22 noviembre, 2024

Las rapacidades del Poder

“Los mejores pretextos sirven a la realización de las acciones más viles”

Gastón Leval

Parodiando a Saint Just, en plena revolución de 1789 en Francia, que advierte: “el crimen es la monarquía!”, con lo que da paso a la sentencia, sin remisión, de su muerte, podría, como alcance actual, decirse que “el crimen es el poder!”. ¿O es que el poder, como tal, en esencia, no es violencia en su propia naturaleza? ¿No es, además, una invitación permanente a la discrecionalidad y en este hacer, promover la voluntad de la injusticia? Con el poder, y más susceptible en tanto expresión económica o política, los otros serán siempre los culpables… Y cuando hay culpa hay castigo. Y todo castigo emanado del poder busca la liquidación del castigado no su enmienda o rehabilitación. ¿Contradicción? No! Porque no existe la falta en el culpado. Lo que hay es el no reconocimiento de la inocencia desde el poder. Todo es agravado cuando el poder expresa su presencia desde el Estado y este, según sus perspectivas, convoca más o menos violencia según sea declarado protector, de servicios, autoritario, fiscalista, paternalista, etc. Para Max Weber, incluso, “el Estado moderno no es más que una asociación de dominación con carácter institucional que ha logrado monopolizar la violencia física, para uso exclusivo”. ¿Qué pasa, entonces, cuando esta potencialidad de la violencia es guiada, administrada, liderada por una patología ideológica? Promueve de una parte el cinismo, la corrupción y el crimen y de otra, busca y obtiene a la fuerza su legitimidad!.

¿Está claro por qué el centralismo es una exigencia del poder político estatal? Es que todo apoderamiento político burocrático inicia su gestión, casi siempre, por la concentración de decisiones y estas no pueden darse, en forma concluyente, sin la centralidad que estructuralmente demanda. Pero la máxima postura del poder político estatal es el fascismo que para mantenerse está obligado a: 1) descalificar todos los valores morales establecidos: todos mienten! Sólo quien gobierna el poder está poseído de la verdad; 2) apropiarse de la justicia y usarla como instrumento de venganza: toda voz no afín del poder es sacrílega. Quien la tiene y quien la escucha deben morir; 3) destruir las fuentes de opinión desde cualquier vertiente libre informativa, obligando la autocensura primero y después, la clausura y hasta la destrucción física de edificios, máquinas y propietarios; 4) prohibición de movilizarse colectivamente para obligar rectificaciones o protestar contra el descontrol de la violencia; 5) defender con chantajes y virulencia el no rendimiento de cuentas de su gestión administrativa; 6) abanderarse del patriotismo nacionalista sinónimo de una condición humana deteriorada que convierte a cada quien en policía y denunciante, y el aplauso pagado y lucrativo a la enajenación social por la violencia…

Y es esta violencia que está tratando de tomar cuerpo en el país. No sólo es, eso sí, la violencia física que emplea sicarios para hacer justicia por mano propia. El llamado a concurso de jueces, mediante méritos y conocimientos, por una Corte transitoria de justicia conformada al margen de una legitimidad transparente, y que termina siendo amañado, a favor de los intereses políticos gubernamentales es VIOLENCIA. ¿Acaso no es igualmente VIOLENCIA criminalizar el desacato y usarlo contra la libertad de expresión, para que nadie, ningún ciudadano, pueda opinar sin censura previa? Pero VIOLENCIA también es descalificar los enunciados de la Constitución nacional, tan vorazmente defendidos por el mismo gobierno, al marginarlos de la práctica de la vida diaria ecuatoriana, al no coincidir con los intereses del poder. La mentira cínica, pretendiendo engañar a propios y ajenos, tal es el caso patético y vergonzoso de la “defensa de la naturaleza”, por la no extracción del petróleo del territorio del Yasuní, aunque estuvo siempre listo el proyecto de explotación es, quiera que no, VIOLENCIA. Y, por supuesto, VIOLENCIA es el quemeimportismo de la ocupación laboral, que obliga a millones de compatriotas a exiliarse en calidad de migrantes para no morir en la miseria…

Esta VIOLENCIA gubernamental institucionalizándose es sinónimo de incapacidad administrativa. Ante la ausencia de argumentos, ideas, razones la intolerancia reivindica su estadía por la VIOLENCIA. Nada de lo sucedido en bondad, antes del régimen, tiene valor. Hay que refundar el país. Inaugurar, con la tónica ideológica del falangismo de Primo de Rivera, el reino de “las manos limpias y de los corazones ardientes”. Los juicios para quienes no están de acuerdo con la vigencia de estas torpes normativas, que hacen de un estado protector un carcelero, son parte del show, del circo mediante el cual se busca legitimidad. Pero toda legitimidad de las rapacidades del poder es, únicamente, el exilio de la libertad. La muerte de la democracia desde la perspectiva de la participación social, de la alternabilidad de mandos, de la creatividad del conocimiento científico. Es la ruptura con la solidaridad humana!. Es la suplantación de la vida por el reino de las cosas…, en que la conciencia social ha desaparecido. Como que ahora, y en tales condiciones, le toca el turno a la supervivencia zoológica de la especie, en un contexto máximo de una simple conciencia intestinal… ¿Aceptar esto? No! Nada hay en mí ni en ti que nos obliga a minimizar nuestra vivencia. Como personas. Pero como personas libres y conscientes de la responsabilidad de vivir! “La rebelión, explica Raymond Aron, nace de la imposibilidad de vivir una existencia imposible”. Piensa. Reflexiona… Y decide!

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