“La lealtad es un compromiso tácito o explícito de ayuda y apoyo que se establece con una ideología, norma moral o ética, personal o de grupo”.
La lealtad sirve a los humanos para apoyarse mutuamente, respaldada por la ayuda que es avalada por la lealtad.
El cuerpo necesita de esta fidelidad, porque nuestro “hombre interior”, precisa esta seguridad espiritual. Jesús llamó a este tipo de gente que no da lealtad: “muertos vivientes”.
El político, “sabe” con qué lealtades cuenta, pura o comprada, en una arriesgada maniobra política.
La lealtad posee un lado oscuro. Las bandas mafiosas, los delincuentes y cualquier grupo antisocial, explota la lealtad para aumentar su eficacia.
Lo paradójico es que en la política sucia tiene que existir la traición, el oportunismo, el egoísmo. Muchas veces resulta más eficaz la bajeza de la traición.
Es difícil entender que en la vida de baja moral, dónde las relaciones son variables y efímeras, como lo es la política, la mejor estrategia es el oportunismo, es decir, la lealtad condicionada al beneficio que se espera de ella.
La traición es inevitable cuando se tienen lealtades pancistas. Cuando hay dos caminos que se enfrentan entre sí, hay que tomar partido por uno de ellos y esto implica traicionar una lealtad para mantener otra.
Es entonces cuando se oye ese terminante: “O estás conmigo o contra mí.” Y son demasiados que prefieren vivir muertos que morir libres para destacar moralidad y mantener su lealtad a un paradigma
Algunos que buscan lo vano, que no saben cuán corta es la vida, las lealtades se mantienen justo hasta el momento en que dejan de ser rentables.
En este escenario, las lealtades son muy fugaces y se adaptan a cada situación para sacar el mayor partido posible.
Como norma general, la solidez de la lealtad va a depender de lo que nos juguemos al traicionarla; el castigo o lo que esperamos recibir en pago a la traición.
Sin embargo, en toda alianza basada en la lealtad, la parte más fuerte exige mayor grado de lealtad mientras que la más débil se ve obligada a aceptar un mayor grado de incumplimiento.
Suele haber uno que “abusa” del otro, en el sentido de que lo traiciona frecuentemente mientras que exige al ajeno un mayor grado de cumplimiento. Este es el precio que tiene que pagar el débil por mantener una relación de amistad con el fuerte.
“Yo soy así, qué le vamos a hacer…”, “no puedo hacer nada” son ejemplos de las frases que el fuerte le lanza al débil cuando éste ha sido traicionado.
Y cuando digo “fuerte”, quiero decir el que, por alguna razón, está en superioridad estratégica.
Si el débil quiere conservar la amistad o relación, tiene que pagar un precio, porque de no hacerlo así, la relación se romperá al considerar el fuerte que no le compensa el esfuerzo de lealtad que se le exige.
Y llegados a este punto del análisis pasemos al enfoque práctico de la lealtad:
En tales casos, ayuda mucho tener en cuenta que lo que cuenta en las relaciones no es la lealtad, sino el poder.
Nuestros semejantes sólo nos serán leales, en la medida que valoren como positiva su relación con nosotros. No caigamos en una exigencia continua y agobiante de lealtad.
Debemos concentrar nuestros esfuerzos en convertirnos en imprescindibles. Sólo desde esa perspectiva, podemos exigir (o más exactamente obtener) la lealtad de los demás.
No basta con ofrecerles nuestra lealtad incondicional. Ésta tiene un valor indudable, pero el valor de nuestra lealtad sólo será un coeficiente multiplicador sobre el valor intrínseco que nuestra persona tiene para ellos. Si no valemos nada o muy poco para una persona, no tendremos su lealtad y si insistimos en exigírsela, perderemos la relación.
De ahí se explica el hecho de que los poderosos son raramente traicionados y en cambio los débiles viven en una perpetua traición por parte de los demás.
Y por favor, ¡no vuelva a exigirle a nadie lealtad! Sólo conseguirá darle motivos para alejarse de usted.
Los seres de hoy buscan la “felicidad”. Creen que las cosas materiales los harán dichosos y felices, una fórmula falsa para hallar la felicidad verdadera.
Hay vivos que viven como muertos y vivos que viven de los que creen que están muertos.
Muertos despierten, porque no están muertos. Y vivos no piensen, que tienen la vida comprada.
Esclavo se hace, el que quiere hacerse esclavo. La libertad esta siempre con nosotros, jamás se fue.
De vivos está llena la política y los muertos no están únicamente en los cementerios.
Mi propuesta es que los vivos, no se hagan tanto los vivos. Y que los muertos despierten, que no están tan muertos.
EL QUE NO QUIERA SENTIRSE AUNQUE SEA ALGUNA VEZ TRAICIONADO, QUE SEA LEAL SOLO CON SU PROPIA CONCIENCIA, O SI TIENE FE, CON DIOS.
NADIE PUEDE TENER SEGURA LA LEALTAD DE OTRO.
SI ESTO ES EGOISMO O INDIVIDUALISMO, PUES LO SOY.
SALUDOS
GABRIEL AQUIM CH.