En estos tiempos donde para mí el ayer pesa más que el hoy o el mañana, me entretengo contando episodios de mi vida que no calzaron en mi libro ¡VALIÓ LA PENA? y que pronto estará en circulación.
Respaldado por su hermana Martha, primera dama y esposa del Presidente Roldós, Abdalá ocupó la Intendencia del Guayas cuando tenía apenas 28 años de edad. Como representante legal de la empresa fui citado a comparecer bajo el cargo de haber subido los precios de los juguetes. Estaba ya muy cercana la Navidad y una clausura resultaba fatal. Entré a su despacho acompañando al dueño de la empresa y nos hizo sentar a su lado izquierdo y derecho respectivamente detrás de la mesa que daba frente a las múltiples cámaras de televisión. Dio una alocución vehemente; ¡no voy a permitir especulación de ningún tipo gritaba, una y otra vez! Y su puño golpeaba la mesa con furor. Tres minutos sufrimos de escarnio mediático, luego de lo cual ya una vez a puerta cerrada nos dijo; no se preocupen, sigan no más y disculpe la molestia don Pepe y con una palmadita en la espalda nos despidió muy educadamente. Salimos y les esperaba el turno a los señores que producían aceite comestible que entraron acompañados nuevamente de las cámaras de televisión.
Llegó a la Alcaldía de Guayaquil el 29 de enero de 1984. Voté por él. Su paso fue estridente, acentuando un piponazgo y un desorden administrativo que ya golpeaba al cabildo porteño desde el tiempo de su tío, Assad Bucaram, quien sí era muy eficaz porque realmente era muy trabajador cosa que su sobrino nunca lo fue. León Febres Cordero, elegido presidente ese mismo año, se sacó de encima a Abdalá mediante unas glosas de la Contraloría que eran claras por la torpeza como se había procedido en el manejo de los fondos municipales. El Contralor Marcelo Merlo exhibió por TV los cheques girados a nombre de la Municipalidad y que habían ingresado en cuentas de terceros, con la complicidad por cierto de algunos funcionarios bancarios. Total que en esas circunstancias el 15 de agosto de 1985 huye por primera vez a Panamá y consigue asilo político. Para asegurarse se estancia en el Istmo, fraguaron una tenencia de drogas en su vehículo. Abdalá se victimizó con eficacia y nadie esto de las drogas se lo creyó. El Congreso opositor a León le otorga la amnistía y regresa en 1.987. Tercia para la Presidencia y en segunda vuelta es derrotado por Rodrigo Borja. Repite su candidatura en 1.992 y queda en tercer lugar, para finalmente llegar a la Presidencia en 1.996 derrotando a Jaime Nebot. Como Presidente gobernó apenas cinco meses y 24 días. Ahí se produjo un golpe de estado parlamentario apoyado discretamente por las FFAA, y subió por la tranquera Fabián Alarcón, poniendo de lado a Rosalía Arteaga a quien constitucionalmente le correspondía asumir. Allí empezó la debacle del sistema político ecuatoriano hasta que llegamos a la elección de Rafael Correa, quien ya lleva casi seis años en el poder y aspira de reelegirse indefinidamente mediante varios mecanismos electorales que giran exclusivamente alrededor de él.
Abdalá ha vivido en Panamá ya década y media, y siempre amenaza con regresar. Ya tiene 60 años de edad, y su hijo, que lleva su mismo nombre, se ha desempeñado muy aceptablemente en la Asamblea y ha mejorado la imagen del padre, al menos entre la nueva generación de electores. Es pausado, hábil y es mi opinión que no le conviene que regrese su mentor, sino que como lo está haciendo hasta la fecha, avance aupado y respaldado por ese político ducho que se queja eternamente de que no le dejan regresar.
Creo que si Abdalá Ortiz participa en las próximas elecciones le dará un gran dolor de cabeza a Rafael Correa debido a su fogosa locuacidad. Pero el líder de los pobres no va a regresar salvo que se inyecte de valentía, y este es uno de las falencias de este pintoresco líder, pero líder en fin. De tener aquello que llama arrojo, hace rato estaría en Ecuador y desde la clandestinidad hubiese podido recuperar el cargo cuando lo abandonó lleno de temor. Cuando Gutiérrez lo quiso traer mediante la llamada Pichi Corte, el narizón cayó por la forma burda como se actúo. Radio La Luna convocó a una decenas de miles de capitalinos que rodearon el Palacio, y así se consumó un nuevo golpe de estado, respaldado tácticamente por las FFAA. Se entregó el poder está vez si a quien correspondía que fue el Dr. Palacio quien a su vez le puso la mesa tendida a su rebelde ministro de finanzas que ahora nos gobierna y nos gobernará de aquí a la eternidad.
