22 noviembre, 2024

Nuestros Historiadores – I

Me refiero a aquellos que han escrito sobre la historia ecuatoriana sin usar fuentes primarias, basados en lo que narraron otros, décadas después de haber transcurrido el episodio en estudio. Sus obras están llenas de inexactitudes, los hechos han sido interpretados de acuerdo a la ideología y creencias del autor, no a lo que realmente sucedió. Estas contradicciones históricas existen desde la Independencia de Guayaquil.

En el 2009 estuve en Ciudad Alfaro y tuve la oportunidad de ver el trabajo que se comenzaba a hacer para albergar documentos y fotos relacionadas con Eloy Alfaro. En diferentes lugares hay mensajes en las paredes relativos a este personaje sacados de nuestros libros de historia. En estos se puede interpretar que quienes pelaron junto al Alfaro fueron gente del pueblo. Almorzando con una autoridad de Ciudad Alfaro, le hice referencia a una foto que estaba en exhibición, en la que se encontraban jóvenes soldados que habían acompañado a Alfaro en su enfrentamiento con Veintimilla en las montañas de Manabí. Señalando a uno de ellos, le mencioné que era el abuelo de León Febres Cordero y a otro, Luis Adriano Dillon, padre de los Dillon Valdez, de la familia propietaria del Ingenio Valdez. Recuerdo claramente que sorprendida me expresó: “Habrá que escribir una nueva historia”. Efectivamente hay que hacerlo. No se puede seguir escribiendo sobre verdades a medias.

Un ejemplo de inexactitudes históricas es el tema de la Independencia de Ecuador y quienes participaron en ella. Se encuentra circulando por Internet un pasquín titulado Batalla de Pichincha, lleno de ofensas contra Guayaquil y quienes pelearon ayudando a la Independencia de Ecuador. Su autor demuestra ignorancia supina o mala fe. Me he enterado que es lojano y vive en Guayaquil. Ese sujeto me recuerda a un ecuatoriano que habita y trabaja en Estados Unidos; después de cada publicación en mi columna en Expreso me enviaba emails expresándose en los peores términos del país que le abrió las puertas y le dio la oportunidad de vivir dignamente. Cansado de sus diatribas le contesté que si odiaba tanto a Estados Unidos por qué seguía lucrando de ese país, que debía regresar y trabajar aquí. No volvió a enviarme emails.

Esto escribe el supuesto historiador que nos ocupa: “En un libro heréjico publicado por el Municipio de Guayaquil se proclamó que los mandamases de Guayaquil habían financiado hasta la independencia del Perú y de América. Son delirios de gente de extrema derecha, que quiere hacer quedar bien a la oligarquía guayaquileña, inventándole glorias que no tiene. …. Cuando llegó Sucre a Guayaquil, con 700 soldados, dice Luis Andrade Reimbers (en su ensayo lo que Sucre hizo por Ecuador), que la oligarquía guayaquileña le negó su apoyo…Tampoco Julio Estrada Ycaza pudo hablar de ningún apoyo del patriciado de Guayaquil para esta causa. Lo que si cuenta, en cambio, Pérez Pimentel, es que se extorsionó a los comerciantes españoles y a estos se les obligó a entregar aportes económicos. No hay dato alguno referido a alguna contribución de los oligarcas de Guayaquil. Ni Destruge, ni Estrada, ni Pérez Pimentel dicen nada sobre esto. Si existiera una prueba de ello, lo seguro es que tal documento sería publicitado a los cuatro vientos. Pero no hay ni hubo nada…Con motivo de la independencia de Guayaquil, que fue conseguida, sin batalla alguna, por soldados extranjeros disidentes del ejército español (incluso Oswaldo Hurtado lo dice en EL PODER POLITICO EN ECUADOR: “El 9 de Octubre es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia”. A ellos y a Febres Cordero se los quiere convertir ahora en “segundones” de Olmedo y compañía) se organizó LA DIVISIÓN PROTECTORA DE QUITO, que tuvo efímera existencia…según cuenta el muy respetable historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza. Ellos no tuvieron nada que ver con esta decisión estratégica de carácter militar”

