Las soluciones fáciles no son las ideales. El precio de ellas es demasiado caro si miramos las consecuencias.
Culpar a los Médicos del Hospital de niños, es satanizar el problema. La mala práctica que se dio en el Hospital, de acuerdo a las notas periodísticas, no fue médica sino administrativa. Se siembra desconfianza en vez de dar insumos tanto médicos como de limpieza para que la atención pueda ser de calidad. Hay que preparar al personal para que su atención sea cálida y eficiente, humanizarlos. Hay que crear en el personal espíritu de responsabilidad y conciencia sobre las normas de la buena práctica. En varios de los mejores Hospitales del mundo, no se usan batones sobre la ropa para entrar en áreas críticas no quirúrgicas, las consideran más contaminantes que la ropa de calle. Lo que se requiere es una buena limpieza, el lavado constante de manos y buenas prácticas hospitalarias.
Simplificar la carrera de medicina disminuyendo las patologías que se estudian, es preparar inadecuadamente al futuro profesional. ¿Qué clase de atención es la que se quiere brindar? Recuerdo un Profesor de Pediatría que al tomar exámenes finales a un alumno que tenía malas notas y era repetidor de curso, le dijo que lo pasaba de año solamente si le prometía que nunca atendería a un niño. La verdadera medicina exige responsabilidad y conocimiento. El Médico tiene en sus manos la vida del enfermo y tiene que saber qué y para qué receta.
Otro campo en el que se busca la solución fácil es en la sexualidad. Dar preservativos para prevenir embarazos y enfermedades sexuales es una solución fácil, pero mortal. El preservativo, bien usado, protege en un 98% contra embarazos e infecciones, es decir, existe un riesgo del 2% en ambas cosas. Semanalmente en la Maternidad Sotomayor, casi 500 embarazadas dan a luz y de ellas unas 5 tienen examen positivo de SIDA y deben recibir tratamiento previo al parto para prevenir la enfermedad en el que va a nacer. En vez de fomentar las relaciones promiscuas, se debe enfatizar en la moral, en la responsabilidad, en la continencia y luchar contra la vorágine de propagandas y novelas inmorales, que estimulan la libido de los que se dejan llevar por el hedonismo.
En cuanto a los juicios de la cervecería y ECAPAG, es fácil prejuzgar que los juicios fueron comprados. En este país en el que la ley está tan corrupta que aún teniendo la razón hay que comprarla, hay que ver quien pone más para tener la razón o quien tiene más poder para imponerla. En el caso de la cervecería, por presunción de ilícito se recula y en el de ECAPAG es aún peor, pues un juicio que ya estaba terminado hace años con sentencia final, inapelable, se pretende revisarlo para presionar políticamente. Las leguleyadas están a la orden del día. Es cuestión de cómo quiero interpretar la ley. Si me conviene de este modo, bien y si luego me conviene del otro, mejor.
¿A dónde se quedó la moral? ¿La hombría de bien? ¿Qué clase de mundo es el que queremos para que vivan nuestros hijos? Prefiero la hipocresía que se pudo haber vivido hace setenta o cien años, pero que el respeto a la moral y a las buenas costumbres prevalezca.
Primero que nada gracias por permitirnos decir lo que pensamos, a través de este espacio de libertades.
Para comentar su oportuna contribución; pienso que no se puede esperar nada cuando se elige a dirigentes inescrupulosos.
Inventarse falsos golpes de Estado, con muertos inocentes y proyectiles extraviados, ya dice mucho de la casta de gobernantes que tenemos; o peor, llamar a referéndum tomando como base una sarta de preguntas torcidas y malintencionadas, avaladas por una pequeña mafia de malhechores.
La inmoralidad ya ha sobrepasado todos los límites soportables, nos hemos convertido en una tierra de salvajes.
En un país civilizado, el ministro de Salud ya habría sido cesado por su falta grave, al no haber sabido o podido controlar la buena administración de esos antros que ellos llaman hospitales. Las muertes de esos tiernos angelitos las llevarán en sus puercas conciencias, si acaso les queda una migaja de pudor.
Por todo lado sale pus. La corrupción ya nos lleva en peso; y, ¿a qué se dedica el mandamucho de turno? Pues ¡a nada! A nada que no sea seguir engañando a los incultos, con sus falsas ínfulas de sabelotodo, de mangajo, y de experto en injurias y cacofonía.
Es verdad que repartir preservativos es una solución fácil; educar sería preferible, pero ante la hecatombe de embarazos no deseados, y de enfermedades sexualmente transmisibles, algo hay que hacer con carácter de urgente. Un 98 por ciento de protección ya es bastante, frente al cien por ciento de imprevisión, ignorancia y concupiscencia.