“Humana cosa es tener compasión de los afligidos; y esto, que en toda persona parece bien, debe máximamente exigirse a quienes hubieron menester consuelo y lo encontraron en los demás.” – Boccaccio –
En nuestro país hay muchas personas que necesitan ayuda. Quizás no los vemos siempre, o no estamos acostumbrados a toparlos por la calle o siquiera a pensar en ellos cuando subimos una vereda o trepamos a un bus.
Hablo de las personas con capacidades especiales, conocidos en la jerga popular (aunque está mal dicho) como ´discapacitados´ y que son el 13% de la población ecuatoriana. Necesitan de nuestra solidaridad, y no porque la sociedad debe ser ´buena´ y ´atenta´ con ellos, sino porque ellos también son la sociedad y se merecen su respeto y su espacio. Ellos son nuestros hermanos; la manera en que los respetamos es en realidad el respeto que nos tenemos a nosotros mismos. Todos algún día podemos pasar a formar parte de este grupo, sino de jóvenes, de ancianos automáticamente.
Debemos no sólo respaldar, sino celebrar las acciones del Municipio de Guayaquil de convertir en ordenanza municipal un código de construcción para personas con capacidades especiales completo, que obliga a todos los guayaquileños a tener a este sector de la sociedad en consideración. El vicepresidente Lenín Moreno está tratando de hacer bastante al respecto. Pero es necesario cosas concretas y no abusivas que hagan lo que sociológicamente se conoce como discriminación inversa.
Pero los guayaquileños no debemos quedarnos tranquilos con esto. No sirve de nada celebrar con torta y silbatinas si no tenemos nadie con quien compartir nuestra felicidad. Los del puerto debemos velar porque esta acción noble se replique en todos los otros municipios del Ecuador. No es porque nos vaya a beneficiar a nosotros económica o políticamente, sino por la importancia que tiene esta causa por sí misma.
Todos los ecuatorianos deben poder desenvolverse con normalidad, con un espíritu positivo y constructivo. Estudiar, prepararse y conseguir buenos trabajos. Podemos decir que el desarrollo de una comunidad se mide por la inclusión de todos sus habitantes en las actividades de la misma. ¿Pero cómo puede alguien participar activamente en lo cotidiano si no tiene rampas adecuadas para su silla de ruedas, si el bordillo de las veredas no tiene la altura necesaria, si los baños no tienes barandales de dónde sostenerse? No pues, por eso esa persona va a tener que quedarse en su casa, antes de pasar penurias o, peor aún, de recibir mal tratos de sus conciudadanos.
Pasando por el municipio de San Miguel, en la provincia de Bolívar, me percaté que ellos tienen muy buena accesibilidad para las personas con estas capacidades; sin que haya un código de construcción que los obligue. ¡Eso es un excelente ejemplo a seguir!
Me parece un noble propósito,estoy de acuerdo,propongo nos solidaricemos todos y hagamos de esta opinión, una opinión común.- Gracias señor periodista.
mi padre me enseño desde pequeña y todos mis hermanos la responsabiliada que tenemos con los huerfanos y las viudas, en este caso con los dicapacitados, pero me gustaria ayudar mas a aquellas persdonas que cargan una situacion socila mala hemos pardido muchos valores que la juventud actual no los conocen por lo tanto no lo pueden aplicar,es una lastima ver a una jovencita de 14 años llevar en su vientre un hijo y que su padre tambien es un jovencito de 14 años, rompamos en circulo de la indiferencia con nuestra juventud que nunca sabra como socorres al huerfano y a la viuda, conste que no estoy hablando de aspecto economico por que los problemas sociales muchos de ellos no son producto de la mala economia