En el 2009, como consecuencia de un congreso de historia patrocinado por el Banco Central y FLACSO de Quito en el que presenté una ponencia sobre la economía en tiempos de la Independencia, me propuse reescribir ciertos episodios de la historia ecuatoriana; mis investigaciones las fui publicando semanalmente en este diario virtual. Para poder conocer lo que sucedió en esos años, durante cerca de dos años, busqué en bibliotecas y archivos históricos de Inglaterra, España, Estados Unidos, México, Colombia y Ecuador, lo que se había publicado entre 1810 y 1840. Mi esfuerzo rindió grandes beneficios intelectuales. Logré adquirir aproximadamente cincuenta libros de actores de la Independencia ecuatoriana o extranjeros que habían vivido en aquella época en Ecuador, incluyendo más de un centenar de cartas e informes. Gran parte de lo que investigué no se encuentra en nuestros libros de historia.

Lo sorprendente de quienes minimizan la importancia de Guayaquil en la Independencia de Ecuador es que hay evidencias documentales abrumadoras que les prueban lo contrario. Existen valores y cantidades. A estas últimas estoy valorizando para estimar el monto de la contribución y posteriormente escribir un ensayo. Hasta la fecha, estimo que los guayaquileños aportaron más de dos millones de pesos a la Independencia de Ecuador y Perú. Esta cifra es significativa, si se toma como referencia el presupuesto del Estado ecuatoriano de 1830 de 716,385 pesos. Equivale aproximadamente a 300% de este último. Para traer estas cifras a valor presente, si el presupuesto del Estado en la actualidad es aproximadamente 15,000 millones de dólares, el aporte guayaquileño sería de 45,000 millones de dólares.

En las próximas semanas transcribiré textualmente palabras de los actores de la Independencia describiendo la contribución económica y en recursos humanos que hizo Guayaquil, y el apoyo que recibió Sucre.

