Comencemos diciendo que es un honor ser ecuatoriano. Hay compatriotas que se quejan sobre Ecuador, que quieren irse fuera porque aquí no hay oportunidades o porque el país no los trata bien. Pues bien, esta es la realidad en que nos toca estar. Este es el momento histórico y el lugar donde nos tocó nacer. Dejemos de reclamar y empecemos a ver el hecho de ser ecuatorianos como un placer, como un reto. Como un honor. Parecería irónico que muchísimos extranjeros vengan acá a buscar suerte y decidan quedarse y hasta hagan fortunas. No es irónico. Ellos ven lo que nosotros no aceptamos ver.
¿Qué tal si nos dejamos de quejar?, si dejamos de caer en el querer hacer dinero fácil – o mejor dicho en abusar o robar-; qué tal si dejamos la corrupción la cual ayudamos a perpetuarla. Trabajemos por el por nosotros mismos y por el Ecuador.
Solo así nos daremos cuenta que si nacimos en Ecuador con talentos y cualidades y que si nos enfocamos en estos podemos hacer mucho por nosotros y por nuestra familia, así como por nuestros compatriotas. Comencemos por nuestros amigos, vecinos y luego por el resto de compatriotas.
Empecemos a sentirnos contentos con lo que tenemos y así podremos ser ricos. Pero esta fortuna no necesariamente tiene que ser económica. Lo importante es que esa felicidad la sintamos. Necesitamos hacer lo que hagamos con y por amor y el amor tiene implícito la dualidad paz /sacrificio. Son las dos realidades con que existimos hasta que morimos. Y están completamente relacionadas.
Por supuesto que existen otras razas más antiguas y por ende más avanzadas que nosotros en comprenderse, protegerse y avanzar juntos. Tenemos antiguamente a los griegos, a los romanos, etc. (de quienes perduran la más antigua es la judía). También tenemos la cultura árabe, la babilónica (actual Iraq), la persa (actual Irán), los hunos (alemanes), orientales (chinos, japoneses, coreanos, etc.) Siempre tratando de conquistar, de avanzar, de defenderse, de superarse, pero no cada uno por su lado, sino como grupo. Orgullosos de su identidad.
Debemos reconocer y aceptar el hecho de que somos nuevos comparados con ellos, que algunos tienen miles de años. Pero a eso debemos llegar y debemos mejorar y en poco tiempo aprovechando la tecnología y búsqueda del bien común, ya que ayudan a este noble fin. Entonces lo primero que debemos sentir es admiración por el Ecuador y por los ecuatorianos. Cuando hagamos valoraciones sobre nuestros hermanos o sobre nosotros mismos, tengamos en cuenta que ser guayaquileño es un orgullo, sí, pero también lo es el ser quiteño, cuencano, ambateño, lojano, etc.
Integrémonos todos en una gran familia. Integremos al ‘otro’ en nuestro círculo de existencia y convivencia. Sepamos que nuestro lugar específico de origen (región, provincia, cantón, ciudad) es lo que un pariente sería para el tronco familiar, o sea que no importa dónde específicamente hayamos nacido, lo importante es que somos compatriotas y como tales debemos querernos y respetarnos, porque cada uno de nosotros, en nuestra individualidad y diversidad, representa al Ecuador. Sólo así forjaremos una verdadera y duradera IDENTIDAD ECUATORIANA. Transformando este viejo Ecuador en un nuevo Ecuador.
Considero noble su voluntad integradora, pero en la practica histórica no existe nada mas inútil que un sentimiento no correspondido.
La historia republicana del ecuador, revela grandes inconsistencias desde sus inicios, tal vez era lo que avisoraba Jose Joaquin de Olmedo, al punto de resistirse a una anexión inconsulta y obligada por la fuerza de las circunstancias, del territorio guayaquileño.
El tiempo le ha dado la razón. Solo es posible identificarse con quienes le corresponden con verdadero aprecio a sus costumbres y cultura.