Guayaquil unido

Entre el 29 de julio y el 6 de agosto de 1982, se celebró en Guayaquil el IV Campeonato Mundial de Natación. Fue organizado por la Federación Internacional de Natación junto con la Federación Ecuatoriana de Natación, bajo la tenaz directriz de Luis Chiriboga P.

Participaron un total de 848 atletas representantes de 52 países.

Hubo maravillosas actuaciones, siendo la más importante la del ciudadano guayaquileño.

Nos unimos todos con un fervor cívico tan grande que cada cual se esforzó en que su calle, su barrio, sus casas, se vistieran con traje de gala.

Lo más importante: Se inculcó en la población que dejen aflorar lo que es la belleza más grande de Guayaquil ¡La hospitalidad y calor humano!

Guayaquil fue un gran anfitrión para los visitantes.

Tuvo que esperarse la llegada del extraordinario estadista León Febres Cordero R. a la alcaldía para que aquello que duro poco tiempo, volviera a comenzar a restablecerse.

Para felicidad de nuestra ciudad, aceptó Jaime Nebot S. postularse de candidato al alto cargo de Alcalde de Santiago de Guayaquil. El pueblo, que conocía de su entrega al servicio y las ventajas que implementó a favor de los más necesitados en su época de Gobernador, votó abrumadoramente por él.

Luego Jaime Nebot ha sido reelecto con porcentajes cada vez mayores, porque Nebot pone su cerebro y alma en servir a este soberbio pueblo, esta bella urbe que ha logrado ya destacarse como modelo y destino.

¿Quién podría imaginar que quien dice ser un hijo de esta noble ciudad, engañando a la ciudadanía llegara a un alto cargo y se dedicara a ser un franco tirador, tan sólo por satisfacer a su frustrado egocentrismo?

Así y todo Nebot ha mantenido la defensa y seguido luchando exitosamente por un Guayaquil majestuoso, fiel a su carácter jovial, confiado de que tiene quien le asegure un mejor porvenir.

Hermano guayaquileño por nacimiento, residencia o espíritu. Seas tú pelucón o descamisado; flaco o gordo horroroso; alto o patucho; blanco o negro; cura, pastor o sacristán… A unirnos más que nunca con motivo de nuestro “Santo”.
Nos atormenta una ola delincuencial, abonada e inducida por el desgobierno central, crímenes ante los cuales estamos obligados a actuar y pararlos.

Sin duda que todos vivimos el temor de sufrir daño personal o que se lo causen a nuestros familiares.

El miedo es una reacción natural y es necesario que podamos sentirlo para sobrevivir como especie. No obstante, ¿qué sucede con ese miedo paralizante que les da la ventaja a unos pocos y solamente obstruye nuestra calidad de vida?

Este miedo empieza a grabarse desde nuestra infancia. Vemos o escuchamos un acto lúgubre y es muy probable que cuando seamos adultos tengamos miedo de que nos suceda lo mismo.

Lo natural es que queramos protegernos a toda costa del dolor que acreditamos, que hasta lo tomemos como nuestro. Solemos apropiarnos del pánico y de que no tenemos más opción que correr con la misma suerte.

La mejor manera de superar algo, es enfrentarse a ello. No podemos darnos el fácil lujo de perder la oportunidad de dar la cara a nuestros peores temores y hacer algo al respecto.

Si bien lidiar con lo que tememos puede ser un poco violento para nosotros, podríamos comenzar a ejercitar con temores menores, asociados al primero. Practicar como seria nuestra respuesta, nuestro comportamiento, sin importar el resultado porque es algo que no queremos de todas maneras.

La clave es actuar. Hacer huir a esa escoria de cada una de nuestras zonas. Unirnos para comenzar a construir nuestra confianza y vencer a los insignificantes que aterran a la gran masa.

Uno siempre debe preguntarse: ¿Vale la pena vivir con miedo, cuál es el beneficio que obtengo de esto? ¿Hay algo que pueda hacer para cambiarlo? ¿Por qué prefiero vivir desde la impotencia y no desde la integridad?