En días anteriores, miles de servidores públicos fueron obligados a renunciar de sus puestos de trabajo, sin seguir el debido proceso contemplado en la Ley de Servicio Público; el presidente Correa ha acusado de corrupción, sin pruebas, a los despedidos. Para tomar esta medida, a todas luces ilegal, el presidente ha manifestado que infiltró a agentes de la inteligencia policial en donde laboraban los despedidos. Las voces de protesta no se dejaron esperar, la asambleísta Nívea Vélez ha señalado: “Es terrible que primero se despida a la gente y luego sean agredidos para justificar este acto”, el general Paco Moncayo se unió a las críticas y calificó a esa medida “de inhumana, ilegal y arbitraria”.
Esta política, de destruir y luego de denigrar a la persona afectada y a sus familiares la usó el dictador más sanguinario del Caribe, el dominicano Rafael Leónidas Trujillo; éste no sólo se contentaba con destituirles o asesinar a sus adversarios sino también, a través de la prensa que controlaba, les arruinaba su reputación para el escarnio y vergüenza de la familia. Me permito citar un fragmento del libro “La fiesta del chivo”, del célebre escritor peruano Mario Vargas Llosa:
“El abogado Bayardo Cipriota pereció en una reyerta de maricas: lo encontraron apuñalado en un hotel de mala muerte, con calzón y sostén de mujer, y la boca con rouge. El dictamen forense determinó que tenía esperma en el recto”, este es uno de los tantos ejemplos que cita Vargas Llosa en su libro. Estas abyectas acciones eran realizadas por Trujillo a través de su brazo ejecutor el Coronel Jonny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). El SIM fue una poderosa organización que aterrorizaba a la población con crímenes y torturas; Abbes tenía una vasta red de informantes para delatar a los detractores del dictador Trujillo”.
Para hacerle honor al título de este artículo y en homenaje a quienes han sido obligados a renunciar a sus trabajos, para muchos, el único sustento de sus hogares; permítanme transcribir un fragmento de ese poema gaucho que lo declamaba el argentino Antonio Comás, más conocido como El Indio Duarte, “Madre: me echaron del puesto”. “(…) Quiere que le diga por qué vengo alegre?/Me echaron del puesto!/Cómo dice?/Que le han echao del puesto/Y usté viene alegre?/Sí, pero una vez que uste/ Sepa por qué me despiden/Me va a creer más su hijo./Hace una semana/Llegó la patrona y el patrón del pueblo,/Con ellos trujeron al hijo;/Un mozo que dicen que es leído/Porque estudia en los libros,/Toma té con wiskhy,/Se pinta las uñas,/Pero tiene más humo que/Ese palo verde que usté ha echao en el fuego./Ayer hubo fiesta en la estancia/Y el mocito biodo, maltrató al boyero,/Anduvo a palos con peones y perros;/(…)”.
En conclusión, habría que preguntarse: ¿Qué nos espera cuando sea una realidad el Servicio de Protección Público, una organización de civiles armados a órdenes directas del Ministro del Interior? de acuerdo al proyecto de Ley del Código Orgánico de Entidades de Seguridad Ciudadana enviado por el presidente a la Asamblea.
En una sabatina anterior el presidente Correa ya nos adelantó: que sería esta organización, “una especie de servicio secreto, al estilo de lo que se practica en Estados Unidos”.