Siguiendo con José Ángel Buesa, quiero presentar hoy dos hermosísimos poemas que hablan de un amor escondido, oculto, que no se quiere mostrar.
El primero es el poema del renunciamiento, un precioso verso que habla del amor tímido que se siente por una mujer que se considera inalcanzable y que se decide mantenerlo oculto.
El segundo es un poema a ese poema, cuando se lo presenta ante un grupo de personas entre las que está la causa de ese amor, y aún entonces, se decide continuar manteniéndolo escondido. Es el Poema del poema.
Disfrutemos de la maravillosa versificación de José Ángel Buesa.
Poema del renunciamiento
José Ángel Buesa
Pasarás por mi vida, sin saber que pasaste,
pasarás en silencio por mi amor, y al pasar
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte… y jamás lo sabrásSoñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos, de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios, desesperadamente,
soñaré con tus besos… y jamás lo sabrásQuizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá
y ahogando para siempre, mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrásYo te amaré en silencio, como a algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás.Y si un día, una lágrima, denuncia mi tormento,
el tormento infinito que te debo ocultar,
te diré sonriente: No es nada, ha sido el viento…
Me enjugaré la lágrima… y jamás lo sabrás
Poema del poema
José Ángel Buesa
“Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie, como yo te dirá
y ahogando para siempre, mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás…”La desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre el silencio. Y tú estabas allí.
Allí en el más obscuro rincón de aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos para ti.Y tú la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece su perfume, pero oculta su flor,
quizás supiste entonces la amargura suprema
de quien ama la vida, porque muere de amor.Y tú que nada sabes, que tal vez ni recuerdes
aquellos versos tristes y amargos como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar.Después, se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer, hoy y mañana, distante como ayer
y vi que te alejabas, sin sospechar siquiera
que yo soy aquel hombre y tú aquella mujer