Esta expresión guayaquileña no tiene nada que ver con el regionalismo. Ha sido usada muchas veces por los costeños, principalmente de Guayaquil, para designar a las personas que están en contra de lo que la mayoría decide.
Esta vez yo tengo que declararme como Pichincha en contra, pues no estoy de acuerdo con lo que realizamos el pasado sábado 7 de mayo. Considero que democracia no es la mitad más uno, sino el respeto a todos los ciudadanos, los que piensan como yo y los que piensan diferente. El respeto a lo que digo, pienso o hago, mientras yo esté respetando los derechos de los demás, es la base de lo que considero que debe ser la democracia.
Lógicamente, si yo robo a otro, lo asesino o agredo, me quito todo el derecho a ser respetado. Mi derecho termina donde empieza tu derecho y tu derecho termina donde empieza el mío y las reglas para ambos deben ser las mismas. Yo no tengo más derechos que otro, y creo que nadie puede tener más derechos que yo, pues la igualdad de derechos es la base del buen vivir. Es factible que si el otro es más fuerte, tiene más palancas, si la justicia es corrupta y negociable, el otro tenga más poder, pero nunca más razón. Nunca dejará de ser prepotente, abusivo y en realidad un cobarde, pues el poder obtenido por estos medios, no deja de ser miserable.
Me dio pena ver la propaganda a favor y en contra de la Consulta popular. No se debatían razones, era un grupo que pedía el sí a todo y otro grupo que decía no a todo. Por otro lado era una tremenda fanesca de ideas, en la que no creo que los ciudadanos debieran estar involucrados. Personalmente considero que los juegos de azar son una forma no correcta de enriquecimiento. Sólo deberían ser permitidos para Instituciones de beneficencia, pues el lucro del dinero que se logra debería ser usado solamente para obras de beneficencia, para ayudar a los más necesitados, para dar alivio a los que requieren ayuda y no para llenar los bolsillos de personas de personas que invierten en este lucrativo negocio. Nunca me ha gustado apostar, sólo apoyo a la lotería nacional de la Junta de Beneficencia. Si compro Lotería, Pozo, Lotto o Raspaditas, es pensando en la ayuda que se presta con lo que producen este tipo de sorteos a los pacientes que se atienden en los Hospitales y otras Instituciones. Si un centavo de ese dinero fuese a enriquecer a alguien, o permitiera que alguien lucrara de eso, sería condenable y grave. Las personas que laboran en estas entidades, deben recibir su salario honesto y razonable, no así los miembros de la Junta, los que no pueden ni deben recibir un centavo, porque es su compromiso de honor al aceptar servir a tan noble Institución.