21 noviembre, 2024

Mujeres

When Mary Met Audrey

Existe por ahí un chiste que dice en pocas palabras lo que el machismo imperante en nuestra sociedad dictamina: ¿cuántas neuronas hay en el cerebro de una mujer? ¡Cuatro! Para las cuatro hornillas de la cocina.

Y luego de contar el chiste padres e hijos se ríen, jaja. ¡Qué buen chiste!

A mí me parece algo muy estúpido porque además de que la intención es desmerecer la capacidad de la mujer para hacer muchas más cosas que encender las hornillas de una cocina, desmerece una de las actividades más gratas para muchas mujeres, preparas una rica comida para su familia.

No hay nada más agradable que el rico aroma del hogar, sin duda, es ese aroma que recuerda a la abuela, a la mamá o a los momentos importantes compartidos en familia. En mi casa, por darles un ejemplo, uno de esos momentos significativos es la preparación de la cena navideña, a dónde participan casi todos, al menos ayudando a inyectar el pavo. La presencia de una mujer en casa es sinónimo de calidez, de organización pero sobre todo de amor. Más aún si se trata de esas mujeres, justamente de las que no salen sino a hacer las compras para preparar el almuerzo o aquellas que madrugan para tener listo el desayuno. Mientras menos preparada o reconocida es una mujer, tal vez tenga mucho más valor, porque más grande es su sacrificio y por tanto, mayor su amor por la familia en la que sin duda ella es el motor que le da calor y vida.

Pensando en que mujer es el patrón que pudiera guiar mi camino, aunque quiero evitar ese pensamiento porque podría parecer cursi, mi mente camina sola hacia una imagen, la de María de Nazaret. Una, aparentemente, humilde y frágil mujer. ¿Porqué aparentemente? Porque pese a su humildad era realmente muy preparada, se sabía el Antiguo Testamento de cabo a rabo. Pese a su fragilidad, por el contexto en el que vivía, era poseedora de una fortaleza impresionante y lo demuestra con su propia vida, por todos y cada uno de los momentos de dolor, angustia y mortificación por los que tuvo que pasar. Además dueña de una determinación y capacidad de dirigir bestial por la que no duda en “ordenar” al mismo Dios (que es su hijo Jesucristo) que transforme el agua en vino, quiera Él o no. Determinación y dirigencia con las palabras justas, hablando con claridad, respeto y sutileza. Además, llena de confianza, pues no dudo cuando “dio la orden a su hijo”. Él haría lo que ella le pedía que haga. La confianza basada en el conocimiento. Ella lo conocía, por eso confiaba.

Qué mejor modelo elegir. Si busco otro, a más de cursi, podría parecer utópica. Pienso en Teresa de Calcuta. Un servicio a rajatabla con una disciplina casi militar, aunque a simple vista no lo parezca.

Y si me acerco más a mi propia vida, visualizo a mis abuelas, cada una con su estilo, siendo la roca de su hogar. En mi casa, admiro a mi hija mayor con su sentido de responsabilidad y cumplimiento del deber. Con la pureza de su mente y de su corazón, en una sociedad en donde, desde mi época de adolescente, la juventud ya no guarda tales valores.

Que cada mujer mire en su entorno, una imagen, un recuerdo, un sentimiento. ¿A quién seguir? ¿De quién guiarnos para avanzar? Dejemos que sea el corazón quien lo decida. Que nos motive el amor, la positividad y el entusiasmo en la calidez de la vida y del hogar, en donde cada mujer ecuatoriana es sin duda la leña y la llama encendida.

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