“El hombre tiene casi siempre necesidad de la ayuda de sus semejantes, pero la esperaría en vano sólo fiado en su benevolencia. No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de lo que esperamos nuestra comida, sino de la consideración de su propio interés. No apelamos a su humanidad sino a su egoísmo y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus beneficios.” – Adam Smith –
Hay que aprender a vivir con el capitalismo y la pobreza sin caer en facilismos como el socialismo o paternalismo que suenan bonito pero que no han dado resultado. La solución es controlar el egoísmo.
El capitalismo como instrumento para generar riqueza es lo mejor que tenemos. Hay que aprovecharlo con ciertas regulaciones, por supuesto. El problema es cuando tomamos las reglas del capitalismo como reglas de vida.
En cambio el socialismo es un sistema perverso que no debe ser utilizado en lo absoluto, porque rebaja al ser humano al mismo nivel que a un animal, al quitarle su dignidad y al usarlo como mero elemento y no como fin. Un sistema monstruoso que debe ser clausurado, enterrado y olvidado.
Así que debemos usar el capitalismo, pero sólo deben ser aplicadas a lo que a generación de riqueza se refiere. Porque las reglas del capitalismo se basan en el egoísmo y la mano invisible que al unir el egoísmo individual genera prosperidad colectiva.
Pero en la vida el generar dinero no esto y por eso para el resto de los ámbitos de la vida hay que vivir según otros parámetros, como son la caridad y la búsqueda del bien común. Teniendo al ser humano como fin. El país que logre hacer esto es el que les dará mejor calidad de vida a todos sus habitantes. Benjamín Franklin decía que aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Porque como enseña Cicerón: No solamente es ciega la fortuna, sino que de ordinario vuelve también ciegos a aquellos a quienes acaricia.
El reto que tenemos en la actualidad es la erradicación de la pobreza. Unida a no dañar el planeta. Lo que tengo, cuando lo doy, se convierte en lo que soy.
¿En qué momento dejamos de pensar en el futuro? ¿En lo que le tocará vivir a nuestros hijos? ¿En qué momento nos convertimos en materialistas empedernidos? Siempre se puede cambiar. Siempre se puede mejorar. ¡Cambiemos! ¡Mejoremos! Dejemos de adorar el dinero. Redescubramos esos valores que nos fueron enseñados en nuestra juventud.