Hemos ido a las urnas una vez más y esto siempre es una buena noticia porque es un ejercicio cívico que fortalece a un país democrático. En teoría las elecciones sirven para encontrar ordenada y civilizadamente una manera de compartir un destino común y de construir sobre una geografía determinada una estructura jurídica sobre la cual desarrollarnos y entendernos. Se trata finalmente de fabricar entendimientos pese a que implica grandes momentos de desentendimientos durante el proceso. Y así llega el punto de desenlace que consiste en un escrutinio donde desemboca un resultado válido e indicativo para seguir avanzando. Allí alguien gana y alguien pierde respecto a determinado punto de vista o situación, pero al día siguiente la vida continúa y todos siguen compartiendo un destino común. Solamente así el país avanza en la gran construcción de su destino.
De nada sirve una elección cuando esta se convierte en una gran tribuna para que alguien se envanezca y empelle. Un estadista aprende de cada elección y sabe ganar o perder con humildad y grandeza. Las elecciones no se realizan para fabricar emperadores, dictadores, faraones y dueños absolutos de una única verdad impuesta. Se las realiza para extraer mensajes y orientaciones en ese arte que significa gobernar. Se equivoca quien cree que al ir a las urnas el ganador extrae para sí la sangre de los perdedores para beberla a placer. Eso parece estar sucediendo una vez que vemos la reacción del ciudadano Rafael Correa en su forma y manera de festejar un triunfo electoral no tan contundente como él se lo esperaba. Al parecer todo es poco para él como si hubiese un derecho providencial a avasallar en todo momento y lugar. Nada parece serle suficiente y ha perdido eso que distingue a un estadista de un dictador. La arrogancia le destila sea ganando, sea perdiendo. Está emocionalmente aferrado al poder y no disfruta de tender la mano a sus adversarios e invitarlos a compartir de su triunfo electoral pequeño, grande o mediano. No. Cierra su puño y sin descanso al día siguiente de haber celebrado estrepitosamente las elecciones, lo lanza con fuerza, insulta, e inicia un nuevo ciclo para ganar su próxima elección. ¡Ser o ser parece ser cuestión!
Voté NO y en plancha simplemente porqué estas elecciones no eran necesarias, ya que se constituyeron en una forma abusiva de ostentación de un poder presidencial empalagoso y omnímodo. Sea en el fondo como en el forma estas no fueron una elecciones para construir democracia, sino para abusar de ella y para envanecerse derrochando una hiperactividad digna de analizarla desde el punto de vista de la psiquiatría. Ya no hablamos de ciencias políticas sino creo que de ciencias médicas. Se gastó dinero público a placer, se abusó de todos los instrumentos al alcance del estado para realizar una campaña electoral contra nadie, sino a favor de sí, no del SI. Todo se planteó como si fuese un drama de Shakespeare.
No siento odio por Correa como creo que muchos están sintiendo gracias al constante esfuerzo que hace este ciudadano para estar en la cresta de una ola de desentendimientos y agresiones continuas o permanentes. Siento pena de ver tanto esfuerzo y desgaste personal e institucional para conducir a empellones a un país, cuando creo que muy bien puede llevárselo suavemente de la mano aprovechando una coyuntura histórica, política y económica muy favorable. Ya a estas alturas de mi vida no puedo sentir odios aunque si estoy mas sensibilizado a esto de las penas. Y me apena ver al ciudadano Correa desperdiciarse y desperdiciar una oportunidad que el destino le ha regalado.
La diferencia entre ganar y perder no es el resultado. Es la forma de asumir ese resultado. Y en este sentido el ciudadano Correa ha succionado para sí toda esa enorme energía que el país ha desgastado durante esta envanecida, aparatosa e innecesaria Consulta Popular. Lastimosamente estas elecciones buscaban tan solo una coronación personal que no se la logró por el estrecho resultado. Ni siquiera fue una elección organizada a favor de un partido político y mucho menos de un Ecuador peligrosamente diferenciado entre los que están a favor de ese señor y los que no. Se presento a las preguntas como si fuesen la gran cuestión dramática de Hamlet. ¡Ser o no ser! Vaya estupidez de experiencia electoral que hemos vivido cuando se ha confundido una simple maniobra política con un drama existencial o filosófico.
¡Cosas de locos, o quizás de teatro!
Tomado de: http://www.henryraadanton.com/2011/05/ser-o-no-ser_15.html
Me parece un muy buen pensado comentario,ajustado a una realidad que nos ha tocado vivir y poder apreciar gracias a la madurez que da la vida y al cultivo intelectual de este excomentarista versado del El Telégrafo de ayer. Me identifico con su apreciación. Adelante
Excelente entrega como siempre, admiro su capacidad de analisis y profundidad aparte de no dejar cabos sueltos y decir las cosas tal como son.
Iba a extenderme en la apreciacion de su articulo pero creo que no vale la pena porque tal como estan las cosas dichas , Mas claro no canta un Gallo.
Me dio mucha alegria encontrar nuevamente un articulo suyo,el año pasado el mes de Septiembre preguntaba en este mismo espacio que por que no habia editoriales suyos actualizados y nadie me respondio,a buena hora se ahora que tiene su propio blog y podre leer sus entregas con regularidad.
Siga adelante doctor, siempre es edificante leer sus editoriales.
Saludos Cordiales
Yul Ocampo Ugalde