21 noviembre, 2024

Los arrepentidos tardíos

La libertad de prensa es un bien inestimable e irrenunciable a estas alturas de la historia de la humanidad, esto constituye casi un dogma y por ende no se discute. Pero otro dogma, no menos importante, nos dice que toda libertad, al ser ejercida, tiene o debe tener límites, so pena de convertirse en libertinaje y afectar por ende la libertad de otros. Esto dicho a manera de premisa para que no se nos acuse luego de enemigos de la libertad y menos de la sacrosanta libertad de expresión.

Hay un sector de la prensa cuya actividad, se sobrepone difusa y muchas veces inadvertidamente con un sector igualmente importante de la actividad social: la política. Y es que todos aquellos miembros de la prensa cuya actividad profesional los lleva comentar sobre la actividad de los políticos, terminan, quiéranlo o no, haciendo también ellos política, incluso con una clara ventaja puesto que muchos de ellos tienen tribuna libre, (en algunos casos incluso diaria), a su disposición para transmitir sus opiniones y sus afectos y desafectos. En esto hay que incluir no solamente a los comentaristas propiamente dichos, sino también a los directores de los medios, sus editores políticos, sus editorialistas y hasta los caricaturistas, pues todos ellos tienen incidencia, mayor o menor, directa o indirecta, en el manejo y análisis de la actividad de los dirigentes y líderes políticos de un país.

Como en toda actividad humana, también dentro de esta que podríamos llamar “prensa política”, hay quienes destacan y ejercen un claro liderazgo entre sus pares, convirtiéndose en “formadores de opinión”, y como en todos los aspectos de la vida, unos ejercen responsablemente ésa función y otros no.

Hace muchos años ésa función era cumplida principalmente por hombres de ilustrada pluma, que adquirieron gran renombre, en todos los países del mundo y en algunos casos incluso alcanzaron prestigio internacional. Luego con el advenimiento de la televisión, apareció la figura del comentarista televisivo que gradualmente fue opacando a sus colegas de la prensa escrita o por lo menos a la mayoría de ellos. Finalmente, en nuestros tiempos y especialmente en países pequeños como el nuestro, tenemos que algunas de estas figuras actúan simultáneamente en ambos tipos de medios, los escritos y los hablados y a veces en más de una función: comentaristas y editores políticos, jefes de noticieros de TV y comentaristas de diarios, etc., etc.

Ciertamente que su actividad básica es la de hombres de prensa y aunque lo nieguen en todas las formas, el hecho de opinar sobre la actividad política los hace partícipes de tal actividad, directa e indirectamente y tal es su poder, que en muchos casos ejercen soberbia y hasta irreflexivamente, que como ha sucedido en varios países, pueden llegar a destruir una entera clase política.

Quizás el más emblemático sea el caso de Cuba con la famosa revista “BOHEMIA” en los tiempos previos a la subida al poder del castrismo; tan claro es el caso que años después el que fuera su Director, terminó suicidándose por el peso de la culpabilidad que sentía por lo sucedido en su país, y por su contribución a la demolición del sistema político anterior que hoy en día resulta para muchos, menos malo que el que ése país ha tenido que soportar durante ya 50 años sin que se vislumbre aún su final.

En toda Latinoamérica hemos visto varios casos: el de Venezuela y el de Argentina, para poner dos ejemplos. En el primero, la “revolución pacífica” que fomentó la mayor parte de la prensa terminó devorándolos prácticamente a todos y hoy vemos que en ése país, poco falta para que la libertad de prensa desaparezca del todo. En Argentina los medios se convirtieron en cajón de resonancia del grito aquél tan autodestructivo de “¡ Qué se vayan todos !”, que dio lugar a una sorprendente sucesión de 5 gobiernos en dos semanas, (record histórico absoluto, por lo menos en América Latina), que no solucionó ninguno de los problemas de fondo de dicho país, (simplemente los postergó sin fecha en medio sí de una seria degradación social que hasta hoy se mantiene y se agrava día a día), también con consecuencias negativas para la libertad de prensa, hoy bajo ataque del poder central.

