Arrigo (Enrico) Boito (1842-1918).- Nació en Padua el 24 de febrero de 1842. Su madre, Josefina Radolinska era una condesa polaca. Su padre, un italiano pintor de miniaturas, dilapidó el dinero de su mujer y la abandonó, dejándole la responsabilidad de educar a sus dos hijos. Arrigo creció en Venecia, donde demostró extraordinario talento musical y literario desde temprana edad. Nos cuentan que creció como “un agradable joven de clase alta, ingenioso y talentoso, arrogante y precoz”.
Se enroló en el Conservatorio de Milán en 1853 y allí conoció a Franco Faccio, quien se tornó en su mejor amigo y, con el tiempo, sería uno de los directores de orquesta más famosos de Italia. Boito y Faccio se graduaron en 1861 y se convirtieron en líderes y los voceros no oficiales de un grupo de jóvenes escritores, compositores y poetas milaneses que se llamaban a si mismos la “Scapigliatura”, “Los Artistas Desgreñados (o Desaliñados)”. Como todo joven artista que recién pasa la adolescencia y poseedor de una sobrestimada convicción de sus conocimientos e importancia, los Scapigliati eran realmente insoportables. El “Credo” del grupo fue escrito por un miembro llamado Carlo Righetti y comenzaba de la siguiente manera:
“En todas las grandes y ricas ciudades del mundo no civilizado, existe un cierto número de individuos, entre los 25 y los 30 años, no más, llenos de talento, muy avanzados para su tiempo, independientes como las águilas de los Alpes, dispuestos para el bien y el mal, inquietos, infelices, preocupados, quienes debido a una terrible contradicción entre sus condiciones materiales y su posición en la vida, esto es, entre lo que tienen en sus mentes y lo que tienen en sus bolsillos, merecen ser clasificados en un nuevo y especial nivel dentro de la Gran Familia de la Sociedad, como una casta que se distingue de todo el resto. Somos el verdadero pandemonio de nuestra era: la personificación de la locura más allá de las paredes del asilo; un reservorio de desorden, improvisación, el espíritu de la rebeldía y la oposición a todo el orden establecido”
Los miembros de Scapagliatura expresaban sus creencias en artículos publicados en diferentes revistas y periódicos, especialmente la revista Il Figaro que Boito y el dramaturgo/novelista Emilio Praga habían fundado en 1864. Fieles a la contra cultura que pregonaban, atacaron a los grandes artistas, miembros de lo que ellos consideraban el orden establecido entre los que obviamente estaban Verdi y Manzoni. Boito dijo del gran y querido Alessandro Manzoni, que era: “…una estatua que todavía se erguía, sin ninguna justificación sin ningún valor, en el nuevo clima literario y poético”
Boito escribió un “brindis” al futuro de la música italiana.
“¡Brindo por la salud del arte musical italiano! Que se libre de la prisión de los viejos y de los idiotas. Quizás ya ha nacido el hombre que eleve el arte, pura y modesta, sobre el altar que ha sido mancillado como pared de un prostíbulo. ¡Bebamos, pues! ¡Que la champaña bautice a este nuevo arte, y que los desvencijados y desaliñados viejos cretinos se mueran de sed!”
Verdi leyó esta pieza de juvenil sobre entusiasmo y se sintió profundamente ofendido. Había conocido a Boito en 1862, cuando con una carta de presentación de Clara Maffei, Boito había visitado a Verdi en París. Verdi se impresionó favorablemente de los trabajos de Boito y Faccio y así lo hizo saber. Mayor razón, entonces para la indignación de Verdi. Le escribió a Ricordi lo siguiente sobre el famoso “brindis”: “….si yo, como otros, he mancillados el altar, como Boito dice, que él lo limpie y yo seré el primero en ir y encender una vela”.
Más que cualquier otra cosa, Boito y sus Scapigliati abrazaban el “realismo” como la llave para “el arte del futuro”, como su artículo de fe artístico básico. Para ellos, el “realismo” rechazaba al Catolicismo, a la espiritualidad, al sentimentalismo, y algo que ellos llamaban “fetichismo”. Como toda contra cultura, rechazaron a los pilares del arte italiano, a pesar de que en privado, los imitaban. Boito, eventualmente, se arrepintió de estos “pecados de juventud”.
Boito vivió una juventud apasionada. Incluso llegó a batirse en duelo con el siciliano Giovanni Verga, escritor representante de la corriente del “verismo” y autor de “Caballeria rusticana”, por una discusión que mantuvieron sobre Rossini y Meyerbeer. En el terreno privado tuvo amores con la divina Eleonore Duse, una de las actrices más grandes de su tiempo.
