Siria: ¿Hasta cuándo el crimen?

Con el pretexto de que cada país es soberano, el crimen de Estado está buscando, con mucho ahínco, su institucionalización. Una especie de poseer un coto propio de caza humana. O sea, el linchamiento, individual o colectivo, de todo aquello que sea oposición al poder político instalado. Más aun cuando el accionar gubernamental ha sido logrado por algún tipo de elección. Sin importar si sus procedimientos son legales. Legítimos o no. El asunto es que una vez con las riendas en las manos, la discrecionalidad del mando sobre la disposición de los recursos, económicos, administrativos y sobre todo, militares, resulta válida. Y hasta la defensa de esta validez pasa a la categoría de incuestionable. Por cierto, el temor, el miedo, la persecución es el respaldo “filosófico” de semejante boicot a la vida…

Con Siria sucede casi igual que con los otros países árabes, en cuestionamiento popular desde hace algunos años. La mayoría de sus autoridades, jefes y ministros, han aceptado su permanencia a través del socorrido . Prácticamente, desde la retirada de Francia en 1946, fecha en la que aparentemente pasaba a ser independiente, Siria ha venido de tumbo en tumbo, soportando regímenes de facto. Incluso es la forma amañada politiquera mediante la cual Hafez Al-Assad asume el poder, en 1970 para no irse hasta el 2000, en que fallece. Tiempo, por demás suficiente, para alzarse, en connivencia con los militares, con todas las instancias del manejo de la cosa pública. Después resultó fácil ordenar una dictadura in crescendo, en referencia a exigir una devoción social para sí. Sin libertades. Con ausencia de derechos humanos y sociales. Imposición de un partido único oficial. Prohibición de todo tipo de movimientos que ponga, en relación activa, quejas o contradicción con el gobierno.

Esta dictadura de Hafez Al-Assad significó 30 años de muertes y prisiones. Pero también el enriquecimiento voraz de sus familiares, allegados y comprometidos con la causa de beneficiarse del poder político del Estado. Todo, sin embargo, estuvo siempre encubierto por el tan recurrente paraguas de la llamada “lucha socialista” a favor de los desposeídos. El Baaz (Partido del Renacimiento Árabe Socialista), creado por Michel Aflaq y Salah Bitar, apuntaló este evento. Típico llamado populista a la desmovilización social, contra los cambios reales y necesarios. Y a partir de la década del sesenta, la patente ideológica de corso, atiborrada de nacionalismo y panarabismo, con la que la familia Assad viene disfrutando a su favor desde hace 40 años…

Pero como que la realidad ya debe ser otra. ¿O es que con el cuento de la soberanía mal entendida, puede Siria seguir soportando los asesinatos ordenados por el gobierno espurio de Bashar Al Assad? ¿No importa, entonces, que este fulano, quien recibió la presidencia como herencia hace 12 años, pretenda continuar en el poder hasta el 2028, mediante una triquiñuela electoral? ¿Y quién responde por los 8.000 civiles muertos, entre jóvenes, ancianos, niños, mujeres, milicianos? ¿Y qué pasa con los 70.000 desplazados en las ciudades sirias devastadas, y más de 20.000 refugiados fuera de sus fronteras?. ¿Es que estamos obligados a seguir observando la matanza de la población siria, a semejanza de la arena circense de la antigua Roma?

¿Y Naciones Unidas? ¿Y los organismos internacionales de justicia, con sus tribunales, para defensa de los pueblos que sufren opresión? ¿Los artículos 7, 7d, 7e y 7g del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional acaso no definen la actuación de Bashar Al-Assad como crimen de lesa humanidad?. ¿O es mentira el ataque armado sistemático a la población civil, junto con persecución y expulsión obligada de familias enteras de sus residencias, desde hace más de un año?

¿Cuánto más hay que esperar de angustia y dolor para detener las matanzas en Siria?.