Corría el mes de junio de 1991 y estaba Abdalá en su segunda campaña presidencial. Durante sus cadenas radiales insultó a mí y a mi familia como a muchas otras personas y familias al nivel del estilo canallesco utilizado por la revista Pancho Jaime, que fue resucitada por las huestes, mal llamadas roldosistas, y que practicaban aquel periodismo clandestino y obsceno inspirados en lo que su líder hablaba por la Radio Guayaquil. Fue tal el nivel de procacidades que recibí que una noche de uno de esos jueves radiales lo estuve esperando al pie de su central desde donde se trasmitía, armado de una pistola- Mi intención era retarlo a duelo y el arma para demostrar mi determinación. Para eso me había preparado publicando en mi columna de El Telégrafo, dos entregas; “Código de honor” (16 junio) y “Basta un minuto” (23 de junio) donde hablaba de los “duelos” políticos que se habían provocado en Ecuador para defender el honor y sobre las reglas dadas por el Marqués de Cabriñana para batirse a duelo entre caballeros. Todavía creo que andaríamos mejor si estas reglas de honorabilidad tuvieran su vigencia. Fui acompañado solamente de Trueno, un hermoso rottweiler entrenado en defensa y ataque. Estacioné mi auto y pacientemente, me puse a escuchar los escarnios de ese programa, que fue titulado y anunciado previamente como “Vida, pasión y muerte de Henry Raad”. Imagínense una hora en boca radial de Abdalá. Cuando bajó el líder de los pobres encharcado de sudor y babas, era tal la cantidad de personas que lo acompañaban, que decidí esperar una mejor ocasión que nunca llegó. Contaba por cierto con la dosis de cobardía que yo le atribuyo a este pintoresco personaje, y con la ventaja de tener yo un mayor blanco donde acertar, y ahora que se ha engordado, tanto mejor.
Lo bueno de Abdalá es que en él se aplica aquello de que enemigos hoy, mañana amigos y pasado ya se verá. Es astuto pero finalmente no muerde. Eso si, sabe ladrar
Sabe ladrar como casi todos los politicos ecuatorianos. Del presente, ni le quede la menor duda, brabucon en pandilla. Sin embargo, estos Bucaram de antano y el actual Bucaram Ortiz, todos han sido hechos con la misma orma. No se confunda con que alguien tenga elocuencia para hablar tonteras pero nada de condumio. Basta de crear presidencias generacionales, basadas en un nombre. En el Ecuador debemos de defender ideas agrupadas en menos y mas organizados partidos politicos.
Finalmente usted también goza de las mismas de «bucaram», caso contrario ya no estaría hablando de él.
Muy buen articulo, me he divertido mucho
recordando ese pasado. Parece que el
Ecuador no puede superar esta etapa
El artículo refleja claramente el por qué el país está actualmente así, sumido en una dictadura que se afianza en mentiras, abusos e insultos. El Sr. Raad, personalmente sufrió, el «escarnio mediático». Fue testigo presencial de la doble moral del entonces intendente. Reconoce, como todo el mundo sabe, que nunca ha trabajado, advirtió el paso estridente y el acentuado piponazgo y absoluto desorden y sin rubor reconoce que votó por él.
¿Qué se puede esperar de la mayoría de los ecuatorianos, cuando hasta muchos de los «leidos y escribidos» sucumben ante el canto de las sirenas.
El Sr. Raad es coresponsable de ello. En penitencia debería disculparse ante el país o no escribir más.
que usted lo ofende ahgora que el no puede defenderse, y por que no lo hizo cuando tuvo la oportunidad de decirselo en la cara?
Concuerdo con el artículista, yo no confio ni en abdala bucaram ni en su hijo que es su monigote. Los bucaram mucho daño le han hecho a Guayaquil y al Ecuador