Preocupa la “indiosincrasia” de nuestros políticos. El afán competitivo los hace pensar en vencer sin importarles si el país gana o pierde. Lo importante es vencer, vencer en las elecciones, vencer imponiendo sus teorías, vencer sin importarles que lo negativo se imponga, que el más necesitado salga perjudicado, que lo que se resuelve destruya al país.
Cuando se pasa a votar cometiendo irregularidades apoyado en la mayoría, ya sea del gobierno o de la oposición, se pasa de dejar a un lado el respeto a la ley, y pasar a la imposición de la ley del más fuerte y a expresar, no lo conveniente para la patria, sino lo que desea imponer el grupo que tiene la mayoría.
La ley del más fuerte nos vuelve a la época prehistórica, donde el más fuerte mandaba, dejando a un lado el raciocinio, la verdad y el consenso, para pasar a imponer lo que ordena la mayoría. Eso no se llama democracia, se llama imposición.
El consenso es la forma correcta de vivir la democracia. Es la forma inteligente de gobernar. La ley del más bruto, del más fuerte, la ley del troglodita, del que impone la ley por la fuerza del poder, es una ley que produce malestar en el ambiente. Para lograr ese tipo de imposición, lo único que se requiere es tener la mayoría, ya sea por el temor o por la compra de conciencias para lograr el número suficiente de votos. En esa forma, se deja a un lado el raciocinio, el diálogo, el pensar en la conveniencia o no de tal o cual proyecto o de determinada ley.
Esta actitud es muy propia de las personas que tienen una idea fija, pero no están seguros de la conveniencia o no de su idea. Tienen miedo del raciocinio, de escuchar con empatía, de que alguien les pueda hacer ver su error. El que está seguro de que sus lineamientos son correctos y está siguiendo las reglas de lo ético, respetando y dando valor a los principios morales, no tiene miedo de escuchar a alguien con una idea diferente a la suya y de cambiar de opinión si lo encuentra necesario. Para eso se requiere integridad moral y honestidad.
Esta imposición no democrática, sino abusiva, lleva a ciertos aprovechados infiltrados en el poder, a abusar del puesto y sacar partido, ventajas económicas, aupar amigos y robar con el disfraz de comisiones o regalías, sabiendo que, al ser parte de la mayoría que manda, sus delitos quedarán impunes.
Es malo sembrar odios. Quien siembra vientos cosecha tempestades. Cuánto bien le haría a este Gobierno que nuestro Presidente dejara de atacar a sus opositores, que permita que los políticos de oposición trabajen y demuestren que son capaces también y que todos trabajemos para lograr un Ecuador unido, construido sobre la base del amor fraterno y del amor a la Patria, lo que sería mucho mejor que esta guerra fratricida que destruye nuestro país.