“Estamos perdidos; hemos asesinado a una santa” dijo el soldado que quemaba en la hoguera a Juana de Arco luego de escucharla gritar como última palabra “¡Jesús!” y levantar un crucifijo de madera, en 1431. Dos años antes había hecho coronar a Carlos VII en Francia al animarlo a pelear por lo suyo ya que aquella campesina de familia acomodada “poseía poderes espirituales”. Y gracias a esto ella logró sacar a los Ingleses de Orleans como algo inicial; y después de un tiempo ganando batallas como aquella, Francia volvió a su gloria sacando a los ingleses por completo del dominio de su país. Por supuesto luego de esto como es conocido se convirtió en patrona de Francia y considerada mártir y canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV (Francesco Della Chiesa).
Pero nos preguntamos entonces ¿por qué la quemaron? acusándola de bruja, si hasta herida luchaba por su país y era considerada una santa. La respuesta es simple y esto sigue pasando todos los días. La mataron porque le tenían miedo porque peleaba por Francia y no por el rey, y porque servía a Dios más que a la iglesia de la época.
Y esto pasa todos los días. Personas que hacen bien para su país pero no están con el gobierno. Personas que hacen bien a los gremios de la producción y a clubes sociales pero no están en sus directivas. Esto como para poner paupérrimos ejemplos. Si alguien no está, no es, o no piensa como nosotros nos asusta y es preferible “quemarlo”. No importa si esté haciendo bien.
Lo mismo pasó con Jesús, Sócrates, Gandhi, Martin Luther King Jr. Por decir unos cuantos nombres famosos. Pero pasa también todos los días en menor escala en nuestro país. Los famosos prejuicios. “Mono ladrón”, “Serrano hipócrita”, “banquero ladrón”, “empresario explotador”, “ex esposo abusivo”, “político sinvergüenza”, etc. ¿Y cómo los quemamos? En ocasiones personalmente haciendo maldades, pero muchas veces poniendo leyes extremistas para hacer que estos desaparezcan, pero al hacerlo también desaparecen los que son justos y buenos.
Pero es que podrá ser cierto lo que dijo Simone de Beavoir de que “es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejuicios”. O William Claude Fields “Estoy libre de prejuicios. Los odio a todos por igual.” Porque son ciertas las palabras de Einstein “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
¿No resulta cruel cargar al recién nacido con el fardo de prejuicios que le harán difícil la vida? (Ferdinand Nieuwenhuis) ¿No le pasa esto a Ecuador?
Otra razón más para decir que los prejuicios nos dividen y por ende detienen el progreso de los pueblos. Propongo unirnos escuchándonos a Confucio: El tipo más noble de hombre tiene una mente amplia y sin prejuicios. El hombre inferior es prejuiciado y carece de una mente amplia.