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  1. Coincido con usted en que hay que dejar de escribir historias a medias. Las medias verdades son simplemente grandes mentiras. Con respecto a los amigos de Alfaro, pocos conocen que en su informe a la nación de 1807 Alfaro escribe: ?Los principios de la ciencia nos enseña que en las Grandes Empresas Nacionales, generalmente los gobiernos no son buenos administradores, porque sus ocupaciones múltiples no le permiten, entrar en ciertos detalles y fiscalizarlo todo. En esta virtud yo no vacilare en confiar el éxito del Ferrocarril a una Comisión honorable, compuesta de hombres patriotas, probos y de fortuna, que se encargase de allegar los capitales de que habemos menester para la construcción de la obra redentora y de excogitar los mejores medios de llevarla a cabo? la Comisión administraría, con entera independencia a fin de ofrecer a todos la más completa garantía de honradez y competente manejo. Esta comisión podría componerse, en mi concepto, de las siguientes personas que inspirarían confianza al capital extranjero y al nacional.
    Señores:
    Ignacio Robles
    C. Roca
    Eduardo M. Arosemena
    Homero Morla
    Enrique Seminario
    Lautario Aspiazu
    Nicolas Norero
    Eduardo Rickert
    Pedro Pablo Gómez
    Agregándose un número igual de suplente que podrían serlo los siguientes señores:
    Vicente Sotomayor y Luna
    Guillermo López
    Luis A. Dillon
    Antonio Madinya
    Francisco J. Coronel
    Carlos Alberto Aguirre
    Finalmente persuadido estoy, — dice Alfaro al final— de que confiada la Administración del Ferrocarril a una Comisión como la que acabo de indicar, los capitales extranjeros vendrán al país a buscar colocación provechosa y a engrandecer la Republica. Cabe notar, que el Ingeniero Muller, encargado por Alfaro de los estudios del trazado del ferrocarril, su Ministro de Obras Publicas, ingeniero José de Lapierre, y casi todos los miembros de la Comisión escogidos personalmente por el general Eloy Alfaro, eran socios del Club de la Unión. Seis de ellos, inclusive, ocuparon la presidencia de la Institución en diferentes épocas: Francisco Coronel, en 1879; Carlos Aguirre, en 1883; Enrique Seminario, en 1891; Luis A. Dillon, en 1897 y Lautaro Aspiazu en 1898.
    El escritor Luis Delgadillo en su obra Alfaro, La Masonería y la Historia, pone distancia entre ellos sin sustento específico con la siguiente afirmación general: ?Otros banqueros y financistas de la revolución, serían personajes y firmas de la talla de don Lautaro Aspiazu, hermanos Morla, Seminario hermanos, Sixto Durán Ballén, Martín Avilés?Pero con el paso del tiempo y el establecimiento de las acciones de gobierno, aplicadas por el Viejo Luchador, muchos de estos conmilitones de las jornadas épicas de la revolución liberal, se pasaran al bando de la oposición, para defender sus privilegios, que los consideraban, amenazados por las reformas que se proponían establecer el gobierno liberal radical.?
    Hace dos años escuché al presidente Chávez, invitado en Quito para la recordación de la batalla del Pichincha, decir que los historiadores venezolanos estaban por demostrar que el pensamiento de Bolívar es la base del socialismo del siglo XXI. Ese mismo día en la mañana acudí a un encuentro de historiadores en el auditorio de la biblioteca municipal que terminó con gritos de ¡Viva Olmedo¡ ¡Abajo Bolívar¡ ¡Que barbaridad, de lado y lado¡
    ¿Nos salvó Bolívar de San Martín?
    Después del 9 de octubre enviamos emisarios a San Martín, que se preparaba para conquistar Lima y al gobierno colombiano que ya tenía un presidente, Bolívar. San Martín mandó a Guido y Luzuriaga para solicitar empréstitos; Bolívar mandó soldados y armamentos con Mires y después con Sucre; Luzuriaga fue el ejecutor en complicidad de Monteagudo, el super ministro de San Martín, de los patriotas chilenos Luis y Juan José Carrera cuando era gobernador de Mendoza y estuvo implicado directamente con Monteagudo en el asesinato de su amigo el patriota Manuel Rodríguez. Monteagudo formó la causa que llevó al cadalso a Martín de Alzaga, que con Liniers, también ejecutado, vencieron a los ingleses en las invasiones de 1806 y 1807, formó la causa también de los oficiales españoles ejecutados sumariamente en San Luis y la de los hermanos Carrera. Esta simbiosis entre Saint Just y Marat, era tan temible que los mismos miembros de la logia, Irisarri, O`Higgins y Pueyrredon advirtieron a San Martín de su peligrosidad, sin que estas advertencias sirvieran de nada pues lo llevó a Lima y fue su segundo al mando hasta que aprovechando su viaje a Guayaquil fue destituido por el pueblo y embarcado y expulsado del Perú. Monteagudo, que en su tesis doctoral en Chuquisaca defendió la monarquía, terminó asesinado en 1824 por un émulo de Carlota Corday. Antes de salir para Guayaquil San Martín envió en diciembre de 1821 su famosa comisión García-Paroissien para conseguir un príncipe europeo para el Perú. Paroissien llegó con la segunda invasión inglesa y se retiró a Río de Janeiro desde Montevideo en la misma embarcación de Saturnino Rodríguez Peña que, cometiendo acto de traición, había liberado al general Beresford y al coronel Prat y se puso a sueldo de los ingleses en la persona del embajador Strangford. Gracias a Bolívar, sus tres mil bayonetas y la intervención de muchos guayaquileños cuyos nombres están en el fuste de la columna de octubre, como el doctor Vicente Espantoso cuyos razonamientos de la conveniencia en ese momento de incorporarnos a Colombia y no al Perú, están registradas en las páginas del Patriota, es que no caímos en manos de San Martín y su corte monárquica de ?La Orden del Sol?, cuyos navíos seguían de cerca a la Macedonia según relata Rufino Guido, que en su regreso al Callao oyó al Protector lamentarse diciendo que ?Bolívar les había ganado por puesta de mano.? No es tan cierto que por puesta de mano no fuimos independientes, la verdad es que por puesta de mano no fuimos peruanos y saqueados como lo fueron nuestros vecinos del sur durante el año que estuvo San Martín y Monteagudo en Lima, que no abandonó sin antes ordenar a Luis de la Cruz que escriba la carta más intrigante y en contra de la integración latinoamericana que tuvo como destino al jefe supremo de Chile, Bernardo O´Higgins, a pesar de sus promesas en Guayaquil de colaborar con el emisario despachado por Colombia al sur para intentar la reunión de un gran congreso latinoamericano en Panamá.
    Ya no estamos en los días de Pérez Soto que tuvo que huir y refugiarse en Roma con su familia para poder escribir la verdadera historia del asesinato de Sucre en cuatro tomos, ojalá que los historiadores que pretenden volver a escribir la historia no lo hagan con el corazón, sino con el deseo de decir absolutamente la verdad para bien de las generaciones futuras y para esclarecer el pensamiento de los nuevos líderes mundiales y especialmente, de América del Sur, confrontada permanentemente por los ignorantes.
    Un cordial saludo.
    Francisco Castro Patiño.

