“Infelices los pueblos si han de ser el juguete
de la voluntad de unos pocos hombres insignificantes”
Periódico El Patriota de Guayaquil,
Sábado 9 de mayo de 1829.
Qué ironía! ¿O qué incapacidad? Quienes gritaron tanto, desgañitándose, contra la partidocracia ahora han mostrado su filiación genética, hereditaria. Es el mismo ADN político de los saurios de ayer que corre por los cauces de su ideología electorera, la única que tienen. Con las uñas muy crecidas, por cierto, y muy afiladas, utilizando idéntico trucaje de pan y circo. Claro que los vestidos nuevos y la careta con que casi por dos años han pretendido engañar a los ecuatorianos, ya están descoloridos y hasta una vejez prematura, camino a un destino terminal, asoma en el rictus de la miseria humana descubierta. Cuánta procacidad gastada al boleo. Sin ton ni son. El país necesita cambios desde mucho tiempo atrás. Pero cambios diseñados para que, con una planificación seria y técnica, que responda al siglo que vivimos, como integrantes y en contexto, pueda la producción nacional incentivar, con proyección social y económica, sustentada y sustentable, un desarrollo de equidad. Pero en justicia y libertad. No encarcelada en los parámetros, sin principios ni criterios, de un autoritarismo presidencial absurdo, concentrado en un ir y venir autista sin razón.