Esta primera etapa del proceso electoral que acaba de concluir el Domingo 10 del presente mes, ha sido bastante atípica en lo que al entorno latinoamericano se refiere pues han sido cinco los candidatos que han ido alternándose en las preferencias de los electores. Aunque a la luz de la teoría política, no hay de qué sorprenderse pues no cabía esperar otra cosa con una tendencia consolidada tras un solo candidato y la otra fragmentada en 4 candidaturas. El resultado era obvio.
Los cuatro candidatos de la línea de centro-derecha y derecha, subestimando claramente al representante de la otra tendencia en base a encuestas cuya calidad y seriedad ha dejado muchas dudas más allá que razonableitas, se dedicaron a fagocitarse entre ellas, criticándose duramente, con excepción de la candidata Fujimori que mantuvo un perfil distinto, con prácticamente ningún ataque a sus opositores, aún cuando por representar lo que representa, a ratos recibió ataques muy fuertes. Se olvidaron que toda tendencia desunida, siempre será vencida.
La primera lección que esta primera vuelta deja es que la soberbia no paga. Fue un acto de soberbia de todos el no deponer posiciones, no en beneficio de ellos sino del país entero. Y a ése pecado de soberbia compartido, hay que añadir aquellos individuales que se ha ido sabiendo fueron cometiendo algunos candidatos, en el camino, que los hicieron no escuchar consejos ni opiniones calificadas. La sordera es un grave limitante en la vida de los hombres, sólo un genio como Beethoven podía componer lo que componía sin poderlo oír, pero en la política no hay espacio para los sordos. La prueba no puede ser más evidente: un candidato que terminó el ejercicio de la Alcaldía de Lima pensando que iba a ganar las elecciones en primera vuelta, y otro que por haber sido ya Presidente de la República, pensó que sabía todo lo que necesitaba para ganar cómodamente, ambos, figurativamente hablando, se acostaron un día encabezando las encuestas y se despertaron al día siguiente enterándose que habían llegado “fuera de foto”, como dicen los hípicos, es decir últimos y muy atrás de los ganadores.
Así pues se dio el fenómeno curioso de que los dos candidatos que más anti – voto tenían y tienen, son los finalistas. Ambos representan extremos que una muy buena parte del Perú rechaza y por ende su tarea, de cara a la elección final no será fácil. Como pocas veces, esta sociedad amaneció el lunes 11 de este mes, polarizada como pocas veces se la ha visto, las pasiones, no muy propias de una sociedad señorial como esta, han aflorado con inusitada y sorprendente vehemencia.
Así tenemos al ya nombrado Vargas Llosa que anuncia que podría votar por Humala pero jamás votaría por la Fujimori por lo que ella representa y aunque posiblemente sea indiscutible la validez moral de sus argumentos, lo contradictorio es que el inefable Ollanta representa precisamente todo aquello contra lo que el célebre escritor ha predicado durante décadas, al extremo de que se rumora que la Academia del Nobel demoró tantos años en otorgarle su merecido premio, como rechazo a su ideología demasiado “derechista”, (los ilustres académicos, aparentemente, son todos o casi todos de tendencia “caviar”…). El mismo Toledo, que guarda con los Fujimori una fuerte enemistad, también comprensible y justificada, que hasta dos o tres días antes de la primera vuelta calificaba a Humala como un “salto al vacío” y que ha defendido a capa y espada su ideología liberal, estaría ahora estudiando su eventual apoyo al susodicho Humala. Contradicciones inspiradas oficialmente en principios, y no se puede dudar que en el caso de muchos ciudadanos así lo son, pero en el caso de los dos nombrados, por su importancia y el liderazgo que ejercen en buena parte de la población del país, resultan por decir lo menos poco elegantes y potencialmente dañinas. Más honesto sería dejar de lado resentimientos, válidos o no, y abstenerse de incongruencias ideológicas. A ratos es mejor dejar que la historia se encargue de hacer justicia, si de eso se trata.
