Es una de esas tardes abúlicas de domingo, sentado frente al calor de la ciudad y a estas alturas de la vida, frente a uno mismo, cuando ya no tienes imagen que crear, todo está dicho, todo está hecho. Sientes que simplemente te puedes parar ante la vida porque sabes que lo que has vivido lo has hecho con la convicción de aceptar las consecuencias de lo malo y el premio de lo bueno. Dicen los entendidos en las prácticas filosofales que este estado de la vida del ser humano lo sitúa por encima del bien y del mal.
Un poco es cierto, porque si has vivido con conciencia de lo que haces, sí estas sobre el bien y el mal, si no lo has hecho, sino que hipócritamente te has ocultado en supuestos principios o te has pegado a normas sociales de comportamiento por seguir al círculo, tienes que aceptar un castigo muy severo, no sé quién te lo cobrara, porque desperdiciaste tu vida, si vives de una u otra forma, siempre debes tener conciencia de lo que haces.
Parte de mi vida la he hecho en torno a la comunicación, es una realidad que lo que he hecho siempre ha guardado estrecha relación con mi concepto de vida, pero siempre me centre en el concepto de lo posible, en lo que debía hacer yo para cumplir mi rol social, en los primeros e idílicos años de vida pública es normal que quieras implantar una idea, hacer de tu idea una que sea de aplicación común, sueñas con ser el guía, el mentor, pero conforme pasa el tiempo, aceptas que el mejor guía es aquel que sabe llevar su propia vida, que la suma de intenciones individuales conceptúa lo que es la comunidad o el grupo comunal con el que te identificas.
Pero, si ves hacia otros grupos con gentes similares a ti, sin referirme a la relativa igualdad y/o desigualdad de las llamadas clases sociales, en diferentes condiciones económicas e intelectuales, vas a encontrar identidad de proyectos, de deseos, de anhelos y de angustias e inexorablemente las mismas ilusiones y sueños. Vestidos de otra manera, con otro calendario y quizás con diferentes premuras.
El error de quien se sitúa a sí mismo como pensador es auto elevarse encima del común de las personas, pero creo que el verdadero creador de pensamientos se sienta en el mismo banco del parque que yo, que vive mis mismas angustias, que anhela el mismo trago de agua helada en la tarde caliente, esos seres, normalmente con canas a los que califican de adultos mayores que si están por encima del bien y del mal, ya no son mas parte de nuestras vidas, los jubilaron, los sentaron por encima de su misma vida y los convirtieron en no-ciudadanos, fueron eliminados de un plumazo legislativo, se olvidaron los geniales legisladores que más tarde, si sobreviven al chuchaqui de su triunfalismo, también tendrán que pasar a ser eso, personas incapaces de vivir por viejos.
Me siento derretido en una espantosa imagen de Kafka, por más que mi vida no haya sido el ejemplo ni lo productiva que hubiera querido, pienso haber acumulado algo de experiencia, lo que nos permite por lo menos decirles a los más jóvenes, ¡hey por ahí no!, más que sea el legado de la experiencia podemos entregar, pero conforme la lógica de los revolucionarios legisladores a los sesenta y cinco años hemos dejado de existir a la vida productiva, obligatoriamente, ni siquiera tenemos el derecho de escoger en que momentos morimos, simplemente por disposición legal revolucionaria pasamos a ser nada.
Examinemos brevemente los tiempos de preparación: siguiendo una vida normal, dentro de un pre programa establecido en la lógica de una vida en cualquiera de las dos sociedades, la burguesa o la socialista, a los 18 años eres bachiller, a los 24 tienes una profesión con titulo de tercer nivel, entras a trabajar y sacrificando horas de sueño y de descanso del fin de semana, entre los 27 y 30 años tienes una maestría, de ahí el camino posible a una segunda titulación o a un PHD implica cinco años más. El profesional con total capacitación escolástica esta en plenitud del inicio de una verdadera vida productiva a favor de la sociedad entre los 35 a 40 años. Esto significa que según los genios legisladores, te has preparado prácticamente por 35 años, para producir por 25 a 30 y convertirte en menos útil que un traje.
La idea de poner jóvenes a ocuparse de la cosa pública es positiva, pero reflexiono en el porqué las grandes sociedades respetan a sus mayores y a sus ancianos y representan en ellos la sabiduría y el principio de la sapiencia. ¿Será acaso que el haber vivido te permite escoger cuando las acciones están bien o mal, y eso permite discernir dentro de la lógica el camino a seguir, sin obediencia ciega?. El caso es que los jóvenes normalmente se lanzan sin meditar. ¿Será acaso que es necesario eliminar a los mayores porque estos están en capacidad de diferenciar el bien y el mal, mientras que a los jóvenes por pasiones los pueden guiar sin temor alguno, incluso al despeñadero?. Reflexionemos porque, algún fin hay escondido en este tema, nada se hace sin un objetivo político final plenamente definido, pensado y meditado. Quienes crean lo contrario están perdidos. Todo tiene un fin y un objetivo político, todo forma parte de un plan fríamente concebido…., por gente mayor de alrededor de los sesenta y cinco años, junto a unos pocos de alrededor de los cincuenta, que esperan quedarse mandando mucho mas allá de los sesenta y cinco, sin que los obliguen a jubilarse, en eso cuadra el acomodo de las leyes y sus excepciones.
La edad no es sólo una etapa biológica, sobre todo es una actitud mental. Las fuerzas armadas, así con minúsculas por que no se trata de un nombre propio, establecieron los 65 años como límite para ser miembros activos e ilegalmente han aplicdo esta norma hasta a los empleados civiles, pero la historia nos dice que en las grandes batallas estuvieron al mando de los ejercito generales de más edad y al mando de las naciones más poderosas, septuagenarios. Al margen de eso, la Constitución del Ecuador textualmente dice «Nadie podrá ser discriminado por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, sexo…» Sólo el respeto a la Ley por todos, nos hará libres a todos. Ese debe ser el reto de nuestro Ecuador.