Recibí la noticia en la mañana.
Ayer en la noche habíamos hablado y me protestaba porque no había ido a almorzar a su casa en los días jueves como siempre.
Esta costumbre la iniciamos para poder estar junto a su padre Pepe, quién también es mi padre por el cariño que le tengo.
Siempre me preparaban pastel de cangrejos y yo tenía mi propio frasco de ají no moto, que era intocable para los demás.
Conocí a Eduardo en el tercer grado de primaria del colegio Espíritu Santo. Nació un día después que yo, el 7 de Febrero. De inmediato nos hicimos íntimos amigos. El vivía en una casa que en esa época era la única que tenía ascensor y quedaba al lado del hotel Humboldt, donde ahora queda la bahía.
En esa época jugábamos a los soldaditos de plomo, que Eduardo tenía porque se los traían de Inglaterra. A veces me prestaba uno y eso significaba para mí la gloria porque lo podía tener para mí solo. Cuando se lo devolvía me volvía a prestar otro.
Una de las cosas que más me gustaba de la casa de Eduardo era su colección de caricaturas de Big Ben Bolt, que era un boxeador que en esa época era un héroe similar a superman.
Esos libros me encantaban y al compartirlos, nuestra amistad creció como una fragua de acero incorruptible que se acrecentaba con el tiempo.
Luego que terminamos la primaria seguimos juntos en la secundaria.
En el colegio Javier, nuestra hermandad se hizo mucho más sólida y junto a Enrique Boloña se hizo indisoluble. En el colegio, Eduardo era el prototipo del joven que todos queríamos ser. Muy apuesto, gran futbolista y buen trompón, era un éxito con las chicas y excelente estudiante.
Nos graduamos y la vida nos permitió seguir teniendo una hermandad de sangre y en constante crecimiento.
Posteriormente siendo ya mayores, tuve la suerte de trabajar junto a su padre, que era miembro de la junta de beneficencia en calidad de inspector del Psiquiátrico.
Con el tiempo y ligados por la mutua afición al arte y a la música, acabé siendo tanto o más amigo de su padre Pepe que de mi hermano Eduardo.
Por esa razón lo veía muy seguido y nuestra hermandad aumentó.
Fui bendecido por dios al darme la suerte de que padre e hijo fueran dos de los más cercanos amigos que he tenido.
Cuando cumplí 50 años Hice una carta a mis 14 mejores amigos.
El objeto de la misma era simplemente para que sepan cuanto los quería y lo agradecido que estaba por haber tenido su amistad.
Pepe y Eduardo recibieron una cada uno.
Hoy con la noticia de la muerte de mi amigo el mundo se me convulsionó.
Estoy desolado, angustiado, desesperado y muy triste.
Jamás me hubiera imaginado que el hermano con el que ayer hablé, se estaría enterrando hoy.
El dolor que me ha causado la partida de Eduardo me ha partido el corazón.
He llorado y estoy adolorido y deprimido.
No he podido trabajar pensando en los recuerdos, las anécdotas, los partidos, las alegrías y las penas compartidas.
La vida de Eduardo estuvo ligada a la mía en forma permanente.
Fui bendecido con su amistad y las vivencias que tuvimos nos hicieron querernos de una manera franca, frontal, transparente y auténtica.
Estoy muy mal. Me siendo desolado y sé que su lugar no será reemplazable por nadie aquí en la tierra.
Las cosas que no entendemos por nuestra limitada inteligencia, son generalmente las que más nos duelen. En ese dolor se encuentran las inexplicaciones de las preguntas sin respuestas. Sé que esta tristeza aminorará con el paso del tiempo.
También sé porque me conozco, que Eduardo Burbano García vivirá por siempre en mi mente y sobretodo en mi corazón. También sé que todas las semanas lo visitaré para hablarle de su padre y del pastel de cangrejos que tanto nos gustaba…
Afortunadamente querido Eduardo; también existen cangrejos en el cielo.
Que lindo articulo. Me llego al alma. Amigos asi de toda la vida es tan dificil encontrar. Ud fue uno de los afortunados.
Lo siento Miki.
María Eugenia Velásquez
Miguel,
Siento muchisimo la pena, tristeza y desolacion por la que esta pasando. Gracias a Dios que tuvo a este buen hermano. Lo va a extrañar mucho, pero vivira en su mente. Fuerza Miguel!
Mi mas sentido pesame Mickey. Perder un amigo querido es terrible, a veces somos mas cercanos a ellos que a la propia familia. Un abrazo
Cuanto lo siento por Ud..Los amigos ,esos familiares que uno escoje,cuando se van,dejan un espacio que es imposible llenar.Yo pase por algo similar y creame que lo entiendo perfectamente.Saludos.