En el Congreso, el ganador de la primera vuelta, logra una bancada que no excede el 25% del total de integrantes de la Cámara Unica que acá conforma el parlamento, y los bloques de los otros cuatro candidatos, juntos harían fácilmente una cómoda mayoría, si se unieran, que permitiría gobernar apaciblemente en caso de que ganara la Fujimori, o hacer una sensata y sólida oposición equilibrante en caso de que ganara Humala. Sería lo que en política se llama un “contrapeso” natural, pero la pregunta es: ¿serán capaces de deponer intereses personales en aras al bien del país ? Y: ¿en un país que en su crisis de valores, (igual que la de toda latinoamérica con sus honrosas excepciones de rigor), ha visto ya varios escándalos de lo que acá se llama “transfuguismo”, equivalente a nuestros “camisetazos”, podrán los bloques mantener a sus diputados alineados evitando una estampida de “conversiones” a favor del bloque que resulte ganador ? Alguna vez, hace no muchos años, un diputado al juramentarse se confundió y en lugar de jurar “por Dios y estos Santos Evangelios”, tartamudeó, corrigiéndose muy tarde, algo así como “por la plata y….”. Acá nunca se ha estilado lo que hacía el recordado Dn. Assad Bucarám en Quito, cuando encerraba a sus diputados en sus cuartos del hotel y se quedaba él con las llaves…
¿ Qué viene ahora ?
La ley peruana establece que la segunda vuelta debe efectuarse 45 días después de proclamados los resultados oficiales de la primera vuelta. Al momento de escribir esta nota, se han contabilizado algo más del 99% de los votos y se estima que antes del feriado de esta semana se terminará el escrutinio y eso determina que días más, días menos, le fecha tentativa para la segunda vuelta sea el Domingo 5 de Junio, o en el peor de los casos el siguiente.
El “ballotage”, como fue concebido por los franceses en tiempos de De Gaulle, y como se aplica allá hasta ahora, funciona, gracias a la tecnología moderna disponible en ése país y en otros que aplican igual sistema, en base a una segunda vuelta que se celebra 7 días después de la primera, máximo 14, pero nunca casi 60 días después. Esto implica que en cierta forma se de lo que acá ya se llama “una nueva elección”, lo cual no es tan cierto pues los participantes son los mismos, ya sea en calidad de protagonistas, ya sea en calidad de aliados. Ciertamente es un buen plazo para que ambos finalistas traten de lavarse la cara para tratar de reducir al máximo el anti – voto que tienen en contra y de captar, al mismo tiempo, una buena parte del que el otro candidato tiene en contra.
Se espera pues que la campaña “en serio”, arranque una vez concluido el feriado y mientras tanto abundarán las conversaciones necesarias para negociar las alianzas definitivas.
La candidata Fujimori, con una ideología claramente a favor del modelo vigente esto es al desarrollo en base a la intervención de la Empresa privada y al respeto de las libertades individuales, tiene su base en el voto duro del fujimorismo, aquella parte de la ciudadanía que opina que aunque “el chino” pecó, “hizo obra” y por ende le guarda agradecimiento y vota por quién lo representa, en esta caso su hija. En su hoja de vida sólo puede exhibir el haber actuado de “Primera Dama” durante parte del segundo gobierno de su padre y un período como Congresista, cargo en el que por cierto no ha brillado particularmente, más bien ha tenido una presencia más bien opaca. Ha hecho una campaña bastante alturada e incluso, para más de un observador, estuvo mejor que los otros candidatos en el debate final efectuado por televisión, pocos días antes de la votación. Pero ha cometido varios errores que pudieran costarle muy caro.
En primer lugar, resulta evidente que asumió activos y pasivos de su padre, aunque ha tratado de desvincularse de lo negativo, no lo ha logrado. Comenzando con la lista parlamentaria que presentó, ciertamente muy pobre, en la que no figuraba ninguno de los ex – colaboradores de su padre que no estuvieron manchados por actos de corrupción y que hubieran podido aportar una mejor imagen al conjunto, (¿no quisieron o no fueron invitados?), y por esa vía cometió el error de incluir a su hermano que por cierto resultó ser uno de los diputados electos más votados, a pesar de no exhibir un “currículum” ni medianamente valioso siquiera. Acá también se dan incongruencias y más de uno dirá que éstas se dan en todas partes.
(continuará)