  2. Si bien en mi comentario que Ud. no publica de 11 de noviembre, por temor a que quede en evidencia la falsedad de la historia de Guayaquil en la independencia, tengo que señalar que los aporte de Guayaquil a los ejércitos realistas en realidad fueron muy superiores a los que hice constar en ese correo, cálculo realizado a ojo de buen cubero. La verdad es que ni todas las exportaciones de Guayaquil en unos 10 años, hubieran alcanzado los 2 millones. Lo cierto es que desde 1809 hasta al menos 1822 Guayaquil aportó directamente, tanto en dinero en cantidades colosales, como en armamento, vituallas, equipo y soldados a los ejércitos realistas. El ejército realista que cometió el genocidio en Quito el 2 de agosto de 1810 tenía dos componentes en la tropa: Limeños y guayaquileños. Ambos grupos estaban motivados y se reclutaban por la promesa de saqueo que realizaban los jefes, esos sí, españoles, y que permitieron y auspiciaron durante toda la guerra de la independencia, que va desde 1809 hasta 1824. El ejército realista que luchó en muchas batallas en la actual Colombia al mando de Sámano, principal Jefe desde 1812 hasta 1819, estuvo integrado como ejército regular por innúmeros batallones y cada uno de muchas compañías (cada una de 80 a 100 hombres), de limeños y guayaquileños. En colombia se fortaleció con pastusos y gente del Patía. El ejército realista que peleó en Pichincha contra Sucre tuvo una gran cantidad de guayaquileños. ese ejército regular (de unos 7.000 soldados) era mantenido por Guayaquil y Portovelo. Pero hay un hecho cierto y real, que a más del asesinato que se perpetró en Quito, la mayor ciudad de América del sur luego de Lima en 1810, contra mujeres y personas indefensas por parte de las tropas de Lima y Guayaquil, se saqueó a la ciudad y se apropiaron de 300 mil pesos, que fueron a gastar en Guayaquil donde esos ejércitos tenían cama, dama y chocolate, pues permanecieron hasta 1812 en que luego subieron a enfrentar a Montúfar, derrotándolo precisamente a base de los macro aportes que venían de Guayaquil, de modo que la defensa de los ejércitos libertadores de Quito, los primeros de América, era absolutamente desproporcionada, pues en efecto, la economía en Quito se hallaba en emergencia, tanto por la crisis borbónica como por el saqueo al que hago referencia.
    Hace pocos días, dicté una charla sobre los Ejércitos del rey y tomando como base los muchos documentos que constan en mi libro: ?Las Guerras Libertarias de Quito? y muchos otros nuevos que poseo, informé por vez primera a distinguidísimo grupo social de Quito, la verdad de la Historia de la Independencia.
    Por ello, estoy de acuerdo en que reescribamos la historia y coincido con Ud. en que la revolución alfarista fue una financiada, armada y planificada por la oligarquía guayaquileña, que siempre ha trabajado para los bandos contradictorios del escenario político para obtener como lo ha hecho siempre, el mayor lucro posible, a espaldas eso sí de toda la sociedad y en especial, muy especialmente, de la periferia del Guayas, sus suburbios y campos.

    Atentamente,

    JFMS

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