No logro encontrar argumento ni justificación alguna que puedan sustentar inteligentemente una
tesis en defensa del gobierno de Irán poniendo en riesgo la tranquilidad del Ecuador. Muy por
el contrario, existen muchas razones sólidas y contundentes que justifican profundas dudas y
hasta temores sobre el fortalecimiento de las relaciones comerciales y políticas con el régimen
de dicho país. Se equivoca profundamente nuestra posición de política exterior al pasar por alto
las grandes diferencias que nos separan, que incluyen desde el trato discriminatorio por razones
religiosas, de género y de diferencias de opinión, convicciones democráticas radicalmente
opuestas de nuestros pueblos sumados al comportamiento errático y desafiante a la comunidad
internacional del régimen del señor Ahmadinejad.
El pueblo de Irán se encuentra inmerso en un proceso de empobrecimiento y desolación
internacional que le tomará muchísimos años de producción para recuperar las pérdidas
superiores a los 3 billones de dólares mensuales que le infligen las sanciones impuestas por las
Naciones Unidas y los países de la coalición. Esto, si efectivamente su insistencia en desarrollar
las tan controversiales centrales atómicas se encuentra enmarcada dentro de fines productivos y
pacíficos.
El paquete de sanciones que ha sido apuntado directamente al corazón de la economía persa,
ha pasado factura a todos los sectores de la sociedad afectando con mayor crueldad a la
población gobernada por un régimen cada vez más impopular y con menor apoyo dentro de
sus mismas fronteras. Las sanciones aplicadas al país persa, las que el gobierno ecuatoriano
insiste en desconsiderar su peligrosidad de contaminación, han pasado ya voluminosa factura a
la cotidianeidad de la vida de los iraníes. El verdadero mártir de las condenas impuestas por las
Naciones Unidas bajo el liderazgo de varias potencias de occidente son los iraníes corrientes, los
hospitales, las universidades, la clase media de ese país.
Lamentablemente, como en la generalidad de sanciones y bloqueos impuestos a determinados
países, es la población quien finalmente debe sufrir y rendir cuentas por las infracciones de
sus regímenes. Dadas todas estas circunstancias, quien realmente merece nuestra posición de
defensa es el pueblo de Irán. Los bloqueos y sanciones económicas, como la aplicada contra este
estado de Oriente Medio, solamente alimentan resentimientos y animadversión de los pueblos
castigados. No dudo que la medida surtirá efectos negativos especialmente en esa juventud que
se amamantó y creció bajo estrictas convicciones y ordenamientos religiosos. No olvidemos que
Irán es una teocracia, donde la religión además de ser la estructura de su comportamiento social
es la base de sus códigos legales.
Por nuestro lado, el gobierno ecuatoriano debe recapacitar, ser más prudente y cuidadoso en su
política exterior. Estados Unidos se encuentra inmerso en un proceso político en el que vastos
sectores de una influyente y poderosa derecha, así también como ciertos líderes del partido
demócrata, abiertamente y con más frecuencia señalan negativamente y con mayor virulencia al
régimen de la revolución ciudadana. El presidente Correa no tiene, por ahora en lo que respecta
a la situación interna, importantes contendientes para su relección. La derecha norteamericana,
con ayuda de líderes del ala demócrata, pueden unilateralmente declararle una guerra económica
aduciendo el poderosísimo Patriot Act y simplemente desbaratar un futuro que aún no está escrito en piedra.
Muy bueno