Guayaquil abre sus fiestas julianas y yo la siento amarrada con una soga que termina en un nudo gordiano. Desde hace 44 años que vivo con curiosa intensidad este periodo que se extiende desde julio hasta octubre, meses durante los cuales la ciudad se percibe o percibía diferente al resto de sus otras ciudades hermanas. Esto se reflejaba en el rostro de sus gentes que exhibía con pletórico orgullo esa expresión de sentirse libre e independiente sin ayuda de nadie sino de su propia idiosincrasia.
¡Cuantas veces exalté en mis columnas el inicio de julio, y saludé gozoso durante esos meses de vacaciones libertarias! Está bien que seamos una sola república, me decía, pero no por ser parte de ella dejemos de ser nosotros y dejemos de exaltar las diferencias con las que enriquecemos a esa misma república.
En julio de hace veinte y dos años me inspiré en una columna que se llamó “Guayaquil Protesta”. Se convirtió en toda una campaña. Stikers, banderas, proclamas, manifiestos, fervor en el reclamo. Guayaquil había caído en sus desgracias municipales, y era víctima pateada en el suelo por parte de las fuerzas centralistas. La campaña prendió por la carencias en las que se hallaba, sin agua, sin calles decentes, sin aseo de calles y sobrando hacinamiento de basura. Algunos pueden recordar esas jornadas. La nueva generación ya envuelta en nuevos lenguajes electrónicos y liberadas del yugo que imponían los medios por el nuevo poder implícito que otorgan las redes sociales, posiblemente de esto no hayan escuchado.
Pregunten a sus padres, y los pocos que lo hagan por menosprecio a la generación que les parió sumergidos en estas calores regionales, lo harán mas o menos de la siguiente manera: Oye viejo ¿qué sabes o recuerdas de eso de Guayaquil Protesta? ¿Quién es ese ingeniero que construyó el aeropuerto que le dicen Olmedo? Y cuando el padre se sienta a tomar aliento para contar con lujo los detalles, el joven se ataca a los mensajitos del celular y tres minutos más tarde se fuga hasta el día siguiente a navegar en sus propios laberintos.
Este mes de julio es el más opaco de mis 43 anteriores ya vividos. Reinan los prejuicios y el miedo. Ya el Estado se ha adueñado de todo. La inseguridad ha llegado a su clímax. El orgullo anda por los suelos. Los correístas paridos en esta ciudad han dejado de ser guayaquileños. Son revolucionarios noveleros. La SEMPLADES ha retaceado la república. Hemos perdido referentes. No manejamos nada. En la gobernación está sentado un oscuro personaje, y no lo digo por racista, sino porque su presencia rompió un esquema no de alcurnia, sino de significado. Ser Gobernador significaba ser el representante de Guayaquil ante el poder centralizado, y no ser otro de sus eslabones o esclavos.
Hoy veo desde otra perspectiva. Ya no espero ver tiempos mejores. El Guayaquil del ayer ha partido. Nos dejaron en manos de una delincuencia organizada, y ya no ponemos muertos como fue un 24 o 28 de mayo, sino asesinados, asaltados, temerosos en un esquema que se volvió toda una política de Estado. Un régimen de terror amparado en eso de los derechos humanos. La policía es ahora la perseguida por un acto de rebelión que tenía sus razones laborales. No hubo golpe de Estado. Hubo un reclamo burdo por mejorar sus condiciones de trabajo. Punto.
Empezamos este mes de julio obligados a apagar las luces. El ventilador, y peor el aire acondicionado, son cosas de lujo. Clase media ¡agáchate! ¡Deja de soñar y suda!. No salgas a las calles. Deja que te asalten. No pienses ni hables porque una cadena de insultos te pueden llegar desde lo mas alto del poder supremo. No veas tal programa de televisión. No leas las noticias corruptas, y lee solo las nuestras que son nobles, limpias y desinfectadas. Demanda daños y perjuicios contra el otros y podrá enriquecerte rápidamente liberado del impuesto a la renta. Guayaquil oculta tu bandera, no la muestres en tu casa porque la celeste y blanco puede atraerte mala suerte y llamar la atención de los del S.R.I o del IESS. Tu sobrino podría perder tal puesto ahora que se hace tan difícil conseguir empleo en la empresa privada y tan fácil en la pública si te vistes de sumiso.
Y para rematar el pastel juliano, sale esta polémica respecto al Salón de Julio. Guayaquil no ha sido reino de monjes ni de gatos. Es un sociedad mas bien canina que ladra y a veces muerde. Pero ladrando alerta. Y hemos ladrado contra criterios morales, culturales y artísticos regresivos no compatibles al menos con lo que un sector de la sociedad pretende: vivir en un Guayaquil de mente abierta y libertaria. ¡Que los niños se escandalizan!, ¡Qué la moral y buenas costumbres! ¡Que el sexo es vulgaridad! ¡Que somos los dueños del Salón de Julio! Tienen todo el derecho de sostener esos criterios, así como otros tenemos perfecto derecho para luchar contra de esa monotonía y pampa espiritual que a mí, con mi carga de años, sí me escandaliza.
¡Vayan al carajo! Allá los artistas que no son solidarios con este tema de la libertad artística. Finalmente algunos aspiran a ganarse esos sucios 6.000 dólares, y digo sucios porque estan contaminados por la falta de libertad que consta en la convocatoria. No defiendo lo grotesco ni lo obsceno. Defiendo el que se tenga la capacidad de elevarlo artísticamente. Ojala que ningún pintor tenga la inspiración para exaltar el sexo explícito, pero a sabiendas que tuvo el derecho de hacerlo y no porque se lo prohibieron. Tampoco se trata de mis frustraciones sexuales y vaya cada quién a investigar las suyas que les impide abrir sus criterios. Se trata de la frustración que causa tener que confrontar con esas mentalidades que se cierran ante otras perspectivas. La postura municipal respecto al Salón de Julio atenta en sus bases contra esa esencia del Guayaquil libre por el cual yo tanto me he sentido atraído.
Un minuto de silencio para esos moralistas de escasos quilates que se asustan ante la representación artística del acto sexual. Desconocen o no han vivido o entendido el valor artístico que tiene ese momento supremo que les trajo a la vida, o por medio del cual ha engendrado la de sus propios hijos.
Aplaudo su entrega, inteligente, audaz, libre y personal. Gracias.
El Director de Cultura y Promoción Cívica del Municipio de Guayaquil escribe al respecto de las obras que se exponen en el Museo Municipal: «…Aquí todo lo que se expone es visto por el público en su totalidad. ¿ Como evitar que esto sea observado por gente que no podría entender lo que los ? artistas ? intentaron decir? O por niños que se llevarían una idea totalmente errada de lo que es el museo y de su verdadera función?
Como se entiende entonces que desde 1993 se exhiba allí el más grande monolito fálico, el famoso San Biritute. Eso es sexo implícito o explicito?.
Sr Raad, lo felicito, exelente articulo,vivimos una epoca de opresion camuflada por parte del gobierno.
Pero el comienzo del fin ya comenzo y no durara 50 anios.