Antonio Plaza Llamas, poeta mexicano nacido en Apaseo el Grande, Estado de Guanajuato, México en 1833, abogado, militar, político liberal y periodista, es un poeta de reconocidas dotes. Juan de Dios Peza, que aunque 19 años menor fue su amigo, nos revela en su biografía esta frase que lo describe: “Muchas veces me reveló que no obedecía a preceptos de escuela; que nunca pudo nutrir su espíritu con la lectura de los grandes maestros y que a semejanza de las aves, cantaba porque sentía la necesidad de cantar.”
Esgrimió la pluma del periodista defendiendo las nuevas ideas liberales escribiendo en “El horóscopo”, “La idea”, “El Constitucional”, La luz de los Libres” y muchos otros diarios, encendiendo el fuego de la libertad.
Entre sus muchos versos, en los que revela su inconformidad con la sociedad en que vivía, y en los que demuestra su facilidad para escribir, tenemos “A una ramera”, que comienza diciendo: Mujer preciosa para el bien nacida, / mujer preciosa por mí mal hallada, / perla del solio del Señor caída / y en albañal inmundo sepultada.” y termina: “Es tu amor nada más lo que ambiciono, / con tu imagen soñando me desvelo, / de tu voz con el eco me emociono / y por darte la dicha que yo anhelo, /si fuera rey te regalara un trono, / si fuera dios te regalara un cielo / y si dios de ese dios tan grande fuera / me arrojara a tus plantas, vil ramera.”
Su poema “Crápula” puede haber sido la inspiración de Juan de Dios Peza para el poema “Verdades amargas” que presenté hace pocas semanas, si es de su autoría. Plaza comienza diciendo: “Dadme vino, barajas y mujeres / porque la vida se me va escapando; / quiero reír con báquicos placeres /porque estoy con el alma sollozando.” y termina exponiendo su visión de la sociedad: “Sociedad exigente y corrompida, / lujuria en el altar santificada, / severa, mojigata, descreída, /… / adúltera que audaz alzas el dedo, / yo, ni borracho, respetarte puedo.”
Quiero presentar aquí “Flor de un día”, poema de una decepción amorosa, que es uno de sus más hermosos poemas:
Flor de un día
Antonio Plaza
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero
y buscaste el incienso de mis cantos?…
¿Me crees, por ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo en cambio, mujer, te dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la gloria el moribundo,
como piensa en la vida el condenado.