Fue fundado por Federico V. Reinel Rojas con la finalidad de levantar la opinión y propalar la revolución en contra del gobierno de Cordero, que día a día avanzaba en forma incontenible; “…sus artículos eran como un toque de somatén, como las vibrantes notas de un clarín de guerra…” (Camilo Destruge). Era redactado por José de Lapierre, hábil periodista, que de su pluma “…salían artículos candentes o esas sátiras, esas picantes décimas y redondillas que le dieron justa fama…” Reinel era el director y Luciano Coral, su cronista. Fue el primer diario que inició en el país el sistema de ilustración artística de los artículo referentes a personajes locales y nacionales, que de alguna manera, se identificaban con las ciencias, artes, política, milicia o en cualquiera de las profesiones liberales.
Tenía un grupo de notables periodistas de fuste, como: Antonio Alomía, Manuel de J. Andrade, Gustavo Arboleda Restrepo, Julio Arce, César Borja Cordero, Manuel J. Calle, José Antonio Campos, Luis Felipe Carbo, Carlos Defilippe, Pedro Pablo Garaicoa, Nicolás Augusto González, Juan Francisco Guzmán, Manuel F. Horta, Juan Bautista Ycaza Carrillo, Gustavo Lemos R., Gonzalo Llona, Pedro E. Manzo, Adolfo B. Masdeu, Carlos Matamoros Jara, Joaquín Morales, Ayres H. Nascimento, José Pardo Castro, Vicente Paz Ayora, J. Camilo Piedrahita, Rafael Arístides Piedrahita, Juan B. Rolando Coello, José Vicente Ruiz, Manuel Felipe Serrano, Pedro Valdez Mackliff, Serafín Wither Navarro, José Antonio Campos, Ezequiel Calle, Juan Varela, Celiano Monge, Carlos R. Tobar y muchos otros.
Muy pronto adquirió una gran popularidad y llegó a ser un elemento decisivo y orientador de opinión en la lucha abierta que sostenía la oposición contra el gobierno del doctor Luis Cordero. El periódico se centró en profundizar en el negociado del crucero “Esmeralda”. En tres artículos que ocupaban cinco columnas de la misma edición se trataba del problema, en distintos tonos de gravedad. Esta actitud y frontalidad fue la clave del éxito de El Grito del Pueblo, de allí la arrolladora popularidad alcanzada desde su aparición.
En el editorial del 29 de enero, decía: “En la capital de la república ya está imperando el terror. Prisión y destierro de los verdaderos patriotas, fusilamiento del pueblo, prohibición de publicar todo aquello que tienda a la reparación de la honra nacional. crueles procedimientos con los perseguidos, nada falta, ¡nada más que el cadalso! La ambición de mando pretendiendo sobreponerse a la voluntad popular. ¡Qué absurdo! Esos es despreciar las enseñanzas que contiene la historia de todos los pueblos. Esos es cegarse, eso es dejarse dominar por el funesto vértigo que producen las alturas del poder.”[1] Y recomendaba al Gobierno librarse de la vergonzosa tutela del ex gobernador, doctor José María Plácido Caamaño. Si tal hubiera hecho, otra sería hoy la situación de la república.
El 22 de abril apareció un fulgurante artículo editorial, titulado Los Proscritos, en que denunciaba las prisiones y destierros: “Hoy marchan al destierro los ilustres presos de la semana anterior, víctimas del despotismo del más ilegítimo y criminal de los gobiernos que ha tenido la república (…) Los más corrompidos en la política; los venales e impenitentes del progresismo se han convertido en verdugos del pueblo y se ensañan con los hombres honrados, con la gente digna, con los escritores independientes.” Y finaliza el editorial, diciendo: “Nacidos para ciudadanos independientes de una república democrática, que no para feudos de canallas usurpadores, fustigaremos sin temor a los tiranos” (JA Gómez).
El Gobernador ordenó la clausura de los talleres y el inmediato apresamiento de los señores Lapierre, Reinel y Coral, que luego fueron deportados a Panamá. Sin embargo, a los pocos días, volvió a circular, editado clandestinamente, en un formato muy pequeño y distribuido cautelosamente. Reapareció como un revolucionario sin tapujos, y sin guardar ningún fuero ni disimulo incitaba a la insurrección. “Reaparecemos: Pequeños como la albahaca; perfumados como ella misma, con el perfume de la convicción, del patriotismo y del honor; pequeños decimos, pero airados, pero altivos, pero dignos, pero resueltos, reaparecemos en la arena de la Prensa, con más bríos aún a desafiar las iras de los chacales de la dictadura y a echarles nuestras últimas maldiciones…”
El día 5 de junio, con el triunfo del Liberalismo, circuló libremente y desde su edición del 12, retomó su inicial formato y su lenguaje enérgico, pero esta vez no de oposición, sino de orientación y sostén para asegurar el éxito de la transformación política. Reinel, Lapierre y Coral y Reinel ya se encontraban de vuelta y el 3 de agosto su subtítulo fue cambiado a “Diario radical de la mañana”. Hasta 1896, Federico Reinel fue propietario único de la empresa y director del diario. Hombre dinámico y emprendedor le imprimió al diario un desarrollo notable, adaptándolo a las modernas exigencias de la publicidad, hasta ubicarlo en primera línea entre los órganos de comunicación de entonces.
