Tabaco, licor, impuestos y salud

Pasada la campaña electoral realizada a propósito de la Consulta Popular, Rafael, el Soberano, llamó a nuestro Carlos Mark, el recaudador cuencano, y le dijo amablemente que necesitaba 400 millones de dólares más para destinarlos en el área salud y le puso en un serio problema cuando además le explicó que quería esos nuevos impuestos estructurados de tal manera que no afecten su popularidad. Fácil hubiese sido subir el IVA al 13%, o grabar con 0.20 centavos cada galón de gasolina o subir un tantito el precio del gas. Yo me hubiese decantado por una de esas opciones en tanto y cuanto ese dinero sea exclusivamente asignado al equipamiento y mantenimiento hospitalario, y no se lo desperdicie financiando a diario El Telégrafo, ni aumentando organismos del Estado o en movilizaciones del mismo Presidente en su desenfreno y avidez mesiánica.

Me imagino que se habrán reunido los de SENPLADES para mangonear, porque para eso les pagan, y se encontraron con algunos contrasentidos al escuchar la propuesta de gravar más aun el cigarrillo y los licores justamente para destinarlos al área de salud. Como son inteligentes y preparados enseguida captaron que más bien se deben desgravar a estos productos ya que como proporcionan muerte se debe alentar su consumo para de esta manera ajustar las proyecciones actuariales del IESS, calculadas que están sobre un promedio de vida menor al real. Si esos nuevos impuestos irían a financiar salud la curva de longevidad iría en forma inversa a la que debe ir, afectando al Instituto en su flujo de caja y consecuentemente afectando también a su dueño que es el Estado una vez que los flujos en realidad son uno solo.

Estos inteligentes señores de la SENPLADES debieron concluir con meridiana inteligencia que mejor resultaría que los ecuatorianos fumen y beban a placer y con ello tendrían una mejor calidad de vida, a la vez que muriéndose una tanto más jóvenes ya sea por el cáncer que causa inevitablemente el tabaquismo, o por la cirrosis y los efectos causados por el alcohol a lo largo y ancho de las carreteras del país. Ante este agudo análisis racional no debió faltar algún agudo senpladino que propuso una hábil contramedida, y para no disgustar al Fuhrer sugirió que bien se podría gestionar para que el Call Center del IESS retarde las citas de los pacientes unos cuarenta días más para ajustar así la edad promedio del ecuatoriano. Tampoco debió faltar aquel que propuso una contramedida complementaria solicitando a Ricardo Antón para que suba el límite de velocidad a fin de lograr el mismo efecto. También a otro sempladino se le debió ocurrir que adicionalmente se sugiera al flamante ministro del interior José Serrano para que disminuya los operativos contra la delincuencia. Con estas medidas, casi imperceptibles al ojo de los votantes, el alza de impuestos al tabaco y al licor se convertiría en lo que realmente es: más impuestos y nada más.

Mientras tanto y en algún otro lugar los reales cerebros grises de la revolución ciudadano disfrutando de la sombra del poder debieron analizar los impactos políticos derivados de este nuevo paquetito de impuestos. Y como también son inteligentísimos diseñaron posiblemente una tramoya muy fácil y rápida de implementar para desviar la atención de la opinión pública respecto al sonido negativo que causa la palabra impuestos y que suena feo de verdad. Aprovechando el momento internacional de prestigio que hemos logrado luego de la expulsión de la embajadora Norteamericana, y siendo además Ecuador un lunar de luz en el seno de la OEA votando en contra del reingreso de Honduras al organismo, bien se podría una mano a Quintto Lucas, el ya famoso vicecanciller. Así en una de esas improvisadas rueda de prensa de esas personales que suele dar, anunciaría que se va a despenalizar el consumo de marihuana, para una vez formalizada la actividad, ésta contribuya al fisco mediante sus respectivos impuestos arancelarios, IVA e ICE . Digamos que sería un buen aporte para las arcas fiscales que dejaría un importante remanente que se lo destinaría para financiar la apertura de las nuevas embajadas en Lisboa, Quatar y Singapur y a otros lugares exóticos más. De esta manera además de exaltarse una vez más la soberanía ecuatoriana, el Presidente Obama y el Departamento de Estado se pondrían más rabiosos aun, con lo cual Rafael Correa quedaría muy contento, mucho más de lo ya está.

Mientras todo esto sucedía los distribuidores de licores y tabaco, que no son muchos, quintuplicaron sus pedidos para importarlos anticipadamente antes de que suban los impuestos. Esta maniobra la conocían perfectamente y basta analizar las estadísticas de importación cuando se anunciaron anteriormente idénticas medidas que propician jugosas ganancias.

Y llegó el sábado. Los asesores se quedaron con las narices largas. El Presidente que es más inteligente que todos ellos juntos amaneció, además, con una mayor avaricia electoral. Su leal Secretario Fernando Alvarado cerró su computadora sopladora que funciona como aditamento del ventilador sabatino cuando una vez más el Jefe rompió el guión. El paquete de impuestos tenía su ingrediente pelucón para lubricarlo mejor ante el oído popular. Alza de tarifas de luz para el servicio residencial que consuma mas de tantos kilovatios al mes, calculado para que se convierta un impuesto al calor para los que vivimos en la parte tropical y no en las regiones donde ganó el NO. Posiblemente está pensando el Presidente en ver pronto el momento en las piscinas de los ricos queden convertidas en huertos tal como sucedió en la Habana cincuenta años atrás. El impuesto a las piscina se viene porque se viene, ya lo verán.