“Un dictador es un animal complicado. Es generalmente desconfiado, suele estar permanentemente malhumorado y, para colmo, sus tendencias violentas están más que constatadas. Por eso hay muchos que son partidarios de hablarles siempre en privado y con susurros, nunca en público, y menos a gritos” ha dicho en una columna publicada el 28 de enero en el diario español El País el periodista y escritor José Ignacio Torreblanca.
Hace unos días acabé de releer el libro titulado El Gran Ausente, una biografía de José María Velasco Ibarra, cinco veces presidente del Ecuador, político controvertido pero reconocido en todo el mundo como un ilustre pensador, autor de varias obras sobre ciencias políticas, derecho internacional y derecho constitucional, y profesor, durante sus exilios, de varias de las más reputadas universidades del continente.
Leyendo a Torreblanca recordé haber señalado algunos párrafos del libro escrito por el estadounidense Robert Norris, en que éste reproduce conceptos emitidos por Velasco Ibarra en su columna “Acotaciones”, publicadas en el diario El Comercio en agosto de 1930.
Con una antelación de ochenta años el tempestuoso político retrata la hora actual del Ecuador y de algunos países de América Latina al hacer la diferencia conceptual entre el “conductor de masas” y el “caudillo”, especie que engloba al dictador al que se refiere el periodista español.
El primero es, para Velasco Ibarra,
el hombre que con el pensamiento interpreta a las gentes en sus anhelos de ellas; es el hombre que a la multitud le aclara lo que la misma multitud anhela y siente pero sin darse cabal cuenta (…) El prestigio de ese hombre, entonces, no se basa en el dinero propio o ajeno que regala; en las cosas materiales que ofrece; en las ceremonias; en la adulación de los indignos; en la propaganda mentirosa. El prestigio de ese hombre se basa en que representa un pensamiento individual correspondiente a una oscura, pero irresistible tendencia social”.
El conductor debe privilegiar las virtudes morales y
“preocuparse por el alma de los pueblos, ilustrar el mayor número posible de gentes, inspirarles sentimientos de deber, sacrificio y civismo y despertar entusiasmos por nobles ideales”.
En las antípodas de lo ético coloca Velasco Ibarra al “caudillo” y su pretensión tiránica de confundir sus apetitos particulares de dominación total con los anhelos populares. En sus “Acotaciones” del 30 de agosto de 1930 el ya desaparecido político ecuatoriano afirma que
La primera infamia de los caudillos es el imaginarse que no son hombres como los demás y hacerse proclamar superhombres por los pueblos ingenuos. Ellos, los caudillos, sujetos al pecado y a la muerte, a la ignorancia y a la debilidad, se creen la condición única y necesaria para que haya caminos e higiene y honradez y admiración y hasta arreglos internacionales. Pueblos perezosos y decaídos, hombres sin dignidad, anhelosos de éxitos fáciles, aceptan esas pretensiones, y el caudillo, el superhombre más y más se hincha, se envanece, se endiosa. El pueblo, confiado en el caudillo, abandona la lucha cívica y los caracteres degeneran. El reconocimiento de adulación y aplauso corrompe más y más a quienes los prodigan y al que los recibe. A poco el caudillo es infalible. La prensa no tiene otro permiso que el de analizar y publicar las excelencias de la regeneración nacional. Invéntese leyes llamadas mordaza. El hombre libre ve ultrajada su dignidad. Sepultado en la mazmorra o en una isla, está al margen del derecho humano porque ha negado la divina infalibilidad del caudillo. La gratitud nacional envuelve rendida al Fundador y Padre de la Patria, de la Patria nueva, como en solemne homenaje se acercan las nubes a la helada cima del Chimborazo”.
El “caudillo”, tan común en nuestra América hispana a lo largo de la historia, y tan actual en una época en que suponíamos que la conciencia democrática lo había desarraigado, aspira a la perennidad. No a la de la gloria prefabricada o del adulo tarifado sino a la de su permanencia en el poder. La Constitución, que a menudo el mismo fabrica con una manada de legisladores obedientes, debe ser reformada cuantas veces plazca al tirano para permitir su reelección. Velasco Ibarra lo retrata:
“La Carta Fundamental ¿pide la alternabilidad y responsabilidad republicanas? Sí, pero cuando se trata de hombres, no de superhombres. Estos nacieron para imperar siempre. Refórmense las Constituciones con pretextos o sin pretextos, con mentiras o sin ellas, y el caudillo rige once, veinte años, toda la vida. Dueño del dinero nacional, lo coge, lo roba para sí, para los suyos, para sus amigos, y castiga a quienes él llama ladrones y aplasta a ideólogos, idealistas, a utópicos; que toda la vida es hechos, no palabras, y que el fin humano es el rebaño manso, constante en el placer, abundoso en lana. Carne”.
