Se conoce como “fundamentalismo” a toda corriente que promueve la interpretación literal de textos sagrados considerados como la base fundacional de una cultura o un pueblo, como son la Torah, la Biblia o el Corán. En algunos casos, han surgido como reacción a los excesos de la vida moderna, pretendiendo regular la vida en comunidad, el uso de vestuarios, consumo de bebidas, alimentos, o en general determinadas costumbres o comportamientos sociales.
En el Ecuador estamos tratando de aplicar un tipo raro de fundamentalismo criollo, que no tiene justificación ni mejora o resuelve nada. Impedir el libre albedrío y el ejercicio de las libertades individuales constituye una severa limitación a los derechos de cada ciudadano de vivir en libertad. Regular los días de la semana que podemos ingerir bebidas alcohólicas, restringir la clase de espectáculos a los que podemos asistir, negar a muchos el derecho de presenciar peleas de gallos o corridas de toros, prohibir la operación de casinos o salas de juegos debida y legalmente organizados, restringir quiénes pueden o no invertir en distintos negocios, todo constituye un atropello e injustificable retroceso.
El Antiguo Testamento prohíbe comer ciertos alimentos, entre ellos, la carne de cerdo, y, con las mismas buenas intenciones, por razones de salud publica o para evitar el riesgo de ciertas enfermedades, se podrían prohibir el hornado, la fritada, la tripa mishqui, incluyendo la chicha de jora, jugar cuarenta y el Carnaval de Guaranda. También, utilizar bicicletas o motocicletas, por el peligro de accidentes en ese tipo de vehículos. Obvio que todo en la vida, incluyendo la práctica de ciertos deportes o actividades, tiene mayor riesgo, más si no se realizan con las debidas precauciones.
Se menciona prohibir la utilización de calentadores a gas, así pudiéramos pretender incluso prohibir las hornillas a gas, aunque luego utilicemos más electricidad o volvamos a los fogones de leña o carbón, con el riesgo de que el daño ambiental pueda ser mayor. Prohibir nunca soluciona nada; los individuos encuentran siempre la forma de escapar o de evadir las prohibiciones.
Comprar licor los días vedados, jugar o apostar clandestinamente, adquirir mercaderías prohibidas, siempre será posible; tal vez cuesten más, pero siempre se podrán comprar y adquirir. Unos pocos lucran y se enriquecen, mientras que muchas buenas personas, inocentes y honestas, pierden su fuente de trabajo, igual que son afectados quienes trabajan en las actividades de turismo o recreación, que, obligadamente, se verán limitadas con todas estas medidas.
Las fiestas de Quito y de muchas otras ciudades dejarán de atraer miles de visitantes y los hoteles que deban cerrar sus casinos, entre ellos el Hotel Quito propiedad del Seguro Social, se debilitarán por recibir menos huéspedes y, obligadamente, reducirán su personal. Los turistas preferirán otros destinos de países vecinos o del Caribe, que se verán beneficiados por nuestra propia decisión.
Tomado de: http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/fundamentalismo-criollo-466240.html