22 noviembre, 2024

Poema Semanal: Besos

Este precioso poema, de acuerdo a todas las notas que he leído en Internet, es de la autoría de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida con el seudónimo de Gabriela Mistral, que nació en 1889, en Vicuña, Chile. Destacada poetisa, diplomática, feminista y profesora chilena que ganó el premio Nobel de literatura en 1945.

Hace mucho tiempo leí en alguna parte una controversia sobre el autor de este poema. Entre sus posibles autores se mencionaba a Juan de Dios Peza, brillante poeta mexicano de quien hablaremos en otra ocasión.

Leyendo el poema, se hace difícil pensar que sea escrito por una mujer, no por capacidad o romanticismo (en lo que ellas son superiores) sino por la descripción del beso que se hace en el poema: “… cubrió tu faz de cárdenas sonrojos…” “… te vi celosa… (¿no debería ser celoso?)” “… te suspendí en mis brazos, vibró un beso, y ¿qué viste después? sangre en mis labios.“

Se me hace difícil que una mujer suspenda en sus brazos a un hombre durante un beso y que el rostro del hombre se cubra de cárdenas sonrojos.

En la Antología de Gabriela Mistral editada por Espasa, que es una de las más grandes, no aparece este verso pese a lo famoso y lindo que es; en los libros de la poetisa que se encuentran en Internet, tampoco lo he encontrado, es decir, aparentemente no se encuentra en ninguno de sus libros, lo que me hace creer que puede no ser de su autoría.

Pero mejor disfrutemos del romanticismo que encierra estas líneas:

Besos…

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria;
hay besos que se dan con la mirada,
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles,
hay besos enigmáticos, sinceros,
hay besos que se dan sólo las almas,
hay besos, por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos, que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia:
¡Cuántas rosas en broche han deshojado!

Hay besos perfumados, besos tibios,
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol, entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena, con su beso
fortifica, piadosa, su agonía.

Desde entonces en los besos palpitan
el amor, la traición y los dolores,
en las fiestas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión, ardiente y loca;
tú los conoces bien, son besos míos,
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama, que en el rastro impresos
llevan los surcos de un amor vedado;
besos de tempestad, salvajes besos
que sólo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero? Indefinible…
cubrió tu faz de cárdenas sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celosa imaginando agravios?
Te suspendí en mis brazos… vibró un beso
¿Y que viste después?… sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar… Los besos fríos
son de impasible corazón de roca.
Yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Artículos relacionados

Antes que tú

Definitivamente los tiempos cambian. Para poder entender esta poesía de Federico Barreto, hay que ubicarse en su tiempo, o cuando menos en la época en que los de mi edad o mayores, estábamos en los 15 abriles.

En esa lejana época, se creía que la mujer debía llegar virgen al matrimonio. Ahora los tiempos han cambiado. Hasta las ballenas usan bikini. Prácticamente el único traje de baño que se puede comprar de una pieza es un monokini, es decir, un bikini sin la parte superior. Al hombre le gustan las “grillas” que bailan el “perreo”, que gustan de jugar a la “ruleta sexual”, y las madres se ponen felices cuando sus hijas bailan imitando a Madonna, a Lady Gaga, a Shakira o a cualquier otra artista que baile con movimientos sensuales, o mejor dicho, sexuales.

La costumbre social ha ido calando fuerte en el alma del ser humano. Ahora es común que los enamorados vivan juntos y consideran una aberración el casarse sin haber probado si son o no compatibles sexualmente. Le damos demasiada importancia a lo material, a lo físico, al hedonismo, a la diversión. Como alguna vez me dijo una madre: “la que no exhibe no vende”. Sigo creyendo, capaz ingenuamente, que la mujer no es un objeto sexual que se compra y se vende. Para mí, la riqueza espiritual de la mujer es lo más hermoso que ella tiene. La moral debe ser respetada, así como debe ser respetada la mujer. A mi modo de ver es ella misma la que se degrada, al aceptar mostrarse desvestida en público y al permitir que se la mancille con las letras de las canciones y los insinuantes bailes actuales.

Algunas canciones y una Canzonetta (1/2)

Para seguir con Buesa, quiero presentar ahora, algunos de sus poemas que presenta como canciones y una canzonetta.

Es de destacar el estilo metafórico del autor y su facilidad de versificación. ¿Su tema? ¡Siempre el amor!

Disfrutemos de estas poesías de José Ángel Buesa:

1 Canción Del Amor Prohibido

José Ángel Buesa

Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvió,
ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente.

Solo tú y yo sabemos porque mi boca miente,
relatando la intriga de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío…
y aun nos arde en los labios algún beso reciente.

Solo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así son dos orillas tu corazón y el mío,
porque, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

3 comentarios

  1. está describiendo un beso apasionado, un encuentro ansiado, desesperada lo dejo lleno de moretones en la cara y el cuello, literalmente mordido y marcado con cardenales. Luego habla de ella y por eso emplea aquel «te vi celosa», el sentido de suspender se refiere a retenerlo entre sus brazos con la mayor fuerza posible, es un verso muy femenino

  2. Hace mucho tiempo en un libro de mi abuela constaba ya como de Juan de Dios Peza este hermoso poema, pienso que tiene las características de sus versos, sin embargo y con todo respeto a la gran mujer y poetisa que es Gabriela Mistral, hay que tener en cuenta que al leerse «Te ví celosa» bien pudo haberlo escrito también, pués se han develado cosas de su vida privada que al no constarnos no las podemos aseverar, pero hay que recordar ese refrán que dice «Cuando el rio suena…» Repito no pretendo faltar a su memoria, por que lo que es natural hay que respetarlo.

  3. «Leyendo el poema, se hace difícil pensar que sea escrito por una mujer, no por capacidad o romanticismo (en lo que ellas son superiores) sino por la descripción del beso que se hace en el poema: “… cubrió tu faz de cárdenas sonrojos…” “… te vi celosa… (¿no debería ser celoso?)” “… te suspendí en mis brazos, vibró un beso, y ¿qué viste después? sangre en mis labios.“

    Se me hace difícil que una mujer suspenda en sus brazos a un hombre durante un beso y que el rostro del hombre se cubra de cárdenas sonrojos.»

    Amigo, omite usted lo evidente… que el objeto de su amor era una mujer, por eso lo de «celosa».
    Por eso no es tan difícil suspenderla en brazos.
    Y por eso su rostro se sonroja.

    ¿A que así se explica todo?

    @Maria: no es faltarle al respeto, ni mucho menos, ni disminuye su valía como persona el hecho de que Gabriela estuviera enamorada de Doris Dana. Todo el mundo tiene el derecho a enamorarse de quien su corazón elija.

    «Desde que te fuiste yo no río y se me acumula en la sangre no sé qué materia densa y oscura. Yo no puedo saber aún, amor mío, lo que ocurra conmigo a lo largo de los sesenta días de nuestra separación.
    Estoy viviendo la obsesión, amor. (…) Yo no sabía hasta dónde eso -lo vivido- ha cavado en mí, hasta dónde estoy quemada por ese punzón de fuego, que duele igual que la brasa ardiendo sobre la palma de la mano».
    -Gabriela Mistral a Doris Dana

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×