22 noviembre, 2024

Reír llorando

Ya hemos mencionado en las dos últimas entregas de los Poemas de la semana, dos poesías que has sido atribuidas a Juan de Dios Pesa, Poeta mexicano nacido en 1852 en Ciudad de México, poeta, político y escritor mexicano de extraordinaria y prolífica producción. Reconocido por muchos como el poeta de la familia porque muchos de sus poemas describen momentos preciosos familiares con sus hijos y de su enamoramiento y las dificultades con su futura familia política antes de su matrimonio, que desaparecieron luego del mismo. Entre sus muchas poseías, que son verdaderas joyas, quiero destacar “Reír llorando” una preciosa descripción del drama de uno de los más grandes actores, directores, productores, dramaturgos, escritores y cómicos mundiales del siglo XVIII, el inglés David Garrick.

David Garrick nació en Hereford, Inglaterra en 1717 y murió en Londres en 1779, pupilo y amigo del Dr. Samuel Johnson. Apareció primero en varias obras como amateur y su actuación en la obra Ricardo III de Shakespeare lo catapultó a la fama. Estaba tan extraordinariamente dotado para la comedia, que los Médicos recomendaban sus actuaciones como un remedio mágico, capaz de sanar cualquier pena del alma. Se considera que David Garrick fue, sin saberlo, el primer risoterapeuta de la historia. El Reverendo Nicolas Tindal, historiador, resume en pocas letras su arte, cuando dice: “Lo sordos lo oyen en su acción y los ciegos lo ven en su voz”. Autor de más de cuarenta obras de teatro. Está enterrado en la esquina del poeta en la Abadía de Westminster.

Juan de Dios Peza describe magistralmente el drama de su vida en los versos que siguen a continuación.

REÍR LLORANDO

Juan de Dios Peza

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegose un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo los llamo a los muertos mis amigos;
y los llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.

-¿A Garrick? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!

-¿Y a mí me hará reír? -¡Oh! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
Así -dijo el enfermo, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay, que cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

Artículos relacionados

Prueba y Error

Pecho inflado, sueldo ganado
Siempre en mi ruta, bien caminado
Aplausos y gestos reconfortantes
En mi rostro un buen semblante

Con cada vuelo sentía ganar
Y en cada escenario conquistar
Nunca se extraña sino se pierde
Nunca se sabe hasta que aprendes

Humberto Fierro

El cuarto poeta ecuatoriano de la generación decapitada, fue Humberto Fierro. Nació en Quito, en 1887. Adquirió esmerada educación y en las propiedades de sus padres, en Quito y en Miraflores en Cayambe, dedicó mucho tiempo a la lectura de sus autores y poetas favoritos. Gustaba de lecturas filosóficas y científicas y sobre todo de los poetas franceses simbolistas y parnasianos.

Introvertido, modesto y sencillo, de una sensibilidad extrema, se desempeñó toda su vida como amanuense en una Oficina del Ministerio público. Arturo Borja lo instó a publicar sus poemas. Sus principales obras están resumidas en dos poemarios: El Laúd del valle, publicado en 1919, y La Velada palatina, editada después de su muerte, en 1949.

A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos. En las noches se reunía con amigos y poetas en diferentes bares de Quito, hasta que la muerte lo sorprendió el 23 de agosto de 1929, a los 43 años de edad.

No hay comentarios

  1. Gracias por los datos de los autores de los pomemas aquí publicados.
    Me gustaría si fuera posible leer otra vez alguna poesía del ecuatoriano Rafael Angel Blacio Flor, lamentablemente el libro que el obsequió a mi padre se perdió hace mucho.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×