procesos debidamente previstos y seguimiento puntual de logros.

Como vemos, el tema de la inteligencia no puede ser ajeno a nuestra razón de ser como personas. Ya es tiempo de que dejemos de considerar al cerebro de nuestros estudiantes, hijos o amigos como una “caja negra” que sólo recepta información y la transmite de forma mecánica. El poder de la inteligencia humana es inconmensurable y la ciencia nos ofrece conocimientos modernísimos para explicarnos temas todavía obscuros para quienes educamos. Me atrevo a decir que vistas así las cosas, tal vez la pedagogía tiene serios apuros para seguir considerándose lo más importante para un educador… ¿verdad?

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