Simón Bolívar, el genial caraqueño, para quien “la Patria era América” fue uno de los primeros en percatarse de la identidad racial, cultural e histórica de esa “nación de repúblicas” que ocupa el continente americano desde el Río Grande hasta el estrecho de Magallanes. Es cierto, que antes de Bolívar existieron visionarios que hicieron notar esta realidad como, por ejemplo, los Condes de Arana y Florida Blanca, Ministros de Carlos III que, de manera profética, advirtieron al rey católico de la necesidad de formar en América Española, tres grandes reinos, única forma de frenar el poderío de las 13 colonias norteamericanas que, con el correr de los tiempos, trataron de expandir su hegemonía a estas tierras. Es cierto, también, que el precursor Miranda soñó con un solo Estado hispanoamericano, y que el argentino Bernardo de Monteagudo laboró en el mismo sentido. Más, es indudable, que en el pensamiento bolivariano encontramos estructurada perfectamente la idea, y que fue el libertador un abanderado de ella.
Muerto Bolívar, el ideal de unidad sufrió el combate de las grandes potencias mancomunadas en su afán de fraccionar la región en débiles repúblicas, incapaces de soportar la presión que sobre ella ejercía. Desde entonces, el sagrado suelo latinoamericano ha sido indignado espectador de frecuentes incursiones de las grandes potencias.
Prácticamente no existe una sola república que no haya sido expoliada por las apetencias imperialistas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania y aún de la misma España.
Ahora bien, las condiciones actuales son muy distintas a las existentes en tiempos de Bolívar, pues hoy es mucho más fácil comunicarnos y conocernos.
Esta comunicación, este conocimiento, da como consecuencia la constatación de lo parecido que somos, de lo similares de nuestras costumbres, usos, frustraciones y esperanzas.
En tiempos de Bolívar o de Eloy Alfaro solo unos pocos privilegiados pudieron vislumbrar el fenómeno; ahora prácticamente, lo pueden comprender todos, pues está ante sus ojos cuando miran la pantalla chica de su televisión o leen las noticias o se integran vía Internet.
De aquí concluimos una primera reflexión; la necesidad de fortalecer la Organización de Estados Americanos (OEA) para que represente la idea matriz de la unidad que ha venido palpitando en la persona profunda del pueblo latinoamericano.
Por otro lado, los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Cuba y Nicaragua que forman parte del “socialismo del siglo 21” y se diferencian con los otros gobiernos latinoamericanos ya que no comparten los mismos conceptos de democracia, separación de las funciones del Estado, libertad de expresión, alternabilidad de los gobernantes, entre otros, han decidido proponer a los demás Estados terminar con la OEA y sustituirla por la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en la que no participan los Estados Unidos y Canadá.
La propuesta que comentamos no tuvo mayor acogida por parte de los demás países latinoamericanos de manera especial en el lugar donde estaría la sede de la Organización debido a que cada uno de los Estados consideraban tener derecho a ser la sede, igualmente tampoco pudieron llegar a un consenso con relación a que país va a sustituir a los Estados Unidos en la financiación de la nueva Organización. En todo caso ante estos desacuerdos la nueva Organización fue creada sin presupuesto propio, ni secretaría permanente, evitando así superponerse a la OEA y quedando solo como un foro de concertación y dialogo.
Asimismo, es evidente que la OEA en los últimos años, ha hecho un gran esfuerzo en fortalecer su acción y ayudar a los países que la integran. Un ejemplo de lo que mencionamos lo encontramos en la participación activa como veedores en la conformación del Concurso de Meritos para designar a la Corte Suprema de Justicia del Ecuador en el año 2005, luego del bochorno de la famosa “Pichi-Corte” que trajo como consecuencia que lamentablemente nuestro país se quedara algún tiempo sin esta importantísima función del Estado.
Por otra parte, es verdad que la Organización enfrentó una crisis de confianza, de credibilidad, acentuada por el hecho de que durante muchos años constituyó el organismo al cual los países recurrían en situaciones de extrema gravedad y en las cuales la posibilidad de arreglo eran mínimas.
Por los motivos expuestos, es necesario restaurar dicha credibilidad en lugar de acabar con la OEA, en consecuencia es un esfuerzo que deben asumir los Estados miembros, que deben tomar conciencia de la importancia de contar con un foro de debate regional donde están presentes la casi totalidad de los países del hemisferio.
Se ha omitido un parrafo del artículo, de ser posible mucho les agradeceré sea corregido
Saludos
Carlos Estarellas Velázquez
Muy interesante su artículo Doctor, ya que el problema de la CELAC con la OEA, va traer grandes acontecimientos posteriores. Cabe destacar que los países del socialismo del siglo 21; su objetivo en sí, es quitar del medio a los Estados Unidos y a Canadá, aspecto que es dañino para la relación internacional ya que por simples pasiones ideológicas nos estamos olvidando de la razón de ser de las relaciones de Estado, obstruyendo y distorsionando la concepción de unión latinoamericana. Esperemos que la CELAC contribuya con afianzar y aportar a la eficacia de la OEA.