24 noviembre, 2024

¿Derecho a llegar tarde?, reflexiones…

Agradezco en alto grado la gran cantidad de comentarios que mi último artículo obtuvo de tan selectos lectores. Yo, al igual que algunos de ustedes, toma las sugerencias y críticas no por la forma en la cual se hacen –de repente, agresivas, poco argumentadas o ligeras-, ni por estar dirigidas a construir o destruir, más bien por el fondo inferencial que se deja ver tras las palabras que se reciben y que en efecto son, siempre aprendizajes, para corregir o para ratificar lo expuesto.

Me expresaron que algún día deberíamos ejercer “nuestro derecho a llegar tarde” y eso realmente me impactó. Cuando alguien hace un comentario en educación y jamás ha pisado un salón de clases tal vez no pueda expresar lo que en realidad sucede al estar frente a los niños y jóvenes que educa, peor aún cuando no se entiende cabalmente la definición de “amor” que manejamos los educadores. El hecho de dejar la puerta de un aula cerrada o abierta de ninguna manera cambia la situación de que se llegó tarde a cumplir una responsabilidad adquirida y para lo cual se podrían escoger dos caminos –por lo menos-, buscar culpables en otros u otras o asumir paladinamente las consecuencias de los actos.

Trabajé con mis estudiantes de Medicina y de Economía esto del “derecho a llegar tarde”. ¿Cuáles son las consecuencias que podrían darse de ejercer tal derecho?. A corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo. Los jóvenes futuros médicos pensaron enseguida en los “derechos de sus pacientes”, qué tal y ejerzo mi derecho a llegar tarde a una intervención quirúrgica urgente…

En el caso de los estudiantes de Economía se imaginaron qué consecuencias se darían si un empresario ejerce su “derecho a pagar los sueldos de sus colaboradores más tarde…” o si un juez “ejerce su derecho a condenar a quien le cae mal durante un juicio…”

Por supuesto, que nadie puede ser “etiquetado” como un fracaso por llegar tarde a una clase, pero lo que observamos los ecuatorianos es que más y más personas repiten y repiten y vuelven a repetir las mismas conductas cuando deciden casarse, trabajar en una empresa o dirigir a una comunidad. Si los tutores, si los padres, maestros, si usted y yo no asumimos frontalmente el hecho de “puntualizar los errores”, hablar con firmeza y corregir el error… ¿quién lo hará?. Los niños, las niñas y los jóvenes buscan modelos para interactuar, no quieren, las encuestas así lo dicen, padres “veletas”, madres “ansiosas”, profesores “pusilánimes”, periodistas “tibios”, ni autoridades “corruptas”, quieren gente capaz de mostrarse firmes, exigentes, respetuosos de su dignidad, tolerantes y valientes, eso es lo que escucho en mis cotidianas clases con jóvenes en los colegios más importantes de Guayaquil, con maestros de estos centros, fiscales, particulares y fiscomisionales, a los alumnos y docentes universitarios, en las capacitaciones a los profesionales en todos los ámbitos, dentro y fuera de nuestra provincia, a los padres y madres conscientes de sus responsabilidades, lo otro es el cuadro desolador que pintan aquellos que en su terrible intoxicación conceptual ven al mundo en blanco y negro.

“¡Derecho a llegar tarde!” y… el derecho de mis semejantes…

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“La confección del contenido intelectual de los periódicos y revistas políticas, publicadas en el territorio del Reich, ejercida como profesión principal o en plan de colaboración aisladas, es un deber público cuyas obligaciones y derechos profesionales determinará el Estado con esta ley. Los portadores de este deber público se llaman redactores. Quien no reúna las exigencias establecidas en la presente ley, no puede ser admitido como redactor”. Esto decía el párrafo 1º de la “Ley de Escritores”, mediante la cual los redactores, que a partir de ese entonces eran los responsables del contenido de los diferentes periódicos, por un lado se libraron de la influencia de los editores, pero por otro quedaron expuestos a la influencia mucho más rigurosa del partido. El redactor, que ocupaba una posición parecida a la de un funcionario, ya no se debía sentir, como hasta ese momento, un colaborador del periódico y un empleado del editor, sino un portavoz del Gobierno de Hitler, que estaba llamado a conducir al pueblo hacia los fines deseados por el partido y por el Führer. “En la persona del redactor así lo formuló Goebbels, o sea, en el trabajador intelectual, empieza la nueva organización…Su idea base es la transformación de la prensa en un instrumento público y su incorporación legal e intelectual al Estado. El trabajo del redactor es una función pública, ya por su naturaleza es uno de los factores más importantes de enseñanza y educación”.

