21 noviembre, 2024

Del odio al amor hay un paso: el perdón

En estos tiempos que nos toca vivir en que el dinero se ha convertido en el dios y fin buscado por la gente por necesidad económica y poca fe tenemos muchas consecuencias negativas.

Estas, apoyadas por la propaganda del gobierno de la lucha de clases, de empleados contra empleadores, pobres contra un poco menos pobres, etc., y apoyadas por la crisis económica, que es real (cada vez a la gente le alcanza para menos), y, como dije antes, por la falta de fe (porque como decía Jesús: “¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres…?”, refiriéndose a la multiplicación de los panes que acababa de hacer).

Todas estas circunstancias generan odio de hermano a hermano, de compatriota a compatriota. Y del odio nada bueno sale. Nos estamos llenando de juicios laborales donde el empleado abusa del empleador en una lucha activa, a diferencia de la “guerra fría” en donde el empleador abusaba del empleado. Nos hemos ido de un extremo a otro en lugar de buscar el punto justo. Y estas riñas se las ve en los diarios con compañías grandes y a diario en el resto de contratos laborales. Tampoco ayuda que todo tenga que estar firmado por el inspector de trabajo, incluso la renuncia de una persona; porque no es que es instantáneo, sino que le dan cita por lo menos para un mes después y en ese mes se empieza la persona a contaminar con el aire que se respira, debido a los abogados laboralistas abusadores y embaucadores que buscan su propio lucro y no ayudar a su cliente. Esto lo digo por vivencia propia.

La solución del tema laboral y detener esta corriente de odio de división es misión del Gobierno. Pero el terminar con el odio existente es labor de cada uno, ya no busquemos a otros que lo hagan por nosotros. Tengamos claro que más daño se hace el que odia que el odiado. Quien odia se convierte en una persona distinta a lo que siempre ha sido: Una persona llena de podredumbre por dentro.

Por lo tanto, las palabras del Papa Juan Pablo II, quien visitó hace años nuestro hermoso país, se hacen más reales cada día: “Quiero, pues, dirigir con profunda convicción una llamada a todos, para que se busque la paz por los caminos del perdón. Soy plenamente consciente de que el perdón puede parecer contrario a la lógica humana, que obedece con frecuencia a la dinámica de la contestación y de la revancha. Sin embargo, el perdón se inspira en la lógica del amor, del amor que Dios tiene a cada hombre y mujer, a cada pueblo y nación, así como a toda la familia humana. Pero si la Iglesia se atreve a proclamar lo que, humanamente hablando, puede parecer una locura, es debido precisamente a su firme confianza en el amor infinito de Dios. Como testimonia la Escritura, Dios es rico en misericordia y perdona siempre a cuantos vuelven a Él. El perdón de Dios se convierte también en nuestros corazones en fuente inagotable de perdón en las relaciones entre nosotros, ayudándonos a vivirlas bajo el signo de una verdadera fraternidad.”

Y es que tenemos que vencer esta marea de odio que nos enfrenta. Por eso sostengo que del odio al amor hay un solo paso: EL PERDÓN.

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