Todos anhelamos la plenitud, cuyo sinónimo podría ser calidad de vida, aunque la
verdadera plenitud será en la totalidad de la vida, de la entrega, de la visualización
del Absoluto, de nuestro Dios. Sin embargo, podemos ver, palpar, que es posible una
calidad de vida que muestre lo mejor de nosotros mismos en el amor, en el trabajo, en
las relaciones. El punto está en saber descubrir el secreto que desarrollará esa calidad de
nuestro ser. El Padre Carlos Vallés, jesuita español, que trabajó muchos años en la India,
y autor de muchos libros de espiritualidad nos invita a pensar en el secreto de las abejas
para producir la calidad de miel que hace dulce la vida y muestra la esencia de su ser.
¿Podremos los humanos mostrar mejor calidad de vida, vivir a plenitud nuestras relaciones
de amor, amistad, trabajo? Veamos.
“La flor recién caída de la rama está aún llena de polen y es fácil tomarlo desde el suelo
donde yace, sin esfuerzo de alas ni preocupación de alturas. Sin embargo, la abeja no se
acerca. No cuentan en su búsqueda las flores que yacen en el suelo. Sigue su trayectoria
elevada y su abastecimiento en vuelo entre flores vivas. No toma el néctar derramado de las
flores caídas.
La colmena mantiene niveles de excelencia. Lo mejor para su miel. Lo mejor para su reina.
Lo mejor para su enjambre de trabajadoras silenciosas en artesanía viviente. Todo ha de
ser de la mejor calidad posible en el reino de la perfección Los hexágonos de las celdas,
la transparencia de las paredes, la ventilación del laberinto, la seguridad de la corte. Todo
es exacto, medido, acabado. Y si se exige calidad en todo, más que nada ha de ser en el
alimento diario que mantiene a la colonia devota con salud y vigor. El néctar que va a ser
vida y energía en tarea exigente, ha de ser él mismo vivo, limpio y reciente en la integridad
de su sustancia y la fuerza de sus calorías. El néctar ha de venir de una flor viva. Por eso las
abejas no tocan las que han caído al suelo.
La vida tiene niveles de excelencia. Hacer bien las cosas, emplearse a fondo, cuidar los
detalles, no contentarse con el producto inferior cuando puede obtenerse el superior,
cultivar la excelencia, amar la perfección. Todos tenemos limitaciones y hay que saberlas,
aceptarlas y respetarlas; pero dentro de nuestras posibilidades hay alturas de actuación y
plenitudes de vida que pueden ser nuestras sin forzar ni ansiar, y a ésas hay que tender
con seguridad firme y conciencia renovada. No hacer las cosas a medias cuando podemos
hacerlas de lleno; no regatear el alma, no escatimar la entrega, no rebajar la vida. No
bajarse a la flor caída cuando hay miles en las ramas esperando nuestra visita, si nuestras
alas tienen la fuerza de volar, y nuestro corazón la convicción de la excelencia. La miel
pura viene de la flor en el árbol.
Cada vez que veo una abeja la saludo en su vuelo rectilíneo y exacto. Princesa de la
excelencia. Trabajadora de excepción. Honra de la colmena. Ayúdame a evitar en mi
vida el escollo de conformarme con la mediocridad, y a renovar el voto responsable y
transcendente de hacer todo lo mejor posible, aunque no me vea nadie ni lo aprecie nadie,
en puro desarrollo de mi ser, deber de mi compartir y alegría de mi vida. “Ya sé por qué es
dulce la miel. Que también sea dulce mi vida”.
Excelente e interesante artículo. También es interesante notar que la miel de abeja es el (creo el único)alimento natural que no se daña con el tiempo, y no necesita refrigeración o preservantes químicos!
Muy hermoso, gracias.
Gracias a Ud y uds por el comentario, muy gentil, la idea es que nos ayude. Abrazos
Fabricio
hermosa la redaccion muy cierta y que nos ejemplo a seguir. Existos
Me atrapa la idea esa que a pesar de nuestras posibilidades y limitantes, hay plenitudes en nuestras acciones, eso es lo que nos desarrolla como personas antes que como eficientes máquinas para el efectivo trabajo demandado por un patrón empresario. Porque la educación ante todo, es desarrollo pleno de las personas con otras seres en el entorno.