21 noviembre, 2024

Represalias

Me ha llamado la atención las respuestas que he tenido a “La poesía semanal” que se publicó el martes 24 de abril en desde mi trinchera. La mayor cantidad de respuestas no llegaron al diario digital, sino a mis correos personales. El denominador común era cómo se había perdido el romanticismo y cómo se había perdido la poesía y el sentimiento.

La poesía de Ochaíta, “Romance del acabose” es una poesía que trata de un amor ilegítimo, aunque el autor no habla ni de que él, ni de que ella hayan sido casados y estuvieran viviendo un amor adúltero, pero insiste: “amantes fuimos los dos, que amarse no da vergüenza…” y da a entender que era un amor prohibido: “Años enteros unidos en una misma cadena de sobresaltos y besos, de conciencia y de inconsciencia, de quietud y de inquietud: ¡Ay Dios, que si lo barruntan! ¡Ay Dios, que si lo comentan! ¡Ay que si me ven contigo! ¡Ay que contigo me vean! Besos entre sobresaltos, entre amarguras, promesas; saber engañar a todos y tener la verdad nuestra, de estar por dentro casados en una alianza secreta.” y reclama que el amor es y debe ser para toda la vida : “Pero ¿quién te ha trastornado? ¿quién te ha dado esa ceguera? El amor, cuando es amor, sólo tiene dos certezas: ¡el odio, verdad de sangre! ¡la muerte, certeza negra! ¿Qué vamos a acabar? Bueno, como mejor te convenga, pero amigos ¡nunca!, ¡nunca! Te estoy deseando muerta, me estoy deseando muerto, pero sin amor a medias. Si tú quieres, llámame que acudiré sin espera, hazme el nudo corredizo, hago yo el nudo a tu cuerda ¡y acabemos esta vida que de tanto amar te pesa!”

¡Cuánto contrasta esta hermosa poesía con la vida actual! ¡Qué diferencia hay en la forma de amar actual y la forma de amar de ese poema! Ahora, e incluso más en los hogares establecidos, se habla del divorcio, como se habla de un partido de fútbol o de cambiarse de camisa (¡no de camiseta!). Se ha perdido ese freno que hacía que el ser humano se contuviera y pensara en todo lo que implica un matrimonio. La responsabilidad se ha perdido. Los hijos son un mero accidente en las vidas. No importan. Lo único que tiene valor es lo material. Si nos divorciamos yo quiero esto, esto y lo de más allá, quiero tanto para esto y tanto para lo otro. Se pelea la tenencia de los hijos no tanto por el querer educarlos, amarlos o defenderlos, sino por el tener más libertad, recibir una renta, o ganar la batalla.

¡Hasta que punto hemos bajado en la escala de valores del amor! Prefiero el cinismo de fines del siglo XIX, en el que el hombre o la mujer tenía un amante y trataba de mantenerlo en secreto. Iba a decir que en los momentos actuales ya casi no hay diferencia con los animales, pero en ellos el sexo es causa del instinto y sólo mientras dura el celo y en varias especies de animales, hay verdaderas parejas y para toda la vida.

El amor de amantes, el amor que se esconde, tiene el atractivo de lo prohibido, de lo vedado y eso es lo que atrae a ese tipo de amor, pero si en verdad hay un matrimonio bien formado, basado en el verdadero amor y la pareja es de personas inteligentes, que aprenden a dialogar, a ser sinceras el uno con el otro y aprenden a prender la chispa de la imaginación, pueden disfrutar de un amor maravilloso, con complicidad entre ellos, que puede llenar y mucho más gratamente , el atractivo de lo prohibido de una relación adúltera y sin correr los riesgos que ésta conlleva.

Lo que sí hace falta es que aprendamos a amar, que no nos olvidemos de la necesidad de sentirse amado que tenemos tanto el hombre como la mujer, de la necesidad de la mujer de sentirse atractiva, de ser románticos (ambos) y de ¡DIALOGAR! Aprendamos a hablar y a expresarnos, sin pelear, ni discutir, soportarnos mutuamente y sentirnos necesarios siempre el uno para el otro. Aprendamos a ser felices en nuestros matrimonios y enseñemos con nuestro ejemplo a nuestros hijos a formar hogares firmes y para toda la vida. No olvidemos que amar es dar, no recibir

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