No hay comentarios

  1. existe un error de concepto al expresar que sr llega tarde a una intervención de urgencia, ya que las urgencias no tienen horario, nadie programa una urgencia médica o de cirugía, se dan en cualquier momento, entonces no se puede llegar tarde a un evento imprevisible, su ejemplo no es vàlido. Con respecto a lo económico, el problema grave es que algunos empresarios pagan puntuales, pero ejercen su «derecho» a pagar lo que se les viene en gana. Y con respecto a los juicios de valor, con mucha frecuencia en diferentes ámbitos se establecen evaluaciones negativas por el simple hecho de que alguien resulta antipático, en fin, esa es la naturaleza humana. Me parece interesante el hecho que el derecho a llegar tarde fuese discutido abiertamente. Hay muchas distancia entre el derecho a llegar tarde y el hecho de llegar siempre tarde, esto último es una forma de neurosis, algo dice sobre esto Erich From en su libro Psicoanalisis de la sociedad contemporànea. Siempre es necesario un poco de sentido del humor para dejar de ver las cosas en blanco y negro, y poder percatarse de los colores

    Saludos

    Saludos

  2. Roberto muy buena reflexión!!! Gracias por compartirla, es el amor a la docencia lo que nos hace preocuparnos por formar a personas con criterio crítico y responsables de sus actos.
    Así como tenemos derechos tenemos obligaciones que debemos cumplir, y uno de ellos es nuestra responsabilidad y puntualidad en las actividades que hacemos!!! El derecho de supuestamente «llegar tarde» deja entrever que existe en el fondo una irresponsabilidad y una falsa justificación de los actos que cometemos, en el fondo tenemos miedo a la libertad, como muy bien señalo Erich Fromm. Y las personas muchas veces actúan de mala fe como muy bien lo dijo Jean Paul Sartre. Gracias por estas reflexiones me han hecho pensar y me han gustado mucho!!!
    Hno Alberto

  3. Muy pertinente y hecho a la medida, para aquellos individuos vanos e irresponsables que creen que su propia mediocridad debería ser la regla para construir nuestra sociedad.

    Respeto, puntualidad y progreso están estrechamente vinculados.

    Qué bueno que aun quedan profesionales de la enseñanza como Ud. Sr. Roberto Briones. Aplausos.

  4. excelente articulo, es una falta de respeto al ser humano la tardanza, sin ningun pretexte, peor si un medico tiene al paciente esperando por mas de 1 hora en el consultorio por no organizar bien su tiempo, es inadmisible.

  5. Este block es muy controvertido. Quienes comentan, desde pensamientos en blanco y negro, crean conflicto y afectan la tolerancia que todo comentario debe estar predispuesto. Leer sus artículos, no sólo que advierte que provienen de una persona con conocimientos, que hace bien uso del idioma, sino que, se trata de alguien que conoce y sabe lo que escribe. Realmente da gusto leer sus artículos…construyen y mejoran el saber de los lectores.

  6. Dr. Briones, que alegría me da ser su alumna de antropología médica, y a la vez compañeros en este gran diario digital.

    Atte. Nelly Marriott

  7. «Tu derecho a llegar tarde termina cuando empieza el derecho del otro a ser respetado por su puntualidad.» En una ocasión una compañera me dijo que no podía trabajar en equipo porque su agenda apretada no se lo permitía y lo expresó de la siguiente manera: «tú no administras mi tiempo». A lo cual contesté: «pues tu tampoco controlas el mío». Es esa una enajenación total, es el creer que sólo yo tengo un exceso de trabajo, yo sólo tengo responsabilidades en la vida, es el constante yo-yo que ha imperado en nuestra sociedad. Las personas que suelen llegar tarde pretenden que todos tengan que esperar porque quieren sentirse personas especiales y son tan importantes que no se dan tiempo necesario para poder organizarse. Pero la organización empieza por nosotros mismos. Debemos de pensar en el yo en correspondencia con el tú. Yo tengo mucho trabajo hoy así como tú y entonces llegaré temprano para que juntos logremos completar las actividades agendadas en nuestro día. Pero insisto, vivimos enajenados, vivimos tan apartados de nosotros mismos que no nos damos cuentas de que existe alguien más y que al igual que yo, merece todo mi respeto.

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