Hablar de los jóvenes y adolescencia, suena muy genérico, como
meter a todos en un mismo saco sin distinción ni reconocimiento de las
verdaderas cualidades juveniles. Sería encasillarlos, despersonalizar
rostros y relaciones sanas y duraderas que solemos entablar con los
jóvenes concretos con quienes nos encontramos. Sin embargo, duele
ver, sentir el dolor de muchas familias, profesores, vecinos ante el
comportamiento de ciertos grupos juveniles, de ciertos jóvenes. El caso
Aurora – Denver, Colorado, en el estreno de Batman, la brutal violencia
del joven James Holmes de 24 años, es uno de los más llamativos.
Por ello, las presentes líneas solo quieren ser ocasión para meditar
soluciones ante los problemas juveniles y compartir posibilidades
invitando a que otros, en especial expertos, puedan dar una palabra de
aliento a los mismos adolescentes, como de esperanza a la sociedad que
anhela un futuro mejor.
Es conocido el comic sobre la educación antigua: los maestros, los
padres de un lado juntos llamando la atención sobre el bajo rendimiento
escolar de los chicos; con la educación moderna: los padres y los chicos
juntos reclamando a los maestros por el bajo rendimiento del chico. Son
paradigmas distintos en la comprensión de la causa de los problemas
educativos, que más allá de rendimiento escolar, se trata de logros de
aprendizaje: ¿qué mismo es lo que requiere un adolescente aprender
para surgir en la vida? No es cuestión de notas, que es un mero
indicador cuantitativo. Se trata de actitudes, cómo saber enfrentar los
desafíos de la vida. La educación no puede estar lejos de la vida.
Son múltiples los casos de violencia que podemos señalar para pensar
un poco ¿qué nos está pasando? ¿Por qué tanta violencia juvenil? La que
más nos llama la atención es la violencia social: pandillas que destrozan
bienes comunes, incluso eliminan vidas, jóvenes que consumen drogas,
exceso de alcohol. No hablemos de los casos de violencia escolar, hoy se
llama “bullying”, entendiéndose por el acoso físico o síquico sistemático
y perverso. Requiere de expertos y de mucho tratamiento. No se queda
atrás la violencia familiar sea verbal, emocional o física, malos tratos,
falta de tiempo, preferencias exageradas a juegos o amigos en vez de
los hijos, infidelidades, muchas horas solos ante la TV, entre otras.
¡Pobres chicos! Están llenos de fuerzas destructivas que dañan su
estima personal y estrechan la visión de la realidad. ¿Por qué nos
sorprendemos entonces de lo que hoy ocurren con nuestros jóvenes?
No perdamos la esperanza. Sembremos la virtud como antídoto ante
los antivalores imperantes de una sociedad que ha delegado su función
de educadora a leyes y normas, cuando es de conciencia y sensibilidad,
de acompañamiento y presencia. La palabra Virtud, viene del latín vir,
virtus, que significa fuerza. Se requiere una fuerza para superar la
violencia, pero no es la fuerza de la pugna y discordia, sino la FUERZA
DEL AMOR y valor de la SOLIDARIDAD ante los problemas humanos lo
que nos darán las pautas.
Tú maestro, sé maestro no dejes el diálogo, la paciencia y la motivación
para superar la violencia o apatía juvenil. Tú papá o mamá no delegues
tu rol de padre y madre, ser amigo de los jóvenes no es descuidar la
exigencia y el forjar su carácter con amor y rigor. Tú, querido joven
no desperdicies las oportunidades que la vida te da. Siempre puedes
más, vales más de lo que crees. Deja las malas amistades, maneja tus
sentimientos, gobierna tu vida, dile no a la pereza, busca oportunidades
de crecer en contacto con otros ambientes, como la naturaleza, ábrete
al mundo de los conocimientos tecnológicos para buscar soluciones a
nuestros males humanos y naturales. Ábrete al misterio de la vida.
Muy valioso el mensaje que nos deja el Padre Fabricio Alaña por un lado, luchar con y por la Esperanza que somos gestores de un cambio humano con proyección social,y por otro la FUERZA del Amor como recurso e instrumento renovador que marque un sendero de solidaridad y justicia que defienda la equidad y la paz entre los seres humanos como verdaderos hijos de Dios. Amen Padre Fabricio 🙂