La vejez no es una enfermedad. Es una etapa más en la vida productiva del hombre. Un sabio refrán chino indica que “la vejez empieza cuando los recuerdos pesan más que las esperanzas” lo cual muestra que hay adolecentes viejos y ancianos jóvenes. La persona que busca recrear su alma en los logros pasados, llenó muy joven su curva de desarrollo y deja de producir, mientras hay personas que llegan a la ancianidad y continúan luchando como en los primeros años de su juventud. Almafuerte recalca: “No te des por vencido, ni aún vencido,/ no te sientas esclavo ni aún esclavo,/ trémulo de pavor, piénsate bravo/ y arremete feroz, ya mal herido.”
La vida sólo acaba cuando Dios así lo decide. Hay almas que no alcanzan a nacer y otras almas que viven más de cien años. La expectativa de vida ha ido cambiando y cada vez es mayor el promedio de vida del ser humano. A comienzos del siglo pasado el promedio andaba por los 50 años, ahora anda cerca de los 80 años.
Con el aumento del promedio de vida, vienen algunas cosas interesantes que analizar: En primer lugar, la posibilidad de que ciertas enfermedades como el Alzheimer se puedan presentar, ya que son degenerativas. Segundo, que enfermedades como el cáncer y la diabetes puedan presentarse, ya que si se aumenta la edad de vida, aumenta proporcionalmente la posibilidad de adquirir estas enfermedades. Tercero, que aparezcan nuevas enfermedades, varias de las cuales pueden ser causadas por nuestra actual forma de vida, de alimentación, o por lo que usamos (insecticidas, estimulantes, hormonas, etc.).
En la salud, hay que recordar que todo extremo es malo. La falta de ejercicio es tan mala como el exceso, así como el exceso de alimentación es tan malo como la falta de éste. Hay que balancear adecuadamente lo que hacemos. Como todo, el organismo se va deteriorando a medida que pasan los años y hay que aceptar las limitaciones que vamos teniendo por la edad. El hombre pasa la primera mitad de su vida tratando de destruir su salud y la segunda mitad tratando de recuperarla.
La Biblia insiste: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y durante su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, se indulgente con él, no lo desprecies tú, que estás en la plenitud de tus fuerzas. La compasión hacia el padre no será olvidada, te servirá para reparar tus pecados. En la tribulación el Señor se acordará de ti y tus pecados se diluirán como el hielo ante el calor. Quien abandona a su padre es un blasfemo; maldito del Señor quien irrita a su madre” Eclesiástico 3:12-16
La soledad que muchas veces acompaña al anciano, es consecuencia del egoísmo humano. Vemos por nosotros y por nuestras necesidades y justificamos nuestra ausencia o recluirlos en un asilo. No hay mayor regalo para quienes nos dieron la vida que nuestra compañía. Hacerles recordar sus momentos de alegría, sus logros, es hacerlos vivir esos momentos felices una y otra vez. Aceptemos sus quejas por los achaques normales de la edad, sus cansancios, depresiones o el deterioro de su memoria si es que llegan a ocurrir, aunque eso pueda volverlos agresivos. Recordemos como ellos se desvelaron por nosotros. Hagamos un tiempo para ellos en nuestra ocupada agenda. Los nietos y bisnietos son una excelente recreación para ellos. Hagamos familia. Seamos felices y demos felicidad a quienes más la merecen.
Una vez más gracias. Me conmueve con sus reflexiones. Siempre llegan a alguien en el momento preciso.
CONMOVEDOR Y VERAZ ARTICULO, DR GOMEZ. LO HE IMPRESO PARA GUARDARLO Y RELEERLO DE VEZ EN CUANDO YA QUE VALE LA PENA. GRACIAS, DR.