Ricardo: Cuanta falta hace en nuestro país un ilustre pensador y visionario como Velasco Ibarra y nun presidente con temperamento como LOeón Febres Cordero.
que artìculo señor¡. Què sapiencia e ilustraciòn de Velasco Ibarra a quien tuve la suerte de conocerlo por unos minutos, allì sentado en su escritorio de la Presidencia, donde abria los brazos y exclamaba su preocupaciòn por la Patria. Eramos una delegaciòn de un Municipio y sin sser sus partidarios, francamente nos deslumbrò. Y què bien traìdas us palabraas por usted, en estos momentos espantosos del Ecuador donde un hombre medio convertido en tirano aahora quiere todos los poderes. Si todos los ecuatorianos pudieramos leer y entender ¡ Felicitaciones.
ESTUPENDO, DESCRIBE NO SOLO LA RECIA CULTURA DE VELASCO I. SINO LA PERFECTA DIFERENCIA ENTRE CAUDILLO Y CONDUCTOR DE MASAS ( QUE AL PARECER YA NO EXISTEN).
Ricardo que buen analisis de la personalidad de Velasco Ibarra,gran conductor de masas,ilustró al pueblo que para ser libre era necesario estudiar y prepararse.Reclamó para el pueblo el sufragio libre i universal.
Ricardo:
Excelente el artículo con sus análisis. Cómo quisiera que estos pensamientos del ilustre Velasco Ibarra llegarán a todos los jóvenes de mi patria. Dios bendiga al presidente-dictador Rafael correa y nos libre de él.
El denominador común de los tiranos, es creer que si se los saca del poder, el planeta Tierra dejará de girar.
Es verdad que Velasco Ibarra solía hablar hasta por los codos, y cuando lo hacía tenía el secreto de cómo inflamar a las masas. No sin razón se le atribuye la frase: ?Denme un balcón y volveré a la presidencia? Eran los inicios del populismo en Latinoamérica.
En estos momento estoy siguiendo minuto a minuto los acontecimientos en Oriente Medio, le ha tocado al gran Egipto en estos momentos, ¿cuál será el próximo?
Lo cierto es que cada cadena informativa le dedica grandes espacios. Aljazeera, es la que mas se aproxima de la problemática local, CNN repite los mismos estribillos de una superpotencia extenuada y que ya nadie quiere escuchar. La inglesa BBC nos presenta a una despeinada y aturdida Sra. Ashton, que dice representar a las anonadadas chancillerías europeas; la sarkosyana TV5 mordiéndose los dedos por su falta de visión, al haber nombrado al tirano Mubarak como vicepresidente de su Unión por el Mediterráneo, para asociarse a las tiranías medí orientales y sus recursos.
En fin, todos están de acuerdo en que ese lugar del mundo ya no puede seguir congelado en tiempo y espacio.
Todo eso para decir que un tirano es un tirano donde quiera que éste se encuentre. Son testarudos, petulantes, ególatras, violentos, mamarrachos, egoístas, oportunistas, tergiversadores y prevaricadores. En su mayoría han sido vagonetas muertos de hambre que se aprovechan de su cargo para enriquecerse, y llenar los bolsillos de toda su parentela que es tan inmoral y sinvergüenza como él.
Las horas ya están contadas para el tirano egipcio, otras cabezas caerán. Y, ¿nosotros?
¿Hasta cuando esperaremos para mandarlo a la cárcel para que pague por sus abusos, o a un hospital psiquiátrico para que deje de ser un problema para la sociedad?
Saludos Ricardo: Realmente hay gente predestinada para analizar la naturaleza humana, por algo lo llamaban profeta a Velasco. Su condición de psicólogo trató de enviar a su pueblo un mensaje para evitar caer en el error, pero, el pueblo no es la palabra de Dios, porque si así fuese Dios se avergonzaría de su tamaña equivocación de haber elegido a RCD