Con motivo de conmemorarse los 100 años de la trágica muerte del general Eloy Alfaro y siguiendo la línea de inculpaciones que ha hecho el presidente Correa, han aparecido en las paredes de algunas calles de Quito, los siguientes grafitis: “Armas de destrucción masiva: El Comercio, El Universo, Teleamazonas”; “Renacemos a diario matando revoluciones. f) El Comercio”; “Si compras El Comercio, me quemas de nuevo. f) Eloy Alfaro”; “Hogueras de ayer, calumnias de hoy, cenizas de mañana. El Comercio”; “Mis calumnias alimentan la Hoguera Bárbara. f). El Comercio; esto se inscribe en la inmensa maquinaria de propaganda gebbeliana del gobierno para desacreditar a todos quienes piensan diferente a los postulados de la llamada revolución ciudadana.
Para poner en contexto este trágico momento de nuestra historia, es necesario ubicarnos en tiempo y en espacio, es decir hace 100 años, de esa forma analizar los hechos y circunstancias; sobre todo el papel que le tocó asumir a la prensa de aquel entonces.
“los periodistas de entonces eran, en realidad, escritores, políticos, los mismos propietarios de los medios, inclusive. En las portadas, junto al nombre del diario, era común leer sus filiaciones ideológicas. Por ejemplo, ‘diario radical’, ‘diario liberal’, etc.”.
El nombre del viejo luchador, General Eloy Alfaro, es patrimonio de todos los ecuatorianos; su revolución, su trágica muerte, debemos asumir como hechos históricos que por un lado nos reconfortan y por otro lo deploramos. No es ético ni moral apropiarse de su legado, peor decir por conveniencias, que su muerte, tuvo el respaldo de una prensa “conspiradora, incitadora y cómplice” como sostiene el presidente Correa.
Los medios de difusión, desde la Revolución Alfarista de 1895 hasta la muerte de Alfaro, proliferaron de uno u otro bando, se registran 237 publicaciones, muchas de éstas tuvieron una vida efímera.
También habría que analizar cuanto incidía la prensa de ese entonces en la opinión pública, el historiador guayaquileño Willington Paredes, manifiesta “No hay que olvidar que en 1912 la incidencia de la prensa era mínima: el número de ejemplares era bajo y el 80% de la población urbana era analfabeta”. Paredes nos recomienda “Habría que revisar las críticas de Manuel J. Calle a los Alfaro desde las páginas de El telégrafo. Este periódico hoy está en manos del régimen”.
Creo que envés de seguir dividiendo al país en forma insidiosa, debemos tratar de emular al “Viejo Luchador” y unir al país.
A propósito de los grafitis, no olvidemos que “Los muros y las murallas son el papel de los canallas”.
Ha molestado mucho a los comunistas del Gobierno nacional encabezados por los cónyuges Quintero-Silva (subsecretario uno y ministra la otra) el baño de verdad de las crónicas del diario El Comercio, especialmente la vista fiscal de prohombre ecuatoriano Pio Jaramillo Alvarado, para quien han contenido su furia.
Los Pichirilos de la nueva Secretaria de Inteligencia (espionaje interno) se hicieron por unas horas grafiteros.
Deberían también estos comunistoides referirse al atroz asesinato de la Brigada médica y humanitaria que envió la Cruz Roja a Esmeraldas, en plena sublevación Alfarista. Los masacraron a todos menos a un niño de 12 años, Nestor Castillo, que haciéndose el muerto se lanzó al rio y retornó, luego de algunos meses, a Loja donde contó su horrible experiencia y la muerte infame de su tío, el médico lojano jefe de la Brigada, el Dr. Clodoveo Castillo Jaramillo, quien lo llevara como su asistente.
Señora Silva y señor Quintero, estos mártires no merecen ser también recordados o solo sus infames asesinos?