21 noviembre, 2024

Iluminemos a los demás con nuestras obras

“¿Por qué es que un hombre bostezando hace que otro también bostece?”

– Robert Burton –

La frase arriba expuesta nos muestra la gran importancia del buen ejemplo. Edmund Burke dijo que el EJEMPLO es la escuela de la Humanidad. Esto es cierto en todos los casos. La verdadera educación que se les debe dar a los jóvenes, en los tiempos actuales, no es una en la que tengan que memorizarse una montaña de datos. La verdadera y quizás la única instrucción que se le va a quedar grabada a un joven es la del ejemplo que vea en sus maestros (y estos maestros no sólo son sus profesores, también lo son sus padres, hermanos, amigos, compañeros, etc.).

Pero debemos ir más allá todavía, al plantear que un maestro debe no sólo ser ejemplo para el alumno, sino que debe hacer que ese alumno sea consciente que a su vez él mismo es ejemplo para otros.

En este punto debemos trabajar. En formar a un ser académica y éticamente completo. Para ello hay que enseñarle de las cosas básicas de las relaciones sociales e interpersonales. Debe saber que, al contrario de lo que se piensa, los paradigmas no son más que bloqueos mentales. Los prejuicios también son enfermedades del alma: consisten en juzgar sin tener empatía por el otro; en criticarla negativamente sin ponerse en sus zapatos; desconocer la realidad por la que pasa esa persona. También debe saber que las críticas no siempre se hacen en voz alta, pero que siempre se ‘ven’; es decir, pueden surgir sólo en nuestra mente y podemos nunca comentarlas, pero en nuestro actuar sí que se notan.

Los ecuatorianos debemos ayudar a los demás, no criticarlos. En un artículo anterior indiqué que los prejuicios detienen el desarrollo de los pueblos, ya que con la misma vara con la que medimos seremos medidos; en otras palabras, recordemos que si algo no nos gusta del otro, es porque ese mismo defecto o actitud está en nosotros mismos. ¿Cómo puede un pueblo avanzar si no se conoce, se acepta y se quiere a sí mismo? Por eso, antes de juzgar, debemos analizar nuestro propio interior y vernos en el espejo que es la otra persona. Debemos aceptarnos a nosotros mismos, como individuos y como país, con nuestros talentos y limitaciones; evitando juzgar y las comparaciones que son siempre odiosas.

Mucha sabiduría unida a mediana santidad es preferible a mucha santidad con poca sabiduría. La coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace identifica a una persona como íntegra; en esto debe hacerse mucho énfasis a la hora de educar a un joven. Pero también y sobretodo debe saber que sus actos son como luces que pueden guiar el camino de los demás. Para ello tiene que saber abrirse a otras concepciones de personas que también luchan por un mundo mejor.

Andemos como en pleno día, con dignidad y apartando de nosotros las ignominias que se cometen a escondidas. Tenemos que convertirnos en luz. Tratemos siempre de dar un buen ejemplo.

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