En nuestro país vimos con cuánto entusiasmo algunos de estos periodistas–políticos formaron lo que en la práctica terminó siendo el partido político más pequeño, (¡ los más importantes no son más de 6 en todo el país !), pero más poderoso de la historia de la República y, actuando con saña sin igual, con furia y pasión, propias de quinceañeros románticos y noveleros, demolieron el “viejo orden”, barriendo simultáneamente con lo malo y lo bueno, sin hacer distingos, y sin detenerse a pensar que habiendo algunos “hombres justos” hubiera sido preferible no destruir la “ciudad entera” como Jehová hizo con Sodoma y Gomorra, según el Antiguo Testamento, sino tratar de salvar el sistema haciendo palanca precisamente en ésos, (pocos o muchos, es cuestión de puntos de vista), hombres justos que sí había y que podrían haberse convertido en la semilla del renacimiento nacional.

Se olvidaron estos periodistas – políticos que toda revolución comienza por devorar a sus hijos y, por lógica elemental, a aquellos que precisamente por actuar a nivel de opinión pública pueden ser un peligro para esa “revolución”, así con comillas no más porque lo que tenemos no llega a tanto, es un simple ensayo de revolución que encubre sí mucho revanchismo y mucho resentimiento, personal y social. Cuando vieron que el fuego que ellos lanzaron sobre el antiguo sistema, se volvía en su contra, se arrepintieron y sin reconocer nunca su culpa, (salvo la excepción de uno que sí hizo un “mea culpa” público aunque extemporáneo para luego quitarse la careta de “independiente” y meterse de lleno en la arena política), se lanzaron a atacar al “nuevo orden”, en defensa supuestamente de la libertad y por cierto que para tratar de disimular su pecado anterior. Y seamos francos: también en defensa de su fuente de ingresos que les permite subsistir y cohabitar o por lo menos alternar con una elite de la que reniegan fervorosamente. Lo uno no obsta lo otro, el maniqueísmo y el cinismo es una moda de los tiempos modernos.

De ahí el nombre de “arrepentidos tardíos”: demoraron en arrepentirse y cuando lo hicieron ya era muy tarde para parar el mal que atrajeron sobre nuestro país.

Poco a poco han ido cayendo del Olimpo que se auto-erigieron, devorados a hierro y fuego por el gobierno de “mentes lúcidas, corazones ardientes y manos limpias” que tan desaprensivamente ayudaron a crear, a duras penas sobreviven unos dos o tres, los otros están de “vacaciones” sin fecha de retorno, “ad vitam aeternam” es decir por siempre y que quede claro que los dos o tres mencionados que sobreviven todavía, lo hacen en espera de que sus patrones se vean forzados a entregar sus cabezas en bandeja de plata, como la del Bautista le fuera entregada a Salomé, en el vano intento al que llegarán para salvar sus propias cabezas y negocios.

Revisando pues esta historia reciente, nos viene a la mente una inquietud: sin tan políticos son los dirigentes de los partidos como estos periodistas–políticos, ¿ porqué éstos últimos no hacen un ejercicio de coherencia mental y moral y se aplican también ellos aquello de “¡ qué se vayan todos !” ? Si eran y siguen siendo, parte de un “viejo orden” que merecía el fuego del infierno, por lógica elemental habría que pensar que ellos también lo merecen y por ende deberían ellos también jubilarse, todos, de una buena vez y por todas y sin pretender volver. Si fuera cierto que el país necesitaba una nueva clase política, también es cierto entonces que necesita una nueva prensa. Y la vara con que unos miden o midieron a otros, la deberían aplicar para medirse ellos mismos.

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  1. este articulo lo percibo escrito con gran dosis de serenidad y profundidad, es lo que llamaría «jarabe de palo» (y muy bien merecido), para todos esos periodistas que durante décadas colaboraron con el oscurantismo pasado del país y que abrieron así mismo, las puertas del oscurantismo actual que cubre a la república.

    Ojala tuvieran la decencia de proceder como el director de la revista que señala en lineas arriba…al menos les concedería un agradecido minuto de silencio a su memoria. Pero me engaño solo, no tienen la mas remota idea de lo que ello significa.

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