El 1 de enero de 1901 bajo el título de Dos Siglos aparece un notable artículo del doctor Alfredo Baquerizo Moreno, cuyos ideales continúan siendo violados impunemente en muchos países del mundo: “La libertad política, la libertad religiosa y el reconocimiento de los derechos naturales del hombre, son conquistas aseguradas en el transcurso del siglo. Nadie las niega o desconoce ya, como tampoco el hecho palmario y evidente que la democracia rige y gobierna el mundo civilizado, cualquiera que por otra parte sea la forma de gobierno de los diversos pueblos o naciones. Si por acaso salta a la vista tal o cual excepción, ésta solo sirve para confirmar la regla. Cierto que esas o parecidas libertades, son de hecho violadas o desconocidas en ocasiones; pero entonces mismo, lejos de desconocerse el derecho violado, se hace por encontrar el modo y forma con que el hecho odioso revista o presente las apariencias del derecho…”
El 17 de mayo de 1903, Ezequiel Calle, en su columna consigna datos históricos sobre el periodismo, que vale la pena reproducir: “Todos los gobiernos han tenido sus órganos de publicidad para dar cuenta de sus actos, sujetándolos a la sanción pública, y defenderse de los ataques de la oposición, en términos dignos y elevados, cual cumple a hombres de probidad, honor y dignidad. Jamás la diatriba ni el insulto canallesco tenían cabida en sus columnas (…) Los que escribían en estos periódicos eran hombres de ciencia y conciencia, y sus producciones instruían deleitando (…) Esos periódicos eran focos de luz en medio de las agitaciones de la política y eran leídos con aplauso general. Vino la transformación política de 1895 y los órganos de palacio se convirtieron en respiraderos del infierno. Cayeron en manos de plumarios sin ilustración y sin talento, salvo honrosas excepciones, especie de garroteros condecorados que no han respetado nada, en su loco afán de fundar el imperio de las tinieblas y corromper el espíritu público, con escándalo de la moral y vilipendio de los tipos de imprenta.”
“Nos forjamos la ilusión que con el advenimiento al poder del señor general Plaza se hubiera extirpado este mal, y nos hemos equivocado. Allí está El Derecho redactado por hombres que han prostituido la prensa con desahogos de verduleras, arrastrando por el fango de la difamación y la calumnia, la honra de personas que algo valen o suponen sin átomo de piedad ni sentimiento alguno de humanidad, solo porque éstas no privan en su partido, no han doblado la columna vertebral en los puercos altares del servilismo y la adulación..”
El 21 de enero de 1904, al haber concluido las elecciones para senadores y diputados en toda la República, dice: “…La imposición oficial se ha dejado sentir y de la que se han quejado en amargo tono los órganos oposicionistas de la prensa, es un mal que tiene por base a la misma ley vigente, y al que se hace preciso ya buscar un remedio a fin que el Ecuador merezca el nombre de república (…) Sin embargo no puede ponerse en tela de juicio siquiera, que el personal escogido en esta ocasión es muy superior al que no hace mucho tiempo, ha llenado de vergüenza a la nación, por su ineptitud y servilismo…”[5]
Al 8 de enero de 1905, el día en que se celebrarían elecciones presidenciales, el periódico lo señalaba como una fecha memorable, pues daban por cierto que el general Leonidas Plaza Gutiérrez sería reemplazado. Como efectivamente sucedió con el triunfo de Lizardo García, personaje que al poco tiempo fue derrocado por un golpe liderado por el general Eloy Alfaro.
Fueron opiniones y actitudes de periodistas que recogían el pensamiento general de la ciudadanía y lo exponían con valentía, aun ante amenazas de represión, que fueron escritos hace más de un siglo. Tiempo transcurrido en que parece mentira que hayamos retrocedido en el respeto a los derechos humanos, a la libre expresión, etc., y que desde las altas esferas oficiales se cultive el ataque personal como medio de amedrentar y obligar a una autocensura.
Estimado José Antonio,
No soy investigador ni historiador, más por un asunto muy particular de mi familia busco mucha información de Guayaquil y quisiera tener acceso al periódico «El grito del Pueblo»
Agradeceré me oriente sobre este tema.
Gracias,
Gaston Reyes