Un día descubrí que este era el punto en el que las personas dejamos ver la madera de la que estamos hechos. Nos gusta hacer cosas buenas por los demás para sentirnos bien, nos gusta que nos quieran y nos acepten y para lograrlo haríamos algunos esfuerzos. Pero también descubrí que nos gusta decir cosas muy lindas, que nos gusta descubrir errores ajenos y dar hermosos discursos. Lo que pasa es que también descubrí que no estamos muy dispuestos a pagar el precio de la coherencia.
Hablar de coherencia y tratar de ponerlo en práctica son dos cosas muy diferentes. Cuando uno elige un estilo de vida comprometido y respetuoso con el prójimo el reto de mantenerlo y de no traicionarse a uno mismo es realmente difícil. Hace falta paciencia y determinación para mirar a cada persona que nos sale al encuentro diariamente con los mismos ojos y sin prejuicios. Hace falta voluntad para resolver todos los días ser una buena persona y escuchar a otros con respeto y cariño aunque sospechemos que no están haciendo bien las cosas.
La coherencia aparentemente es la coincidencia entre el decir y el actuar, al menos en los libros. Llevada a la práctica es mucho más, es determinación, humildad, empatía, honestidad. La coherencia exige que nos quedemos solamente con unos amigos y no con todos los conocidos. Exige que ganemos menos dinero en muchas ocasiones. Ser coherente implica no prestarse para actividades reñidas con los principios propios y muchas veces callar solamente por respeto pero dejando ver que es educación pero no adhesión.
Me he enfrentado con mi propia coherencia en muchas ocasiones y me ha costado mucho tomar una decisión radical pero valiente. Y no me considero valiente desde ningún punto de vista, solamente que cuando me presto para algo que me incomoda no puedo vivir en paz hasta que me sincero conmigo misma. Y esto último es lo más interesante de la coherencia, no hace falta que todos lo sepan, solamente yo y máximo mi familia, y no toda mi familia solo mi núcleo más cercano.
Algunas veces he sido débil y he preferido figurar pero tarde o temprano mi súper sincero YO me mira a los ojos fijamente y no me queda otra que ser yo misma. Otras veces he tratado de justificarme con “le conviene a los chicos para su futuro” pero nuevamente la Mafalda que vive dentro de mi me recuerda que lo único que mis hijos necesitan es una madre auténtica y luchadora contra sus propios demonios.
Se puede ser coherente sin pelearse con la gente que piensa diferente porque la coherencia no implica andar dando clases de decencia o de valentía y valores pues los míos son míos y nada más. Es mi mejor forma de ver y vivir la vida, pero acepto que otros son tan valiosos como yo aunque tomen decisiones diferentes.
Y aunque lo aquí expuesto suene a reflexiones personales “de una madre de familia” para nada lo son. Es una reflexión que sirve para el que va a misa el domingo y no le paga un salario justo a la empleada de su casa, o la deja salir a ver a su familia una vez al mes; me imagino que solo los que tenemos mejores posibilidades económicas podemos ver a nuestros hijos todos los días. Para el empresario que está en la primera fila en el templo y sin embargo no respeta el tiempo personal de sus empleados, no los afilia, busca la manera de pagarles menos, no los saluda ni los conoce por su nombre y no los considera padres y madres de familia. Y no les quiero contar del empresario que pone en el perfil del empleado “que no tenga hijos”. Quiere gente que trabaje 24/7 sin complicaciones y que se dedique exclusivamente a producir. El político que justifica la necesidad de hacer acuerdos poco éticos porque son necesarios para un bien mayor. Que justifica comportamientos de adulterio entre sus empleados siempre que no se sepa. Todos ellos dan discursos maravillosos y conmovedores, se asocian en grupos religiosos y exhiben clases de moral. Podría seguir con la lista de faltas a la coherencia que vemos cada día y que la sociedad se hace de la vista gorda por conveniencia, pero entiendo que todos en la misa somos pecadores que hemos venido a pedir perdón y peor sería que ni siquiera vengan a la iglesia.
Esforzarse por la coherencia también implica no andar juzgando a otros pues conmigo misma y mis faltas de coherencia ya tengo suficiente.
NO sé si soy coherente, SI sé que lucho por serlo cada día y que es mi mejor regalo para los míos. Me gustaría saber su opinión.
Ya era hora de que nos des ese regalo!!! «De a joya» diría el cuencano y yo digo de maravilla, que orgullo, hasta estoy llorando por que soy una pobre loca incoherente y tu me has recordado lo que en realidad necesita la sociedad…una sugerencia nada mas, si quieres la tomas o no…justamente no juzgar es la mayor coherencia del cristiano…en vez de ese señor que no paga el salario justo…cuando no pagamos lo justo…se que entiendes…somos todos parte de lo mismo y tu lo ves mejor por que tu alma está en los escalones de arriba. Gracias Mónica, ya era hora!!
Gracias Karina. Debí decir que la coherencia es el camino y la lucha no una meta. Vamos haciendo la lucha. Gracias por tus palabras y por tu visita hoy.
El articulo explica con mucha claridad lo que es en si la coherencia. Ser coherente implica un esfuerzo continuo en el diario vivir y tener intensionalidad constante por conquistar esa preciada actitud. Pero ojo, tambien requiere de un alto grado de autoconocimiento para poder reconocernos falibles y no pretender ser superiores, perfectos o mejores qque los demas. Todos los seres humanos somos valiosos y requerimos de ser reconocidos y apreciados por quienes nos rodean, especialmente por las personas que son importantes para nosotros, decir y sentir lo contrario podria lllevarnos a una autosuficiencia que facilmente podria convertirse en soberbia. Debilidad que ciega y entorpece a los hombres.