Uno de los sabios consejos de Mathias Claudius en su Carta a mi hijo Juan, dice: “Obedece a la autoridad… y deja que otros la discutan.”
Muchos de nosotros, si hubiéramos vivido en la época de Jesús, podríamos haber cuestionado la autoridad de Pedro, ya sea porque el Discípulo amado de Jesús era Juan, o por considerar más letrado a Pablo, o por simpatías por uno u otro de los demás Discípulos, pero Jesús fue muy claro al escoger a Pedro, para que apaciente su rebaño.
Creo que pocos de nosotros podríamos cuestionar la razón que tenía en sus argumentos Martín Lutero. En realidad la Iglesia llevaba un rumbo fuera de la palabra de Jesús, pero mucho más equivocado estuvo Lutero cuando permitió que su orgullo le permitiera apostatar de la fe católica y crear un cisma grave en la Iglesia. La Iglesia que fundó Jesús es una sola y la desunión entre hermanos es mucho más grave que todos los errores que Lutero anotó.
Jesús dejó definida hace casi dos mil años, la Jerarquía de su Iglesia: “Tu eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Así mismo, Jesús demostró con su vida la forma correcta de actuar: La humildad. Los últimos serán los primeros. El más grande es el que más sirve a los demás.
El pecado que condenó a Judas, no fue vender a Cristo. Jesús ya lo había perdonado cuando le dijo: “Anda y haz lo tuyo”. Su verdadero pecado fue un pecado de orgullo: Creer que su pecado era más grande que la misericordia de Jesús.
Conocí y admiré al Padre Federico Gagliardo. Un hombre excepcional, extraordinario amigo y un excelente Párroco. Compañero columnista en Diario El Telégrafo y en Desde mi Trinchera. Hombre de pensamiento claro, inteligente y de una espiritualidad extraordinaria. Conversé con él algunas veces cuando fue separado de su querida Parroquia de Los Ceibos y si bien es cierto que al comienzo estuvo dolido y reaccionó equivocadamente por la separación de sus feligreses tan queridos, no es menos cierto que cuando conversamos sobre el tema, hablaba también del respeto a la autoridad y de la necesidad de aceptar mansamente la voluntad de Dios.
Las autoridades son humanas y errores los podemos cometer y los cometemos todos y es más, a cada rato porque somos humanos. Sólo Dios es perfecto y su sabiduría ha permitido que la Iglesia tenga períodos de crisis para aprender humildad. ¡Con cuánta razón y humildad Juan Pablo II pidió perdón por los errores de la Iglesia! Me ha dado pena la actitud de algunos amigos de los Ceibos en contra de la autoridad eclesiástica de Guayaquil. Pido a los que actuaron erradamente, que reflexionen y permitan que nuestro amigo Federico Gagliardo descanse en paz con el Señor y ofrezcan un desagravio a nuestro Arzobispo, representante de Dios en nuestra Ciudad.
Soy ignorante en mucho de la Doctrina Cristiana Católica, solo me considero una humilde aprendís del cristianismo y me entristece darme cuenta de que muchas personas van a los actos litúrgicos solo por esnobismo y se dejan llevar por lo supérfluo en lugar ir al fondo mismo del cristianismo.
No he sido feligrés de la Iglesia de Los Ceibos, pero tuve excelentes referencias del padre Gagliardo, talvez tendrían razón las personas que desearon que el siga con ellos, pero estuvo muy mal esa actitud de soberbia y violencia.
Pienso (aunque puedo estar equivocada) que los sacerdotes deberían acercarse mas individualmente a las personas que los rodean y explicarles sencillamente por que son católicos y como deben portarse respecto al prójimo, creo que deben ponerse mas a la altura de los pecadores, demostrarles comprensión y atraerlos al rebaño de Dios con esperanzas, como lo hacen en otras religiones a las cuales especialmente los jovenes se unen,por que desconocen que la Iglesia Católica también les puede dar consuelo y fortaleza en Cristo.
María: Quiero decirle que me encanta su honestidad. Me parece usted una persona muy valiosa y con criterio.
Tiene toda la razón en cuanto a su comentario sobre la forma como algunos (¡y no pocos!) católicos asisten a los actos litúrgicos. Esto es normal que ocurra donde la religión es altamente mayoritaria. La gente es bautizada y ya por eso dicen que son católicos, pero no viven su religión, ni les interesa hacerlo. Son católicos de nombre. Por eso, algunos oyen de otros grupos y se dejan llevar, pues creen que esa sí es la verdadera religión, sin darse cuenta que en la católica también hay grupos y muy numerosos de fervientes católicos. A mí me impactó mucho en un viaje hace un par de años en Roma, ver las Iglesias prácticamente vacías en las misas de los Domingos.
En relación con la muerte de mi buen amigo, el Padre Gagliardo, lo que es una pena es la actuación de algunos feligreses, de abuchear al Arzobispo. La decisión del Arzobispo de cambiar al Padre Federico pudo estar bien o mal tomada. Eso queda en el criterio del Arzobispo, pero el Arzobispo es la máxima autoridad ecleciástica de la Provincia y sus decisiones DEBEN ser acatadas por todos en la Provincia. Si se equivocó, sólo él puede dar marcha atrás y nadie tiene derecho a cuestionar su decisión. Ese fue el error del Padre Federico al comienzo. Sin embargo él, pese a su resentimiento, aceptó la voluntad del Arzobispo. Los que no lo aceptaron e hicieron mal, fueros algunos de sus feligreses.
Por último, usted está en lo correcto y con mucho criterio al expresar que los sacerdotes deben apegarse más al mundo real, a las necesidades de sus feligreses. El mundo actual está lleno de materialismo y volteamos a Dios, solamente cuando nos vemos en las necesidades de Él. Resulta difícil hacer que la gente comprenda que Dios está con nosotros en todo momento y que Él debe ser siempre nuestro compañero, nuestra guía Como Él mismo lo dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida
Un beso
Concuerdo con usted, Dr. Gómez. La Parroquia María Madre de la Iglesia (sacerdotes y feligreses) debería desagraviar al Arzobispo de Guayaquil, máxima autoridad eclesiástica de la ciudad, por el bochornoso y repobable exabrupto que un pequeño grupo de sus miembros infirió a Mons. Arregui, durante el velatorio del P. Gagliardo.
No hay excusa valedera para faltar el respeto y hacer gala de intolerancia y mala educación, menos aún en la Casa de Dios.
No era yo feligresa de dicha iglesia cuando ocurrió la separación del P. Gagliardo (ahora sí lo soy), pero conocí mucho de la extraordinaria labor que él realizó, principalmente entre los jóvenes. Como muchos otros, no estuve de acuerdo con ese cambio que a simple vista obedecía a una presión política. Pero la verdad del asunto queda entre Dios y Mons. Arregui. Si éste último se equivocó, no nos corresponde a nosotros juzgarlo. Y como rezamos todos los días en la oración que Jesús nos enseñó «perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden», demostremos que asimilamos sus enseñanzas para ser dignos de Su misericordia.
I. Hurtado Y.