21 noviembre, 2024

Démosle de comer

También el alma, como la tierra buena, necesita un cuidado vigilante para dar fruto. Hay que acoger en ella la semilla de la palabra de Dios, enseñada por la Iglesia; hay que regarla frecuentemente con los sacramentos que nos infunden la gracia; hay que abonarla con el esfuerzo por practicar las virtudes cristianas; hay que quitar las malas hierbas de las pasiones desviadas; y hay que compartir sus frutos por el buen ejemplo y la propagación de la fe. No hay cultivo más importante que éste ni que ofrezca fruto más seguro, un fruto que va hasta la vida eterna.

Beato Papa Juan Pablo II –

El evangelio de esta semana nos relata la multiplicación de los panes. Es importante parar a analizar este evento porque nos puede servir para nuestra vida. Jesús estaba enseñando a la gente cuando los discípulos les dijeron que los despida porque todos tenían que comer; y ellos no tenían comida para todos. Es importante analizar aquí que la gente seguía ahí porque si bien tenía hambre, tenían más hambre espiritual y por eso no se iban a comer a su casa, sino que seguían aprendiendo.

Jesús les dice a los discípulos que les den de comer. Aquí hay dos cosas importantes: los discípulos tenían comida sólo para ellos – 5 panes y dos peces – y Jesús les dice que los compartan. La segunda y más importante observación es que Jesús no dice “Yo les doy de comer”, como hizo Dios con el maná en el desierto en la epoda de Moisés o con Elias. No, Jesús les dice a los discípulos que ellos les den de comer a esa multitud. Y a quien le dice en realidad que les de de comer a la multitud hambrienta? A sus seguidores. A nosotros. Hoy nos dice “dadles de comer”. Y no de lo que nos sobra sino de lo que necesitamos. Pero no solamente comida física sino también mental (educación) y espiritual (revelar la Palabra de Dios).

También es importante ver que no les pide que den lo que no tienen. Ellos si tenían cinco panes y dos peses. Jesús nos pide que compartamos y que ayudemos con los talentos que tenemos; y que si ayudamos, estos se multiplicarán.

El gran milagro en este episodio es el compartir. Y el querer servir. Eso es lo que nos enseñó Jesús a través de sus discípulos. Y fue una enseñanza haciéndolos practicarla, no diciendo cosas teóricas, ni haciendo El todo el trabajo.

En nuestro país y a nuestro alrededor lo que más hay es gente que necesita de nuestro apoyo desde el punto de vista económico y de afección. Lo más importante la educación y la parte espiritual donde incluyo el tema de los valores. Hay que volver a inculcarlos. La gente está hambrienta por esto; no pensemos que no. Simplemente necesitan a alguien que los guie por ese camino. Un pastor que guie sus ovejas.

No esperemos que sea el Gobierno el salvador, ni que Dios lo haga. Démosle nosotros de comer a quien lo necesita.

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La Boda

Asistí hace pocos días a un matrimonio, en el que se leyó como es costumbre en estas ocasiones el pasaje bíblico de las Bodas de Canaán. Ya lo había escuchado un sinnúmero de veces, pero ahora la idea que llegó a mi fue distinta. Sin poder repetir con exactitud lo que el sacerdote dijo, remito algo parecido y escrito según mis palabras:

A los novios de las Bodas de Canaán se les acabó el vino; la fiesta entonces se iba a convertir en un fracaso y todo el pueblo iba a comentar sobre eso, contando con los invitados que seguramente harían las peores críticas sobre sus anfitriones. Pero, ¡Oh sorpresa! No contaban con ciertas amistades del novio y de la novia. Había entre sus invitados dos personas que harían de aquella situación algo que sería recordado por los siglos de los siglos: un milagro. Una sencilla Mujer invitada a la boda, quien parece tenía la costumbre de estar muy pendiente de todo, se da cuenta de que el vino se había terminado. Dice entonces a su Hijo, a estos dos se les acabó el vino, dales una mano, que los pobres están desesperados. El Hijo que no quería salir de su low profile (bajo perfil) le pide que no se meta en ese asunto, aún no es su hora de actuar. La verdad no sabemos qué es lo que estaba esperando o cuando sería el momento preciso en que se diera a conocer al mundo. En tal caso, tuvo que demostrar su identidad secreta porque aquella mujer como toda buena madre, no tomó en cuenta sus palabras y con sutil delicadeza ordenó a los empleados de aquella casa: ¡hagan lo que Él les indique! El obediente Hijo, se puso manos a la obra al darse cuenta que no podría ir contra la insistencia de su Madre, entonces hizo llenar las tinajas de agua y luego transformó el agua en vino. Con más que suficiente vino para esa noche, continuó la fiesta y con un detalle que jamás olvidarían los invitados; terminado el vino mediocre, los novios ofrecieron el mejor vino de la historia. Que se sepa, nunca jamás nadie ha probado un vino tan exquisito.

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