21 noviembre, 2024

Nuestros Historiadores – III

Los “historiadores expertos” sobre el período de la independencia, no han leído la abundante bibliografía publicada entre 1820 y 1840; como ejemplo los más de XX volúmenes de las Memorias del General O’Leary, cercano a Bolívar, donde se reproducen centenares de cartas de los protagonistas de la Independencia. Quienes sostienen que los guayaquileños no contribuyeron con dinero, recursos materiales y humanos a la Independencia de Ecuador, por desconocimiento o mala fe, no han escrito que un mes después de la Independencia de Guayaquil, Olmedo en carta del 27 de noviembre de 1820, al Coronel Luzuriaga, uno de los asesores militares extranjeros, le hacía ver su decisión de apoyar la liberación de todo el territorio ecuatoriano:

“Sobre colección de armas, pertrechos, municiones y dinero de la caja que haya ido entrando en ese pueblo de la división dispersa, y demás atenciones y disposiciones necesarias, el gobierno reposa en el celo y acreditados conocimientos de Vuestra Señoría, quien, aceptando esta comisión, dará una nueva prueba de su patriótica adhesión a la más justa de las causas”. El subrayado es puesto por el articulista para recalcar. En carta del 18 de diciembre del mismo año, le informa:

“Quisiera que usted avisara cuándo quiere que la falúa vaya por usted. La absoluta falta de canoas hace que los 50 infantes y la Patriótica salgan mañana por la mañana en balsas”.

Antes de la llegada de Sucre, pocas semanas de haber tenido lugar la Independencia de Guayaquil, Olmedo envió a Febres Cordero y Urdaneta a iniciar el avance hacia Quito. Lamentablemente ellos fueron derrotados por las fuerzas realistas; sería la primera de posteriores derrotas, pero con otros generales dirigiendo las batallas. Sin embargo Olmedo no se sintió derrotado, en carta del 3 de enero de 1821, él le escribió:

“La situación militar de esta provincia, después de la derrota de Huachi y la pérdida importante de la de Cuenca, reclama imperiosamente un remedio extraordinario como es el mal. El gobierno excitó con este motivo al señor Comandante militar para que, reuniendo la junta de guerra, propusiese las medidas que conviniesen a tan críticas circunstancias. Todos unánimemente indicaron la necesidad de reorganizar, o más bien crear la fuerza armada, sin la cual es vana la esperanza de salud, y no prudente la sola confianza en la localidad del suelo y en la proximidad de la estación”.

En carta del 15 de diciembre al General Manuel Valdés, uno de los generales de Bolívar que se encontraba batallando en Popayán, lo mantuvo informado de los acontecimientos en Ecuador:

“La División Protectora de Quito fue dispersa el 22 de noviembre en Huachi, marchando contra aquella ciudad, por la columna de Aragón que mandó contra nosotros el presidente Aymerich. Este suceso desgraciado no nos ha hecho desmayar en nuestro propósito; pero nos priva de la facultad de poder cooperar activamente con los movimientos de Vuestra Señoría porque los restos de la división no están en estado de aventurar una acción, y cuando más se conservan y refuerzan en las Bodegas de Babahoyo para llamar la atención del enemigo que parece marcha contra Cuenca[…]nos vemos obligados a remitir algunas armas en este día a los hermanos de Cuenca porque se hallan en mayor peligro que nosotros. Esto demandan los sentimientos de unión y fraternidad que profesamos a todos los pueblos libres de América”. El subrayado es puesto por el articulista para recalcar. Una semana después, el 20, le envió un alcance:

“La columna enemiga que batió nuestra División en Huachi ha dirigido su movimiento sobre la provincia de Cuenca, por lo que ha sido menester desarmar una parte de la guarnición de esta plaza, para auxiliar de armas a aquélla, y reforzar la División acantonada en Babahoyo que se va avanzando sobre Guaranda en partidas por diferentes direcciones, para retardar o detener con esta diversión el movimiento del enemigo, que sin abandonar a Riobamba amaga, con 350 hombres a Cuenca. Esta provincia llena de un gran entusiasmo no puede presentar armados actualmente arriba de 400 hombres por la gran escasez de armas”.

El 27 de febrero de 1821, en comunicación dirigida al general José Mires, asesor militar colombiano, le comentó:

“…el Gobierno se ha visto en la dura necesidad de ocurrir a un empréstito forzoso para sostener la fuerza armada que en el día pasa de 1000 hombres reclutados en estos últimos meses. A pesar de esta situación, si viniesen tropas del ejército se les proporcionarían la subsistencia y los medios de trasporte. Tenemos mil fusiles de repuesto; armas para un escuadrón y algunas piezas de montaña. Hay un escuadrón de dragones milicianos con los que se puede formar un escuadrón ligero”.

En la carta del 27 de febrero se evidencia una de las fuentes de financiación de la Independencia de Ecuador: el empréstito forzoso proporcionado por los empresarios guayaquileños.

En las Memorias del General O’Leary hay cartas de Bolívar ordenando usar fondos de la aduana de Guayaquil para invertirse en la guerra. Bastaba la firma de Bolívar para que el Administrador de la Aduana de Guayaquil entregara el dinero que él necesitaba. He tratado de investigar el procedimiento a seguir, pero no he encontrado la documentación.

Así mismo Bolívar también dispuso de los monopolios. Una de las herencias españolas fue el sistema de monopolios que duró hasta hace cincuenta años y se lo está reviviendo, a cuenta de mantener la soberanía del Estado. En el siglo XIX, el Estado tenía monopolios en el tabaco, sal, pólvora, alcoholes, bodegas en Babahoyo, entre otros más. Bolívar otorgó el monopolio de la sal a un grupo de empresarios guayaquileños quienes le debían pagar 50,000 pesos anuales por cinco años. El dinero recaudado sería usado parcialmente para financiar la guerra contra los realistas en Quito.

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Giacomo Antonio Domenico Michel Secondo Maria Puccini – Pintor de la insatisfacción, de los deseos imposibles.- Puccini,”, fue básicamente un hombre de teatro “Dios Todopoderoso me toco con su pequeño dedo y me ordenó ‘¡Escribe para el teatro, sólo para el teatro!’ Y yo he obedecido ese supremo mandato divino” dijo Puccini poco antes de morir. Nace en Lucca, Toscana, literalmente bajo la sombra de Verdi el 22 de diciembre de 1.858. Exactamente 50 años después de la memorable noche en Viena en que Bethoveen estrenaba la Quinta y Sexta Sinfonía, el Concierto de Piano No. 4 y otras importantes obras en un concierto de cuatro horas.

Puccini fue el último de una línea de cinco generaciones de músicos respetados. Desde 1.712 existían músicos Puccini en Lucca. Cuando tenía 5 años muere su padre. No fue un buen estudiante, uno de sus profesores escribió a la familia indicando que “solo asistía a las clases para calentar el asiento de sus pantalones” A los 17 años va a una representación de Aída y decide su destino. “Cuando descubrí Aída en Pisa sentí que una ventana musical acababa de abrirse para mi” Ingresó en el Conservatorio de Milán (el mismo que rechazó a Verdi) gracias a una beca concedida por la reina Margarita de Saboya donde estudió con Amilcare Ponchielli autor de La Gioconda.

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