Cuando Boito conoció a Verdi, a los 20 años y antes de escribir el “brindis” ya iniciaba la composición de su opera Mefistófeles basada en la leyenda de Fausto. Le tomó seis años terminarla. Consiguió que La Scala la presente en premier el 5 de marzo de 1868. Mefistófeles fue la primera opera que se presentó en La Scala con el mismo individuo componiendo la música y escribiendo el libreto. Semanas antes de la primera función Boito hizo circular el libreto, en una típica muestra de su vanidad y petulancia. Los ensayos resultaron un desastre. Cuando el experimentado director, Alberto Mazzucato, sugirió ciertos cambios y recortes, Boito indignado los rehusó y un cruce de palabras hizo que Mazzucato ofendido abandone la obra, dejando al inexperto Boito dirigiendo su premier.
La primera presentación de Mefistófeles en La Scala, se mantiene, hasta el día de hoy, en el mayor fracaso en la historia de esa renombrada sala de opera. Boito no estuvo a la altura como director y los cantantes eran más que malos. Los silbidos se iniciaron casi inmediatamente después de la obertura y se incrementaron al ver que Boito no detenía el espectáculo. Fueron seis horas de total rechifla y el público terminó tan agotado como el director. La opera fue retirada de escena y la auto estima del arrogante Boito fue estremecida hasta sus propias raíces. Siete años más tarde, en 1875, Mefistófeles fue presentada en Bologna, muy recortada en duración y reformada en su integridad. Fue un éxito. Aún hoy se presenta en la periferia del repertorio y se la considera una obra maestra “menor”. En todo caso, debo confesar mi mal gusto, porque es una de las operas que más me atrae.
En 1877 Boito comenzó a trabajar en su segunda opera Nerone. Cuando murió, 41 años más tarde, en 1918. Nerone no estaba terminada. Eventualmente, Nerone, incompleta, fue estrenada por Arturo Toscanini en 1924, seis años después de la muerte del compositor y nunca más se representó. Sobre el compositor Boito, Verdi dijo: “….aspira a originalidad y solo obtiene éxito en ser extraño. No tiene espontaneidad ni capacidad de invención”.
Si Boito no tuvo éxito como compositor, le fue mejor como poeta y libretista. Escribió poesía bajo su nombre y con el pseudómino “Tobia Gorrio” escribió artículos y libretos. De todos los libretos que Boito escribió en los 1870 el único que se recuerda es el que escribió para Almicare Ponchielli para La Gioconda que se estrenó en La Scala en 1876.
Pero sus dos grandes obras las escribió para Verdi. El libreto de Boito de Otelo es una obra maestra de síntesis y reducción. Muchos han considerado que es el mejor libreto escrito en el siglo XX. Destaquemos que al escribir un libreto la capacidad de síntesis tiene que ser extraordinaria y que el libretista no puede darse el lujo de poner nada que sea innecesario o excesivo, ya que al ponerle música a las palabras, vamos a extender el tiempo y podríamos acabar con una opera de 6 horas. Por lo tanto Boito tuvo que recortar no solo un acto sino mucho del desarrollo de los personajes, sustancia, escenas subsidiarias, etc.
Verdi fue muy afortunado en contar con un libretista tan notable. Boito era un literato que se había compenetrado a fondo del espíritu sublime de Shakespeare, y poseía un conocimiento tan profundo de sus obras como muy pocas personas lo hayan logrado. El libreto de Otelo es una obra de arte, y en su preparación Boito dio pruebas de sus grandes facultades literarias y musicales.
50 años después de su fracasada opera buffa Reino por un día, Verdi no solo pensaba sino que hablaba de escribir otra opera cómica. Durante el verano de 1889, a casi dos años y medio del estreno de Otelo, Verdi casualmente menciono a Boito que “Las Alegres Comadres de Windsor” de Shakespeare era un lindo tema para una ópera y que el personaje de Sir John Falstaff era un perfecto carácter cómico. Esto era todo lo que Boito necesitaba oír; en pocos días presentó a Verdi un borrador de una ópera y a Verdi le encantó. El 7 de julio de 1889. Verdi, de casi 76 años, le escribe a Boito sobre su entusiasmo y sus dudas de emprender este nuevo proyecto:
“Benissimo! Benissimo! ¡Nadie podía presentar el escenario mejor que tú! Sin embargo, al pensar en Falstaff ¿pensaste también en la cantidad de años que ya tengo? Perfectamente sé que me contestaras exagerando el estado de mi salud, diciendo que la misma es buena, excelente y robusta. Eso es verdad. Pero estoy seguro que estarás de acuerdo conmigo en que sería imprudente tomar esta responsabilidad ¿Qué pasa si no soporto la presión? ¿Qué pasa si no termino la música? Habrías gastado tiempo y trabajo para nada y yo no quisiera eso por todo el oro del mundo.”
