Que fascinación que ejerce Guayaquil sobre este gobierno. No pasa día donde no tengan que referirse a la ciudad para denunciar todo lo malo de quienes nacimos y moramos en ella. Criminales, ladrones, mentirosos y sinvergüenzas son unos de los tanto epítetos que merecemos. Claro la credibilidad se pierde sabiendo que la gran mayoría de los miembros de la regencia se ufanan en ser hijos de esta urbe. Bueno no nos alejemos del tema. Se critica a más no poder el modelo de desarrollo aplicado sin que hasta ahora se nos haya planteado alternativa alguna.
Basta recordar esa pestífera etapa de 15 o más años atrás donde la basura acumulada servía de criadero de ratas. En que circular por las veredas era abrirse paso a codazos no sin recibir al paso insultos emitidos por aquel pregonador de mangos, o recibir el humo del hornillo de fritanga, cuando no el brincar sobre esa alfombrilla llena de artículos de dudosa procedencia que nos obligaba a unas cuantas acrobacias circenses. Hermosa época, los negocios tenían que pagar impuestos que los informales, exentos por decisión propia, les otorgaba el derecho de ocupar calles, soportales o incluso, aprovecharse las luminarias de su almacén.
Hoy en día tenemos veredas bien alineadas. Espacios para el parqueo de automotores. Mercados higiénicos donde acudir sin peligro alguno. Parques y zonas de descanso para solaz de todos y cada uno. Circuitos de transito que aligeran este ultimo. Un Terminal terrestre asombro de extraños por su concepción y tamaño. El aeropuerto que no solo merece dicho apelativo sino que además, lo hace a uno sentir orgullo como puerta de entrada al país. Sin olvidar un sistema de transporte masivo que facilita los desplazamientos. Y eso solo para citar unos ejemplos.
Que falta mucho por hacer: nunca se hará suficiente. Que hemos ganado en autoestima: nadie lo puede contradecir. Que falta agua potable para toda la población. Que el alcantarillado es aun deficiente. Que hay barrios que no conocen aun la renovación. Todo ello es una verdad incontrovertible. Pero hay un modelo que hace que el ciudadano se sienta a gusto, disfrute y aleje sus tensiones. Pretender otorgar en primer termino bienestar social sin paralelamente permitir el ocio es desconocer que los seres humanos solo alcanzamos el bienestar si todas esas facetas se cumplen.
Ahora bien algo en todo este dimes y diretes de las autoridades gubernamentales o municipales no me queda claro. Si el modelo de desarrollo de Guayaquil es tan deficiente, por no decir perverso, porque son tantos los conciudadanos de nuestra patria que buscan afincarse en esta ciudad? Será acaso que son tan masoquistas los ecuatorianos que prefieren abandonar las hermosas, placentareras y desarrolladas urbes regidas celosamente por los verdes para llegar al antro que representa este puerto ?…
Hay un modelo de desarrollo que privilegia el entorno sin olvidar algo de lo social. Escuelas, dispensarios de salud, bibliotecas, provisión de libros a los escolares, equipamiento en Internet. Todo puede ser mejorado con la colaboración de todos. Pero recordemos que el buey va delante de la carreta y nunca al revés sino, tratemos de explicarnos el bienestar que gozan suecos, daneses o noruegos.
Lo increíble es que el Presidente, quien lidera los insultos hacia este modelo económico, es de Guayaquil.
Lamentablemente mas puede la política. Ejemplos sobran, partió al Guayas por simplemente cumplir ofrecimientos de campaña, ofrecimiento que hizo para obtener votos. Trató de meter buses por el puente sin importarle el caos que iba a causar pero la política es primero, puso un registro civil en el centro de la ciudad en vez de fortalecer el de la ciudad, su gobernador apoyó a los invasores de mucho lote, en su momento habló pestes de los curas solo porque se oponían a ciertos artículos de la constitución, siendo el un Lasallano, desmanteló el sistema de seguridad ciudadana, etc.
Es una pena, pero el Presidente nos ha dado duro a todos los guayaquileños en nombre de la política. No pedimos que nos favorezca pero tampoco queremos que nos denigre.
Para bien o para mal, la administración municipal ha sido muy buena, su labor ha sido reconocida internacionalmente y no por nada la gente ha apoyado a su alcalde cuando ha sido necesario.
La envidia, señor, la envidia.
Es la envidia la que pone verde a los rojitos que se arropan de un pseudo patriotismo patriotero, creyendo ingenuamente que podrán doblegar a los guayacos indómitos, acostumbrados a ganarse la vida con el sudor de sus sobacos y no con los de sus posaderas como suelen hacerlo ciertos funcionarios apoltronados en las alturas.
Guayaquil va bien, pero tan bien; que medio Ecuador se agolpa a sus puertas. Vamos tan bien que somos la causa del rencor de viejos tinterillos, de individuos fracasados que creen tener el mundo en las manos, por que por fin encontraron a un orate que les convierta en realidad sus desvaríos. Que sigan esperando.
No debemos de preocuparnos por esos envidiosos.
Ahora que se ha puesto de moda el Oriente Medio, hay un dicho árabe que dice: Los perros ladran y la caravana pasa.
Dejémoslos aullar. Ya se cansarán.
@Oscar: Un tirano no tiene cuna, no tiene terruño, no tiene escrúpulos, no tiene norte. Solo su ego y su bolsillo cuentan.