Para querer hay que conocer; para conocer un lugar hay que vivirlo, estudiarlo, sentirlo y entenderlo. Solo queriendo, con conciencia y conocimiento nos podemos comprometer y ser parte del lugar.
Ayer envié a comprar gasolina para salir en un bote a pasear y pescar con mi hijo, quien está acá de vacaciones acompañado con un amigo, y no me vendieron, está prohibido. No entendía por qué y me indicaron: “Decreto No.: 1470 Rafael Correa Delgado, Decreta: Art. 1. Las embarcaciones privadas para uso particular y de pesca deportiva, a nivel nacional, de bandera nacional o extranjera, deberán pagar los precios del mercado internacional. Dado Palacio Nacional, etc., etc.” Le pregunté a la Jefe de la Gasolinera si esto se aplica para un bote pequeño de madera con un motor de 40 caballos y me dijo: “ir a pescar o pasear es de pelucones y debemos acogernos a las disposiciones del Decreto, salvo que sea menos de 2 galones de gasolina”.
Indistinto a la cantidad de personas que vivimos acá, uno de los tantos factores causantes del deterioro en la calidad de vida dentro de las aéreas no protegidas que comparte esta excepcional región, es también no haber entendido que los comportamientos humanos no se los controla con prohibiciones o con creación de leyes especiales, sino en establecer claras políticas y lineamientos definidos en la planificación regional, acciones que en su momento no supimos hacerlas correctamente
dejando sin dirección clara a dónde queríamos llegar.
Hablábamos hace 20 años en lograr que cada residente de Galapagos sea su propio guardaparque y que el hecho de vivir con limitaciones, en “forma especial” compense por el privilegio de vivir en un lugar especial. Pero qué pasó?, dónde nos perdimos? ¿Tuvimos la fuerza (liderazgo y visión) para que las organizaciones de conservación entiendan y acepten esta inicial presencia humana como parte del gran todo, y dejamos que solo usen la necesidad de conservar los recursos naturales de Galapagos para el sostenimiento de sus legitimas causas?, ¿o dejamos que nuestras ambiciones personales e intereses políticos primaran en esta búsqueda de optimización de costos a cambio de vender Galapagos buscando mano de obra barata, y que este impulso migratorio rebasó tibias intenciones y ejercicios de control.
La población de Galapagos es un problema en la medida de su sobrecantidad en relación al área de su uso, y esto es grave. Sin embargo y sin desvincularnos de este factor, lo crítico a mi juicio, es que estamos perdiendo la batalla en la búsqueda de los valores de la insularidad, de lo isleño. De esa identificación geográfica que se debe reflejar en las expresiones de quienes habitamos en la región, de sentirnos representados en sus piedras, en sus iguanas, en capear las olas, en salir en nuestros botes al atardecer o amanecer; y que quizás al dañarse nuestro motor, tomarlo al hombro y llevarlo al taller.
Esta insularidad que trato de definir como la relación dinámica entre el lugar con la sociedad de ella que ahí se identifica , no tiene que ver con la circunstancia de quienes están habitando los poblados de la provincia, y que de paso lo hacen de espaldas al mar; con una indolencia ante la inmensa muralla que nos han levantado a todos, sin excluirnos las motivaciones que tengamos para estar acá a través de decretos absurdos, que mas allá de prohibir desincentivan a vincularnos al lugar, y que para hacerlo debamos mentir o sintamos que estamos haciendo algo ilegal. Seguimos aumentando población que no puede llegar a entender o conocer la vocación natural de la región.
En Galapagos usamos muchos los conceptos como “capacidad de carga”, “conservación de los recursos”, así como se aplican normas para proteger la operación turística de quienes cuentan con una concesión. Hablamos del o los modelos turísticos (¿) cuando acá el único modelo es y debería ser el turismo con naturaleza! Creemos que incorporamos a los habitantes actuales al modelo turístico haciendo que en sus casas hagan más habitaciones para que reciban turistas, o fomentando créditos para artesanías y camisetas a lo largo de nuestras calles principales, o atomizando servicios de baja calidad, y que decretos como el motivo de este articulo proteja al operador local con estos beneficios, subvencionando ahí sí a quienes se lucran de la explotación de los recursos naturales protegidos en derechos eternos y en detrimento de una verdadera calidad de vida para el resto.
Y por otro lado, esta misma condición de islas oceánicas, fundamento de la insularidad de Galapagos, que por tradición histórica dependemos del tráfico marítimo, y que por manejar solo los “conceptos de protección de invasión de especies” sin considerar los factores reales y prácticos de aspectos marítimos y logísticos pretenden, sin separar debidamente entre usos comerciales o privados, desviar previamente yates y veleros extranjeros a Manta a un sistema cuarentenario, cuando estos, bien representadas saben cumplir todas las normas y requisitos que se les impone para visitar las islas. Más aun cuando hay internacionalmente procedimientos de certificación y verificación más eficientes para lograr estos objetivos de control y se pueda cumplir el objetivo principal de la necesaria inspección previa, y de mitigar las amenazas que pudiera existir en introducir especies invasivas; pero no radicalizando con medidas alejadas a criterios prácticos de navegación que mataría el interés turístico de visitar por parte de óptimos clientes a nuestras islas, siendo estos los que debemos precautelar en beneficio de la región.
Mantengo el principio que nunca es tarde para tomar acciones; estoy planteando una propuesta de inspección previa a los barcos a través de certificadoras con protocolos desarrollados por nuestra autoridad local que defina lo que hay que asegurar para que estas naves no causen riesgos a las islas. Me apoyo con amigos técnicos tanto en Biología, como de controles cuarentenarios, así como de conocedores de temas navieros y marítimos del cual formo parte, para plantear la alternativa, optimizar las operaciones y no quedar solo en la crítica.
Debemos ser asertivos en presionar por dirigentes mejor preparados y con más visión; y que soy tan responsable como todos, del destino de mis islas por lo que haga o deje de hacer. No renunciemos a buscar la opinión de otros, generar discusión y pelear ante medidas absurdas.
Hoy casi no pudo mi hijo, a sus 15 años de edad pescar como yo quería, con valores de una familia insular: sin intermediarios, sin rentar un servicio, sino transmitiendo la esencia de las islas por un derecho de sí sentirme identificado con Galapagos, y que para hacerlo tuve casi que arrebatar ese combustible,…ya que no me resistiría en pensar cuando en el futuro me haga la pregunta: “-y tú qué hiciste para evitar esto?”.
Sr. Arenas. Una raya mas al tigre, me parece absurdo que se legisle para unos y no para todos en el Ecuador, nosotros los que si pagamos impuestos y que nos ganamos nuestro dinero honradamente no podemos darnos ciertos placeres que recompensan el esfuerzo de nuestro trabajo, yo creo que las autoridades deben legislar apuntando a mejorar el estandard de vida de todos los ecuatorianos, dije claramente mejorar no disminuir, por eso es que múchos Ecuatorianos se van a vivir al exterior por que aqui no existen incentivos de ninguna especie y si los hay buscan la forma de reducirlos o eliminarlos.
Irse a Bélgica y a Cuba de vacaciones 12 días en el avión presidencial no es de pelucones??
Linda la panga!