Tan solo tres días después de la carta anterior volvió a escribir a Boito lo siguiente.
“¡Que felicidad! Volver a decir a la audiencia: ¡Aquí estamos vengan a vernos de nuevo! Amen, ¡Que así sea! ¡Hagamos Falstaff! ¡No pensemos más en las dificultades de la edad o las enfermedades! Pero también quiero guardar el mayor secreto: una palabra que subrayo tres veces para que nadie se equivoque: nadie debe saber sobre esto. Por supuesto que creo que Peppina lo supo antes que nosotros, pero no te preocupes que ella sabrá preservar el secreto. Si te sientes animado, empieza a escribir.”
Desde los inicios de Falstaff, Verdi afirmó que sólo componía la obra para entretenerse, motivado por el excelente libreto que le había entregado Arrigo Boito:
“Boito… me ha escrito una comedia lírica totalmente diferente de las demás. Me estoy divirtiendo al escribir la música; sin planes de ninguna especie y ni siquiera sé si la voy a terminar… repito… me estoy divirtiendo. Falstaff es un pícaro que se mete en todo tipo de diabluras… pero de una forma entretenida. Él es todo un tipo. ¡Hay tanta variedad de tipos! ¡La ópera es totalmente graciosa! Amén.”
Verdi y Boito estaban animados y les tomó 4 años terminar Falstaff a pesar de los temores de Boito de no hacer honor al gran Shakespeare:
“Quisiera, de la misma forma que se reparte azúcar sobre una torta, repartir toda la comedia con alegre amor (se refiere a las relaciones entre la joven pareja de enamorados Fenton y Nannetta). Durante las primeras semanas (de escribir el libreto), estaba desesperado. Establecer los personajes, tejer la trama, extraer el jugo de esta enorme naranja Shakespeareana” …escribir con color y claridad y resumiendo, delinear el plano musical para las escenas, de manera que todo resulte en una unidad orgánica que sea una pieza musical pero no solo eso, tornar la comedia viva de principio a fin, hacerla vivir de una natural y comunicativa alegría es difícil, difícil, difícil Y sin embargo debe lucir simple, simple, simple”
El libreto que Boito escribió es extraordinario y probablemente, junto a Otelo, uno de los libretos de opera mejor escritos. Por experiencia propia, Verdi sabía que sólo un libretista de la magnitud intelectual de Boito podría trascender los matices de Shakespeare a fin de poder transmutar Las alegres comadres a ópera. Para Verdi, la esencia de Falstaff, como personaje gracioso, consistía en permitir que se manifestara en toda su rica magnificencia y esplendor. Únicamente Boito, con su extraordinaria inclinación al trabajo como distracción y a la ironía, fue capaz de lograr tales resultados. Al tiempo que cumplía con las expectativas, Boito también se dio muchas libertades con el personaje Falstaff. Adaptó y sintetizó el texto valiéndose de Las alegres comadres de Windsor y de Enrique IV, de ambas, Boito extrajo chistes mediocres y transformó los malos en excelentes versos.
El Falstaff de Verdi y Boito supera con creces una simple figura de bufón dramático e incluso la del drama de Shakespeare. Este personaje no es solo un payaso burlado, sino que constituye una afable figura con mucho encanto y hasta el final conserva unos atributos característicos que hacen de él todo un símbolo.
Verdi aceptó el libreto de Boito con mínimas modificaciones. La caracterización de Falstaff lo tenía cautivado. Falstaff representaba un arquetipo, un gordo encantador, un sinvergüenza y pícaro que se recreaba dando rienda suelta a todas sus diabluras.
El escritor y crítico musical inglés Francis Toye (1883 – 1964) cometió la que para muchos de sus compatriotas fue una blasfemia cuando dijo:
“Me atrevería a afirmar que el Falstaff de Boito es una mejor comedia que Las Alegres Comadres de Shakespeare; la acción no es tan difusa y la intriga más organizada y concentrada”